Vidas ocultas

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Esta vez no tenían la típica reunión, más bien todas se alistaron para tener un día juntas —una semana mejor dicho— irían de compras al mercado de la ciudad. Hubieron algunas que no pudieron asistir, sus esposos no las dejaron o no tenían suficiente dinero para gastar y demostrar que eran mejores que otras.

Juliana dejó a Jul con su madre que vivía saliendo del pueblo.

Cada una de ellas vestía vestido floral y con sombrero a juego, era una combinación que antes de salir planearon. Sólo que los vestidos deberían tener estampados de diferentes flores, cada vestido distinto a otro, pero seguía siendo floral y umbrela.

—Tengo mucho tiempo sin visitar la ciudad—, Raquel dijo mientras se arreglaba mejor el escote.

—Por fin tengo un respiro de mi esposo y los niños—, dijo una y cuando un hombre apuesto cruzó en frente de ella, le hizo ojos. —Aquí hay tantos rostros apuestos. —Se ventiló con su abanico.

—Calma un poco tu sed— Martha le dijo y caminó al frente dirigiendo a las demás—. ¿Cuánto tiempo le pidieron a sus esposos?

—Usted dijo una semana, no olvide. —Respondió juliana.

¿Qué es amar? ¿Realmente habrá alguien quién ame de verdad?

Nuevamente Jane estaba sentada en el sitio de siempre, viendo a la nada. Y es que, que podía hacer viviendo en una casa tan grande y fría.

—Papá y mamá dicen que aman a Jane. —Arrancó un pétalo de la flor que tenía en sus manos. —Pero Jane no los ama. Jane odia a las mentiras y a los mentirosos.

Se levantó bruscamente y tiró la flor en el agujero que antes había cavado.

Entró a la casa y una mujer le recibió, —Señorita Jane ¿Sucede algo?

—Mi abrigo—, la mujer subió corriendo las escaleras y regresó con un abrigo rosa en manos. —Jane no quiere esa mierda—, la mujer volvió a subir las escaleras y bajó esta vez con un azul. —Es un asco.

—Señorita Jane, ¿no es mejor decirme el color y la forma del abrigo?

—No, trabajas para eso, si no sabes lo que Jane quiere, entonces largo de aquí—. La mujer casi lloraba pero, volvió a subir las largas escaleras y trajo esta vez tres opciones, un blanco, un negro y un verde.

—Horrible—, descartó el color blanco. —Muy feo—, descartó también el verde y cuando llega el turno del negro, la mujer rezaba en su corazón para que le agradase. —Oh… me agrada—. Acarició el abrigo antes de ponérselo. —Me voy, si ellos regresan y preguntan por Jane, diles que Jane escapó de casa—. Jane rió y salió cerrando la puerta muy fuerte.

—Uno, dos, tres… —Mientras caminaba iba contando sus pasos. Fue muy profundo en el bosque, después de encontrar los árboles que ella misma marcó antes, los siguió y llegó a su refugio. Hecho con madera y ramas, ella misma lo construyó. —Jane está de regreso—.

Dentro tenía algunos frascos con miembros de animales y uno en especial, el cual contenía los ojos del gato de Muse. Para ella ese era el objeto más preciado que tenía. Los consiguió ella sola, nadie tuvo que dárselos.

En la ciudad, son muy famosas las mujeres que estaban casadas y tenían amantes en secreto. No era tan secreto, los únicos que no sabían eran los de su zona y sus esposos. Y una de esas mujeres era Juliana y las demás.

—¿Con cuantos estarás? Yo tendré cinco esta vez, tengo varios agujeros y una buena resistencia.

—Por Dios, ustedes son demasiadas atrevidas— Martha se vestía junto con ellas. Tampoco debía fingir, ella fue la que trajo a esas mujeres a ese lado del placer y cinco era muy poco para ella.

—Señora Martha, ¿Atrevida nosotras? No nos juegue tal broma, usted es buena maestra. —Juliana intervino.

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