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-Bill-

Llego a casa con Matt de la mano. Aunque le gusta mucho caminar, debido a su condición, había pequeños lapsos de estrés, el ruido, combinado con la gente y algunos otros factores como su humor, lograba estresarse y era mejor llevarlo en brazos, esta vez fue diferente y pudo caminar desde el hospital a la casa sin problemas.

—¿Cómo te fué, hijo? —pregunta mamá, quitándome a Matt para llevarlo con ella a la sala.

—Bien, mamá. Mañana tenemos que ir a que nos den sus horarios, ¿verdad, Matt?

Shi.

Me siento en el sofá viendo a Matt en la alfombra jugando con sus piezas de LEGO.

—Algo tiene mi hijo. ¿Qué ocurre, Bill? —Mamá se sienta a mi lado.

—Nada, estoy cansado y tengo que ir a trabajar.

—A mí no me engañas, pero si no quieres hablar está bien. —Se levanta para irse pero la detengo de la muñeca.

—Es el doctor de Matt. —Me mira confusa—. Es guapo, me gusta y creo que, también yo a él.

—Cariño, eso es genial.

—No, mamá, ya no quiero sufrir más, ya no confío en nadie, no quiero que otra vez pase lo mismo, ya no pienso ser humillado por un maldito tipo.

—Bill, no quiero que te cierres al amor, quiero tener más nietos.

—Ma... —Siento mis ojos cristalizarse.

—Mi vida, en serio. No te cierres, quiero que estés abierto al amor, yo sé que es difícil por el pasado, pero es precisamente eso, el pasado. Ya recibirá su castigo por hacerte algo tan cruel, así como Jason con Matt, él no quiso estar con este angelito y mira, nos ha iluminado la vida, pero tú estás bien y guapo, tengo un par de hijos muy guapos.

—¿Qué haría sin ti mamá?

—Olvida eso, anda, vete a trabajar y si el doctor de Matt te invita a salir acepta, ¿sí?

—De acuerdo, gracias.

Me levanto del sofá y voy a mi habitación para cambiarme de ropa, me pongo unos jeans, una playera blanca con mangas cortas y en mi bolso cruzado pongo mi chaqueta y la camisa de mi uniforme.

Me acomodo mi cabello hacia atrás por el muecano, quedando un mechón un poco largo en mi nuca. Me maquillo y salgo de mi habitación para despedirme de mamá y de Matt.

Salgo de casa y me dirijo al trabajo, una cafeteria donde estoy a cargo de la caja junto con una chica llamada Amber, ambos estamos a cargo durante el turno de cuatro de la tarde a las nueve de la noche.

Llego caminando, no está muy lejos de casa. Así que tardo diez minutos en llegar.

—Hola, Amber.

—Hola, Bill. ¿Cómo estás?

—Bien. ¿Y tú? ¿Cómo está la gente hoy?

—Un poco estresada por la escuela. El jefe me pidió hacer hoy el corte de caja cuando nos vayamos.

—Oh, bien. Si quieres te puedo ayudar con tus tareas. No hay mucha gente hoy.

—No y gracias, lo tendré en cuenta.

—Iré a cambiarme.

—Sí.

Paso a la parte de atrás donde están los baños para empleados y los casilleros. Meto mi bolso después de sacar mi camisa, me la pongo y regreso a mi puesto.

Las personas llegan a mi área para pagar sus pedidos y Amber y yo nos hacemos cargo de eso. Estamos atrás de un mostrador con una caja registradora cada uno, con cada compra damos un ticket y la persona se va.

—¿Qué hace aquí?

—¿Quien?

—Nadie —respondo dándome cuenta de que he pensado en voz alta.

—Ah, ese chico, siempre viene entre semana, viene y pide un capuchino, se sienta en una mesa de afuera y siempre trae una laptop y llena la mesa de papeles, les pone encima varios pisapapeles, no sé a qué se dedica para tanto papel... ¿Lo conoces?

—Es doctor —informo a Amber con un tono tan tranquilo que me da miedo.

—¿Qué? ¿Ese chico con pinta de matón rapero con trenzas de Jaden Smith?

—Sí, es doctor, es el doctor de mi sobrino, tiene autismo.

—Oh ya entiendo pero... ese tipo, doctor, tengo que verlo... Mira, ya va para afuera. Un día se quedó después de que salí yo y cuando llegué él ya estaba.

—Supongo que son expedientes.

—Tal vez... Uhh te gusta, ¿eh?

—No, no para nada.

—Las mujeres sabemos el significado de una mirada, no te preocupes, no soy homofóbica pero entonces te gustan los chicos malos.

—Bueno gracias y no es malo, es muy bueno con sus pacientes, en general son niños, él se hace cargo de todos los casos, en Seattle me dijeron que es jefe de su departamento en rehabilitación para niños con capacidades diferentes, y me parece que es el cirujano.

—Nunca lo hubiera imaginado... En serio, ya dice el dicho «No juzgues un libro por su portada».

—Sí.

—¿Y él es... Gay?

—No sé, apenas lo conocí hoy y aunque lo fuera, ya no confío en las personas.

—Bill, si las personas nos cerráramos por un fracaso de amor, ¿crees que valdría la pena seguir viviendo? No te cierres al amor, quién sabe, puede ser él el verdadero.

Mis brazos se mantienen cruzados sobre el mostrador, sosteniéndome y pensando en las palabras de Amber, apenas la conocí el sábado y ya me aconseja como la mejor amiga de la vida.

Sé que las chicas pueden ser más abiertas o más confiables, pero Amber rebasó con esto esa confianza. No lo sé, a veces creo que me estoy volviendo paranoico.

9:15 p.m.

—Bueno, me voy Amber, ya hice el corte de caja.

—De acuerdo, que te vaya bien Bill, nos vemos mañana.

—Hasta mañana.

Voy a mi casillero por mis cosas y salgo con mi chaqueta puesta. Salgo de la cafetería y como dijo Amber, él sigue ahí, con muchos papeles sobre la mesa.

One More TimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora