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Me desperté con los primeros rayos del sol acariciando mi rostro, una sensación de esperanza y renovación inundando mi ser. La conversación bajo el árbol de los susurros seguía resonando en mi mente, como un eco suave pero persistente. Freen, con su seguridad y convicción, había plantado en mí una semilla de duda, pero también una chispa de posibilidad. Al abrir los ojos, noté pequeños detalles en Zephyria que antes no había visto: la forma en que la luz del amanecer jugaba entre las hojas de los árboles, el susurro del viento que parecía llevar consigo las voces del pasado y el aroma fresco de la tierra que prometía nuevos comienzos. Todo parecía más vibrante, más lleno de vida. Sentía como si el reino mismo me estuviera dando la bienvenida, ofreciéndome un lugar en su vasto y mágico abrazo.

Mientras me levantaba y me preparaba para el día, no podía evitar preguntarme si era correcto empezar a tener una perspectiva tan optimista. La rapidez con la que las cosas estaban cambiando me resultaba tanto emocionante como peligrosa. ¿Estaba siendo ingenua al permitir que Zephyria y Freen ocuparan un lugar tan importante en mi corazón? ¿Debería mantener mi guardia alta y recordar mi misión original? Sin embargo, una parte de mí anhelaba dejar que este nuevo rumbo continuara, disfrutar de la conexión que estaba formando y la sensación de pertenencia que comenzaba a florecer. Estaba entre la prudencia y el deseo, entre el deber y el anhelo de algo más puro y sincero.

Y al estar reflexionando sobre esto me di cuenta de que, poco a poco, había dejado de usar los llamativos vestidos de Thalassia, adoptando las ropas más ligeras y cómodas de Zephyria. Era un pequeño signo de mi creciente adaptación a este nuevo mundo, un indicio de que estaba permitiendo que el reino me acogiera en su abrazo. Justo cuando me encontraba sumida en estos pensamientos, organizando mi habitación y tratando de ordenar también mis emociones, la puerta se abrió de golpe. Antes de que pudiera reaccionar, Freen prácticamente saltó sobre mí, tumbándome en la cama con una sonrisa juguetona. Mi corazón se detuvo por un instante y sentí mis manos sudar al ver su belleza tan cercana. Su cabello dorado caía en cascada alrededor de nosotras y sus ojos dorados brillaban con una calidez que me dejó sin aliento. Podía sentir su respiración suave y el calor de su cuerpo contra el mío.

Entonces, con una naturalidad que me desarmó por completo, Freen rozó su nariz con la mía, un gesto que solo consiguió que mi pulso se acelerara aún más.

Buenos días. — Susurró, su voz suave y llena de una dulzura que me envolvía como una manta.

En ese momento toda mi resolución pareció desvanecerse, dejándome solo con la intensa y abrumadora presencia de Freen.

Intentando recuperar la compostura, la miré con fingida indignación.

¡Freen! — Exclamé, riendo y tratando de apartarla — Ser la princesa no te da el derecho de entrar así a la habitación de alguien. ¿Y qué si aún no me vestía?

Ella soltó una carcajada, sin mostrar ni un ápice de vergüenza.

Bueno, entonces habría tenido un despertar más interesante. — Respondió, alzando las cejas solo para molestarme.

El rubor subió rápidamente a mis mejillas y me sentí completamente atacada por su atrevimiento. Su despreocupación me dejaba sin palabras y todo lo que pude hacer fue sonrojarme aún más mientras ella me miraba con esos ojos tan brillantes que poseía.

Eres imposible. — Fue lo único que repliqué.

Ahora la acompañaba frecuentemente a ver al rey, ya fuera para asistir a los consejos o los banquetes ofrecidos a los reyes visitantes. El monarca exigía también que le informáramos sobre nuestros avances en las lecciones ya que, al igual que Heng, no estaba completamente convencido de la decisión de su hija de elegirme como compañera. Aunque se me permitía sentarme en la mesa junto a Freen e incluso hablar si lo deseaba, prefería permanecer en silencio observando a los comensales a mi alrededor. Con el tiempo, dejé de sentir al rey como una amenaza para mi seguridad; incluso empezó a llamarme afiladora por mi habilidad para lanzar dagas y porque mis grandes ojos le recordaban a los de un búho afilador.

Zephyria's Heart - FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora