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19 años & 21 años.


João Cancelo se había aburrido de la universidad, o más bien, sentía que no encajaba en ella. Tenía la sensación de que nunca sería suficiente para carreras como medicina o ingeniería.

En cambio, había encontrado su pasión en el arte del tatuaje. Llevaba casi dos años dedicándose a practicar, todo gracias a su madre, quien lo había apoyado desde el principio. María le había enseñado todo lo que sabía sobre cómo tatuar.

Ahora estaba a punto de abrir su propio estudio. Fue un proceso difícil dejar todo para empezar de nuevo, pero al final, la vida no se acaba y siempre hay nuevas oportunidades.

— Estoy cansadoooo.
Ah, esa era la voz de João Félix. Él sí había entrado a la universidad, estaba estudiando programación, nada más y nada menos que por los videojuegos.

— Vas a descansar cuando termines de pintar la pared.

— Un descanso de 10 minutos, por favor.

— Aguanta un poquito más y ya nos vamos.

João Cancelo soltó una risa cansada. Estaba contento con el progreso de su estudio de tatuajes, a pesar del cansancio que lo invadía después de varios días arreglando el local.

— Está bien, como tú digas. Pero me debes una hamburguesa.

João Félix suspiró y se dirigió hacia la pared para continuar con su tarea. Mientras subía las escaleras con el balde de pintura en una mano y el rodillo en la otra, perdió momentáneamente el equilibrio.

— ¡Ups! —exclamó Félix, sintiendo cómo su cuerpo se tambaleaba.

Justo en ese momento, João Cancelo se dio cuenta de lo que sucedía y actuó rápidamente. Extendió su brazo para sujetarlo antes de que terminara en el suelo y se lastimara.

— ¡Cuidado! —gritó Cancelo, sujetando a Félix con firmeza y ayudándolo a estabilizarse.

— Perdón, creo que lo arruiné. —dijo mientras veía cómo gran parte de la pintura se había derramado en el piso que tanto le había costado limpiar.

Félix se liberó del agarre que ejercía el mayor sobre él y fue rápidamente a buscar las cosas para limpiar el desastre que había causado.

— João, mírame.

El chico seguía con la mirada fija en el suelo y enfocado en limpiar toda la pintura. Respondió con un tono de disculpa y evitó encontrarse con la mirada del pelinegro.

— Perdón. — Al parecer, limpiar el piso era más interesante.

João Cancelo decidió tomar una medida más directa. Con cuidado, tomó la barbilla de Félix entre sus dedos y suavemente levantó su rostro para que lo mirara a los ojos.

— No tienes por qué disculparte. Fue un accidente, no te preocupes por eso. —le dijo con una voz calmada, buscando el contacto visual.

João Félix se sintió atrapado en la intensidad de la mirada de Cancelo. Cada segundo que pasaba parecía eterno, como si el tiempo se hubiera detenido en ese instante. La cercanía de Cancelo lo tomó por sorpresa, sintió el calor de su aliento y el pulso acelerado de su corazón.

Fue un momento fugaz, que dejó a Félix con un nudo en la garganta y una sensación desconocida en el estómago.

Estuvieron a punto de besarse.

— Bueno...

Dios que incómodo.

Ya mejor deja eso ahí. Vamos por las hamburguesas.

João Félix no sabía como sentirse al respecto, pero estaba seguro que su cara estaba roja como un tómate.



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