La idealización de una musa.

Capitulo 7

Al amanecer, Kara se despertó con el sonido ensordecedor de la tormenta que aún azotaba la mansión. Los truenos resonaban en el aire, como si el cielo mismo estuviera enfadado, mientras los relámpagos iluminaban brevemente la oscuridad de la habitación. El viento soplaba con una fuerza impresionante, haciendo que las ventanas temblaran y las cortinas bailaran en el aire.

Al mirar por la ventana, Kara pudo ver la devastación que la tormenta había dejado a su paso. Árboles caídos y ramas rotas se esparcían por el paisaje, bloqueando caminos y creando un laberinto de obstáculos. La mansión estaba rodeada de un paisaje desolado y desordenado, como si la naturaleza misma hubiera lanzado una furia desenfrenada sobre el lugar.

La radio local, que apenas lograba transmitir debido a las interferencias, anunciaba el cierre de carreteras y advertía a la población sobre los peligros de salir a la intemperie. Sin señal de televisión ni de teléfono celular, la mansión se encontraba aislada del mundo exterior, sumida en un silencio ominoso que solo era interrumpido por el estruendo de la tormenta.

La mansión, normalmente iluminada por elegantes lámparas, ahora se encontraba en la penumbra. La falta de electricidad había obligado al personal de servicio a iluminar las estancias con velas dispersas estratégicamente, creando pequeños puntos de luz que apenas lograban iluminar el vasto interior. Las sombras se movían y danzaban en las paredes, creando una atmósfera misteriosa y llena de incertidumbre.

A medida que Kara se adentraba en la mansión, podía escuchar el crujido de las ramas rompiéndose bajo el peso de la tormenta. El sonido era como una melodía ominosa que resonaba en sus oídos, recordándole la fragilidad de las estructuras ante la furia de la naturaleza. El viento aullaba a través de las grietas de las ventanas y las puertas, haciendo que la mansión pareciera un barco en medio de una tormenta marina.

A pesar de la oscuridad y la tormenta, Kara podía sentir una extraña belleza en la fuerza de la naturaleza. Los relámpagos iluminaban el cielo oscuro con destellos de luz brillante, revelando brevemente los contornos de los árboles y los jardines. La lluvia caía con intensidad, creando un telón de agua que envolvía la mansión en un abrazo frío y húmedo. Aunque la situación era peligrosa y aterradora, Kara no podía evitar sentir una especie de admiración por la potencia de la tormenta, como si estuviera presenciando la grandeza de la naturaleza en su forma más salvaje.

Mientras caminaba por la mansión, Kara se encontró con otros residentes que también estaban lidiando con los efectos de la tormenta. Algunos estaban nerviosos y preocupados, buscando consuelo en el calor de las velas y en la compañía de los demás. Otros, en cambio, trataban de mantener la calma y buscar formas de hacer frente a la situación, organizando actividades para mantener la mente ocupada y distraerse del caos que reinaba afuera. A pesar de las dificultades, todos se unieron en solidaridad, compartiendo historias de experiencias pasadas y encontrando formas de apoyarse mutuamente en medio de la adversidad.

La mansión, normalmente llena de vida y calma, ahora estaba sumida en un silencio inquietante. El sonido de la tormenta era el único que rompía la tranquilidad, creando una atmósfera tensa y llena de incertidumbre. A medida que el día avanzaba, Kara se dio cuenta de que tendrían que enfrentar la tormenta durante más tiempo del esperado, lo que significaba que tendrían que encontrar formas de adaptarse y sobrevivir en estas condiciones adversas. Fueron horas después, cuando recordó. Con gracia y elegancia, Kara ascendió al segundo piso de la majestuosa mansión, sosteniendo en su mano un candelabro de plata que irradiaba una luz tenue pero reconfortante. El suave tintineo de las velas bailaba al ritmo de sus pasos, creando una atmósfera mágica y enigmática a su alrededor. Los pasillos, adornados con cuadros de época y finas alfombras, parecían cobrar vida propia mientras Kara se deslizaba por ellos, como si la mansión misma reconociera su presencia.