Nada es lo que parece

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Juliana comenzaba a preocuparse, Jul nunca había salido antes de casa sin decirle nada, no quería pensar que algo horrible le pasó, sin embargo, era imposible no hacerlo.

El reloj marcaba las siete de la noche y quince minutos.

La puerta se abrió y ella pensaba que podía ser su hija, pero, se decepcionó al ver a su esposo.

—¿Qué sucede? —El hombre se acercó y se preocupó al ver su rostro.

—Erick, nuestra bebé salió y no ha regresado.

—¿La dejaste salir? —Él se molestó con Juliana, haciendo que ella se molestara igual.

—Es una niña y obviamente tiene curiosidad por lo que tiene a su alrededor, no puedo mantenerla siempre en casa. —Juliana elevó de más la voz y Erick molesto le respondió.

—¿No será que tus reuniones de la tarde, hacen que la descuides? —Y después de escuchar esa pregunta, Juliana le pegó una bofetada a su esposo.

—Erick, jamás vuelvas a decir que no cuido a mi niña. Tú ni siquiera conoces su libro favorito o su color favorito. No estás en posición de regañarme.

Erick, molesto salió de la casa y dejó a Juliana sola allí. «Me siento cansado de esto», pensó el hombre. Ya quería divorciarse, pero, ¿Y Jul?

¿Qué pasaría si la persona en quien confías te engaña? Supongo que dejaría heridas permanentes, cicatrices imborrables y recuerdos que jamás querrás volver a vivir.

Jane caminaba por el bosque junto con Jul, se habían perdido debido a la oscuridad y Jane no visualizaba las marcas en los árboles.

—Jane, me duelen las piernas. ¿Tomemos un descanso? —De cierta manera, Jane se arrepentía de haberle dicho su nombre a esa niña, ahora no paraba de mencionar su nombre en cada oración, que cansado.

—Olvida descansar, quiero irme a casa y dormir en mi cómoda casa. Mira el cielo, puede que nieva está noche y créeme que morir de hipotermia no está en mis opciones. —Jul hizo un puchero y comenzó a arrastrar las piernas, estaba comenzando a hacer un berrinche. Sin embargo, se olvidó de que Jane no es tan buena como quería hacer parecer. —Deja de sollozar o te meteré piedras en la boca. Humm… —Jane lo pensó un rato, sería divertido meterle piedras en la boca a alguien. ¿Se ahogará con eso? No creo, se dijo a si misma.

—Lo siento—, Jul rápidamente se secó las recientes lágrimas. Su truco no funcionaba con Jane y eso le molestó un poco, ¿qué debería hacer para que Jane haga lo que ella quiera?

Jul siguió a Jane y desde atrás comenzó a pensar en lo linda que era Jane, aunque también un poco rara, refiriéndose a las cosas que tenía en su guarida secreta. Además, para ser una niña vestía muy extraño, eso es algo que dejó confusa a Jul.

Y después de pasar un rato entre tantos arboles altos y tenebrosos, debido a la noche, encontraron por fin el camino.

—Ve a casa, y recuerda no contar nada. —Jane volvió a advertir y Jul se molestó un poco.

—Confía en mí, no le diré nada a nadie. —Ella miraba a Jane con una mirada tranquila y llena de confianza. Jane solamente asintió y con su mano le hizo una señal a Jul para que se fuera. Y después de ver la silueta de Jul muy alejada, ella tomó rumbo a su casa.

Por otra parte, Jul regresó y su madre, Juliana, corrió a abrazarla y lloró al verla de vuelta. Erick volvió una hora después y encontró a Juliana esperándolo en la sala, sentada junto a la chimenea.

—Ya regresó Jul—, fue lo primero que mencionó su esposa. —¿Dónde estabas? ¿Buscaste siquiera a nuestra hija?

—Sí, la busqué tanto que me siento cansado y solamente vine para usar el teléfono y marcar a la estación de policía. —Erick explicó. Y hacer eso le hirvió la sangre, no entendía porque de repente tenía que darle tantas explicaciones a Juliana.

—Iré a la cama, ve a bañarte antes de meterte a la cama. —Juliana subió y fue a acostarse.

Jueves por la tarde.

Reunión en casa de Martha.

—¿De verdad? Hoy en día, las parejas pelean mucho. No te preocupes luego estarán bien de nuevo. —Martha tranquilizó a Juliana.

Estaban las dos en la cocina de Martha, dejaron a las demás charlando en el patio.

—¿Y si piensa tener otra mujer? No podría aguantar los celos. Cometería un pecado inimaginable. —Los nervios de juliana estaban de puntas, ella amaba a su esposo y también a su hija, por eso eran una familia. Si él quería irse o alejarse, Juliana haría lo que fuera para mantenerlo cerca.

—Tranquila, eres joven y tú matrimonio es nuevo, apenas llevan once años. Obviamente iba llegar el día en donde tu esposo mirase a otra y que importa dejar que otro lo pruebe, al final de cuentas siempre será tuyo. —Martha volvió a aconsejar a Juliana.

—No lo sé, odio compartir mis cosas con los demás. Erick es mío y no quiero que nadie lo toque. —Juliana empezó a morderse las uñas y la señora Martha tuvo que tocar su hombro para tranquilizarla.

En la cocina entró Raquel apurada espantando en el proceso a las dos mujeres que se encontraban allí.

—¡El señor Muse se ha matado!

—¡Qué! —Martha dejó caer el cucharón que tenía en manos. —No puede ser, imposible—, ella se pegó lentamente a los gabinetes de la cocina.

Todas se reunieron en la mesa del patio, cada una de ellas confusa por la situación y queriendo entender el porqué de la decisión del señor Muse de colgarse en su casa.

—Es por su gato. —Es la misma mujer que habló sobre el extranjero, Abigail.

—Yo también creo eso, el señor Muse amaba bastante a su gato—, Raquel habló entre sollozos. Toda la situación la había puesto sentimental y es que, ella era algo cercana a ese anciano y su gato de hermosos ojos.

—¡Todo es culpa de esa niña maldita! ¡la odio!—, Juliana golpeó la mesa de madera con los puños cerrados.

—Cálmate querida, compórtate como una dama en todo momento. Deberíamos intentar algo con esa niña… —Martha habló y meditó sobre lo último con la mano bajo su mentón, colocado de una forma elegante.

—¿Hacer algo? Es una Tesca ¡Podemos morir! —Raquel dijo con mucho miedo.

—Los Tesca también se hartaron de ella, estaríamos ayudando, de hecho. —Comentó Juliana.

Luego se fueron y se prepararon para el entierro. Todo fue tan triste, el señor Muse solo tenía a su gato, pues, sus hijos lo habían dejado e ido a la ciudad. Jane había robado algo preciado a alguien quién no tenía nada más que eso.

Desde lejos, en lo alto; Jane observaba a todos vestidos de negro.

—Lo siento señor Muse, pero quería tener esos objetos tan lindos, es una pena que Jul los aplastara.

Se da la vuelta y antes de irse dijo.
—Vendré a dejar a su gato, su compañía le hará descansar en paz. Aunque usted no se lo merece.

Y se rió tímidamente antes de irse.

CaníbalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora