Capitulo 2.

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Los rayos débiles del sol acariciaban suavemente el rostro de Lena, quien se encontraba lista para emprender su camino hacia la reunión en la prestigiosa editorial. Había enviado con orgullo el borrador de su último libro, una obra que había surgido en una madrugada ordinaria, cuando su mente se rebeló contra el cansancio y se entregó por completo a la creatividad.

Este nuevo proyecto era completamente diferente a todo lo que Lena había escrito antes. Aunque su público la conocía por sus historias cargadas de emociones intensas, que oscilaban entre la oscuridad y la ensoñación, en esta ocasión había decidido explorar un territorio desconocido. Su objetivo era alcanzar la perfección del amor ideal, sumergiendo a los lectores en un mundo donde los sentimientos más profundos y puros se entrelazaban en una danza cautivadora.

En el centro de esta historia se encontraba un escritor, un personaje que se basaba en la propia esencia de Lena. Este protagonista, inmerso en los confines del mundo, se embarcaba en una búsqueda apasionada en busca de algo extraordinario: una musa que trascendiera los límites de lo terrenal. La musa que Lena imaginaba era una figura divina, una deidad encarnada en forma humana.

La descripción de esta musa era detallada y meticulosa. Lena la imaginaba como una criatura exquisita, cuyos atributos físicos y espirituales la convertían en un ser casi inalcanzable. Para capturar la belleza y la esencia de esta musa en su obra, Lena la retrataba con una fascinación desbordante. Desde las manos hasta los pies, cada trazo de su pluma daba vida a una imagen que parecía haber sido esculpida por los dioses mismos.

La musa que Lena buscaba debía cumplir con una serie de características estrictas, pero también debía ser una figura fascinante que trascendiera lo común. No solo se trataba de una musa inspiradora, sino de una diosa encarnada en forma humana, eso era algo presente siempre.

Su rostro era una obra maestra esculpida por los mismos dioses. La suavidad de su piel, como la caricia de una pluma, era tan pálida como la luna llena en una noche estrellada. Sus ojos, dos joyas resplandecientes, eran de un azul cristalino, capaces de reflejar el universo entero. Parecían tener la capacidad de leer los pensamientos más profundos y de revelar secretos ocultos en cada mirada.

Su cabello, como una cascada de ébano, fluía libremente hasta llegar a su cintura. Cada hebra era tan negra como el manto de la noche, pero brillaba con un resplandor propio. Cada mechón parecía tener vida propia, danzando al ritmo del viento y envolviéndola en un halo de misterio y seducción.

Su figura era esbelta y elegante, como si estuviera esculpida por un escultor renacentista. Cada curva y cada contorno parecían haber sido diseñados con precisión divina. Su porte era majestuoso, como el de una reina que camina entre mortales, pero a la vez emanaba una calidez que invitaba a acercarse.

La musa irradiaba una energía que iba más allá de lo físico. Su presencia era como un bálsamo para el alma, capaz de curar las heridas más profundas y de despertar la pasión más intensa. Su voz era suave y melodiosa, como el susurro de las olas al acariciar la orilla. Cada palabra que pronunciaba era como una canción que envolvía los corazones de quienes la escuchaban.

Jess: Cuando leí esta obra, quedé completamente sin palabras. Siempre he dicho que tienes un talento excepcional para las letras, uno que trasciende todas las emociones y que pocos pueden expresar de la misma manera. Sin embargo, a pesar de que me dejó sin habla, debo ser sincera contigo: hay aspectos en este borrador que podrías mejorar.

Lena: ¿En qué sentido crees que debería trabajar?

Jess: Creo que sería beneficioso encontrar una manera más fluida y sutil de unir todas las partes de la historia, para que no se note tanto la transición entre ellas.

La idealización de una musa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora