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-Tom-

Mi concentración se ve interrumpida cuando un chico sale del café con dirección a la derecha. Y es que ese caminar lo conozco, su ropa y por supuesto, no dejaría pasar la oportunidad.

—¿Bill? —Llamo su atención y él voltea a mí.

—Ah, hola. —Me saluda sin ninguna expresión en su cara y me levanto de la silla para ir frente a él.

—¿Trabajas aquí? —Veo el logo de la cafetería en su camisa debajo de su chaqueta de cuero negra abierta

—Sí, ya terminó mi turno.

—Oh, bueno, espero que podamos tomar un café juntos.

—¿Disculpa?

—Bueno, como amigos, si quieres.

—Mira, gracias pero no creo que sea correcto.

—¿Por qué? No eres mi paciente. —Lo veo rodar los ojos—. De acuerdo, te dejaré en paz si no te agrado.

—No, no es eso. Lo siento.

—¿Entonces? Un café, como... ¿Conocidos? —Se dibuja una pequeña sonrisa en su rostro que lo hace lucir más encantador aún.

Regreso un paso a mi mesa y saco una silla extendiendo una mano para darle el lugar. Aunque lo duda unos segundo, da un suspiro abatido y accede a sentarse.

—¿Un café? —Le invito de nieva cuenta.

—No, así estoy bien, paso tomando café todo mi turno.

—Sí, yo también tengo un serio problema.

—¿Trabajas aquí en lugar de tu oficina?

—Sí, estoy solo todo el día y a veces me vuelvo loco, cumplo mi horario porque tengo que cobrar, pero siempre estoy dando vueltas con los niños, no me gusta estar en mi oficina todo el día.

—Es mucho el tiempo que estas aquí.

—Me relaja, y me sirve estar aquí, me gusta el clima de los angeles y no me gusta estar solo, ya varias personas me conocen, pasan y dicen «hola».

—Será por tu estilo, nadie se imagina a lo que te dedicas.

—Sí, puede ser y, ¿desde cuándo trabajas aquí? Jamás te había visto.

—Desde hoy, bueno desde el sábado. Sábado y domingo fueron días de prueba todo el día, estoy en la caja.

—Ya veo. ¿Estudias?

—No, por Matt.

—Es tu...

—Sobrino.

—Ah, vaya, tú te encargas de cuidarlo.

—Algo así. —Me ataja para no saber más.

—¿Qué es mejor Seattle o Los Angeles?

—No sé, Seattle es frío a comparación de aquí, además llegué aquí desde el jueves pasado, no puedo comprarlos todavía.

—Ya veo, algún día tienes que ir a Santa Mónica y aunque de día es bueno, de noche es aún mejor, no sabes como te relaja ir de noche.

—¿Tu vas a menudo?

—Sí, mi departamento es tan frío y solitario que me vuelve loco, no voy hasta que me caigo de sueño... ¿Y que tal las chicas de por aquí?

—Son amables y se me quedan viendo a donde quiera que voy. Es gracioso.

—Eres muy original para vestir, tienes rasgos definidos, cutis limpio y te maquillas, es lógico que robes la atención de muchos.

Noto, con el alumbrado del establecimiento que sus mejillas toman un tono rosado y baja la mirada un tanto avergonzado. Comienzo a tomar las hojas de los diagnósticos de Jenny, una niña de seis años con parálisis cerebral y los guardo en mi bolso cruzado junto con mi laptop.

—Bueno entonces, debo irme.

—No, no, espera, déjame acompañarte —me mira como si acabara de proponerle una hora de sexo salvaje.

—No, está bien, vivo a diez minutos de aquí —señala con el pulgar a su espalda.

—No iba a irme, sólo que terminé de enviar ese expediente; pero si en verdad no quieres que te acompañe, está bien.

Me mira a los ojos y sostengo la mirada mientras doy el último sorbo de mi capuchino, baja la mirada nervioso sonriendo y sonrío triunfante.

—Bien, de acuerdo.

—Bien, vamos.

Me levanto de la silla con mi bolso ya cruzado y me coloco a su lado para comenzar el camino.

—Entonces, dejaste a amigos en Seattle.

—Sí, amigas, amigos, la vida.

—Empezar de cero.

—Así es, eso quiero hacer, empezar de cero.

—Que bien, yo también salgo de una experiencia mala, pero no sé, a veces se cierran puertas para que puedan abrir mejores.

—Ya van tres que me dicen lo mismo.

—Es cierto, no puedes seguir viviendo sin esperar algo mejor.

—¿Y qué haces cuando la herida sigue abierta?

—Oh bueno, supongo que debe pasar un tiempo para dejarla desinfectarse y cuando conoces a alguien especial, sin que te des cuenta, sana.

—Pues me cuesta creer que haya alguien especial por ahí.

—Tal vez ya llegó y como no quieres abrir tu panorama no te has dado cuenta.

—¿En cuanto tiempo sanó tu herida?

—Hace medio año me provocaron una herida grande y puedo decirte que hace... Seis horas empezó a cicatrizar.

Se queda callado y suelta una pequeña y casi inaudible risa. Mira al frente ya sin decir nada y continuamos caminando.

Creo que ya la cagué. No puedo ir más lento cuando alguien me gusta, es que es tan guapo y tierno a la vez, ni siquiera sé cómo diablos describir su belleza. Es como un hermoso muñeco increíblemente detallado en cada línea facial. Maldición.

—Aquí es. —Por fin habla al estar frente a un edificio de cuatro pisos con ladrillos color rojo.

—Bien. Buenas noches, Bill, descansa.

—Igualmente y... Gracias.

—No agradezcas, gracias a ti por haber llegado a Los Angeles. y por dejarme acompañarte. —Sonríe nervioso bajando la mirada otra vez.

—Eh. Nos vemos mañana.

—Claro, los espero. —Lo veo abrir la puerta y la cierra tras de él.

—Genial, tengo que tomar un curso de como ligar despacio.

Doy un giro y camino por donde llegué, regañandome mentalmente por todas las palabras estúpidas que salieron de mi boca. Emprendo mi camino para ir a casa de una vez y descansar para mañana otro nuevo día.

One More TimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora