Capitulo 5

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Los días se desvanecían, convirtiéndose en una tortura perpetua para la ojiverde. En el silencio sepulcral de la madrugada, su mente permanecía en un estado de vigilia, privándola del dulce bálsamo del sueño. Con una obsesión casi febril, contemplaba una y otra vez aquella imagen recortada del periódico. Había descubierto su musa, la personificación de la perfección que consideraba ideal para insuflar vida a su obra. Ella tenía la llave que abriría las puertas a la culminación de su libro.

Antes de sucumbir a la locura, antes de caer en esa falta de cordura, decidió salir a dar un paseo. Un paseo nocturno poco común. Londres presentaba un clima al que le costaba adaptarse. Era primavera, y una noche lluviosa se había desatado. Las gotas caían con fuerza, empapando su abrigo, su cabello y gran parte de su rostro. Su paseo era un intento de despejar la mente, no buscaba encontrar nada abierto. Apenas eran las primeras horas de la madrugada y aún faltaba mucho para el amanecer. Sin embargo, tal vez por suerte, encontró una cafetería a dos manzanas de distancia. El lugar desprendía un olor delicioso que llegó a sus fosas nasales de inmediato. Sin pensarlo mucho, cruzó la calle e ingresó al sitio, topándose con la sorpresa de que esa cafetería era poco común: estaba abierta las 24 horas y funcionaba a la vez como una biblioteca a la cual los clientes podían acceder.

Viendo su aspecto empapado, se disculpó de inmediato con la joven que se acercó a ella, una de las chicas que trabajaba en el lugar. Sin embargo, esta le regaló una sonrisa cálida y le entregó una toalla, indicándole un asiento libre en el cual podía esperar mientras ella iba en busca de su libreta para anotar su orden. Pidió un café y también solicitó información sobre el sitio. La joven, con gran emoción, le contó todo sobre ese lugar. Era la hija del dueño, así que conocía su historia desde la raíz.

La cafetería, le explicó, había sido fundada por su abuelo, un amante del café y de los libros. Con el tiempo, se había convertido en un refugio para los noctámbulos y los amantes de la lectura, un lugar donde podían encontrar calma y compañía en las horas más tranquilas de la noche.

Mientras escuchaba la historia, no pudo evitar sentir una extraña conexión con el lugar. Quizás era la atmósfera acogedora, el olor a café recién hecho mezclado con el aroma de los libros viejos, o simplemente la calidez de la joven que le hablaba con tanto cariño del lugar. Pero por primera vez en mucho tiempo, se sintió en paz en un lugar extraño. Y en ese momento, supo que había encontrado algo más que una simple cafetería en la madrugada londinense. Había encontrado un refugio, un lugar donde podía ser ella misma, lejos de la locura y el caos de su vida actual. Y por eso, a pesar de la lluvia y el frío, no pudo evitar sonreír.

Mientras observaba a su alrededor, el ambiente de la cafetería comenzó a envolverla, suavizando las aristas de su agitación interna. La luz tenue, el murmullo sutil de las conversaciones y el suave tintineo de las tazas contra los platos creaban un oasis de calma en medio del caos de su vida.

Pidió un café, el líquido oscuro y amargo parecía ser el único consuelo en su tumultuosa existencia. Mientras esperaba, sus ojos vagaron por el lugar, deteniéndose en los estantes repletos de libros. Cada uno de ellos, un mundo distinto, un escape de la realidad, un refugio para las almas atormentadas.

La camarera regresó con su café, interrumpiendo su ensimismamiento. Con un agradecimiento murmurado, tomó la taza entre sus manos, dejando que el calor se filtrara en su piel, proporcionándole un consuelo efímero.

El sabor del café era amargo, pero de alguna manera reconfortante. Cerró los ojos y se permitió disfrutar del momento, del calor del líquido deslizándose por su garganta, del aroma embriagante que se elevaba de la taza. Por un breve instante, todo parecía estar en paz, era atemorizante.

La idealización de una musa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora