No merece paz

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Jul ya le había contado a Juliana, sin embargo, Juliana no respondió hasta después de cinco minutos. Y la repuesta dejó a Jul confusa y traicionada.

—Es tu culpa por parecerte a mi, si tan solo no fueras tan bonita como yo, Erick jamás te pondría un dedo encima. —Jul abrió los ojos de la sorpresa e iba a protestar, pero, la orden de su madre la frenó. —Camina, debemos regresar a casa. Y si vuelves a pasar una noche fuera, créeme que no seré tan dócil nuevamente. ¿Entiendes?

Jul asintió mientras su madre tomaba su mano para llevarla a «casa», Jul miró el bosque y luego soltó algunas lágrimas en silencio.

¿Quiénes son tu familia? Aquellos quienes nos une la sangre… eso era como una maldición, una que te obligaba a sentirte culpable si tú le hacías daño a ellos, pero, ¿Sentían culpa cuando te lastimaban? No creo.
Reunidas nuevamente, luego de mucho tiempo y debido a todo lo que había pasado. La muerte del señor Muse fue doloroso para todos y cada uno del pueblo, amaba a ese anciano. Siempre tan amable con todos y sobretodo con los niños. A quienes siempre les regalaba dulces y golosinas.

Estefanía, formaba parte del grupo, durante las reuniones solo escuchaba los chisme y no participaba tanto. Sin embargo, ese día ella tenía que hablar, no iba a esconder nada y diría la verdad.

Su semblante estaba sombrío y nervioso, por lo que Raquel se preocupó y le preguntó sobre su estado, este acto le dio fuerzas para poder hablar.

—Mi hija, Lucy; le quitaron su inocencia y el culpable fue el señor Muse. —Todos soltaron un sonido de sorpresa y algunas se taparon la boca, sin poder creer lo que acabaron de escuchar. —Lucy no miente, ella me dijo que el señor Muse, le tomó fotos y luego la tocó. El señor Muse acostumbraba pasar a darle dulces y ella también iba a la casa del señor Muse para entregar algunos almuerzos que yo preparaba, ese maldito se aprovechó de mi niña.

—Oh Dios, ¿Estás segura de lo que dices? —Le cuestionó Martha, quién era la mayor de todas. Por derecho, jefa del grupo.

—¡Por supuesto! Yo le creo a mi hija, mi esposo irá mañana a revisar la casa del señor Muse. —Ella explicó muy segura.
—Entonces te acompañaremos. Dios, esto es tan increíble. Debo ver con mis propios ojos. —Martha volvió a decir.

Juliana por su parte, guardó en secreto el asunto de Erick y Jul, no quería sentirse menos frente a las demás o que ellas vieran que su esposo prefería a su hija más que a ella, seguramente los años le estaban pegando fuerte y debía resolver ese asunto pronto. Juliana amaba a Erick, por eso se casó con él, sin Erick que haría ella o como viviría. No lo podía ni siquiera imaginar.
Y como Estefanía había dicho, al día siguiente su esposo reunió a varias personas y fueron a revisar la casa del señor Muse. Juliana estaba ahí, aunque no se acercó mucho y se quedó esperando afuera, mientras los demás husmeaban la casa.

Durante ese tiempo no paró de hacerse masajes en la cara, y quedó perdida en sus pensamientos planeando regresar a la ciudad y comprar cremas para la piel y su rostro.

¿A que edad te pones viejo?
Los treinta y cinco, eso respondería Juliana. «La obsesión podía hacer daño».

Y como algunos esperaban, encontraron las imágenes en el sótano del señor Muse, bien escondidas en una caja y enterrada en la pared. Algunas tenían partes quemadas, parecía como si el señor Muse quisiera acabar con la evidencia, sin embargo, no pudo destruir sus obras de artes.

Juliana se sorprendió al ver la cantidad de fotos, niños y niñas; a Muse no le importaba el género. Algunos fotografiados en trajes de baños cerca del río y otras imágenes eran más fuertes. Niñas en la sala de Muse, desnudas y abriendo las piernas a ambos lados. En una imagen, el dedo del señor Muse estaba dentro de una niña, y Juliana reconoció inmediatamente la cara, era la hija de Estefanía.

—¡Ese maldito! ¡No lo dejaré descansar en paz! —Juliana escuchó la voz de Estefanía y luego la vio correr, ella preocupada por su compañera salió tras de ella y por la dirección que iba tomando Estefanía, ella notó que tenía como destino ir al cementerio del pueblo.

Después de correr, no pudo alcanzar a la mujer. Cuando llegó la vio mirando con odio a la tumba que marcaba: «Elián Muse». Juliana miró la tumba y se horrorizó al ver huesos y carne podrida con gusanos sobre la tumba y unos ojos aplastados. El olor era putrefacto.

Gritó asustada llamando la atención de los demás que no tardaron en llegar. Estefanía tomó una gran piedra y frente a todos comenzó a desenterrar a Muse.

—¡Esto es culpa de esa niña del demonio! —Juliana gritó y luego se tapó los oídos. —Ella… nos maldijo.

«¿Maldecir? No pierdo mi tiempo en esas tonterías», desde lo alto, Jane observaba a todos reunidos viendo a Estefanía enloquecer a cada segundo, sin embargo, nadie la ayudó más bien fingieron preocuparse por ella, dando suspiros lamentables.

Jul quién por orden de Jane se quedó atrás, preguntó a Jane que era lo que estaba sucediendo.

—Flor, deja de ser curiosa a Jane no le agrada eso. —Jane se acercó a Jul y la tomó de la mano para alejarla de todo ese mundo. —¿Dijiste que te gustan los cuentos? Te contaré uno.

Jane carraspeó su garganta. —¿Qué son los humanos? Eso es lo que un niño le preguntó a su padre, y el hombre adulto respondió algo tan básico que no pudo satisfacer la duda del pequeño. El hombre respondió: somos la creación y la diversión, somos animales y somos destructores, somos inteligentes y estúpidos, somos algo único y especial.

Sin embargo para el niño, el ser humano significaba algo tan simple como la maldad, seres llenos de odio y egoísmo. Hambrientos y devoradores. ¿Cuál es la respuesta correcta? Ambas, solo que, el humano se divierte viendo a otros sufrir, una creación tan única que jamás debe haber otra igual, tan especial que es mejor verlos muertos que existiendo, tan inteligente… aún así son horribles. El ser humano significa demonio.

Jane hizo una broma y se rió, Jul también le siguió el juego y carcajeó.
Luego llegaron a la guarida de Jane y como Jul prometió había traído más frascos. Jul miró como Jane empezó a desenterrar algo en la nieve. Y luego sacó algo muy grande, que apenas ella podía sostener.

—Vamos a cazar. ¿Sabes que es esto? —Jul negó con la cabeza. —Es una ballesta y sirve para divertirse.

CaníbalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora