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—... Para proteger a Gustabo de Pogo! Yo quería proteger a Gustabo.. —Horacio respira agresivamente— Y te lo dije! Pero ya no eres Gustabo— intenta no llorar ante esa realidad que se presenta frente a él para terminar de hablar— Gustabo ya no está ahí.. 

Gustabo aprieta el volante, con la mirada fija en la carretera, aún estando ciego de rabia. Recuerda sus manos ensangrentadas, dos figuras delante de él mirándolo con miedo, y la luz y el ambiente divino de una iglesia actualmente desaparecida que en aquel momento le ponían enfermo. 

Sus ojos se clavan en el suelo, intentando no fijarse en los dos cuerpos que yacen en el medio de esa lúgubre estancia, la pollería. Hay un silencio sepulcral en el ambiente, Isidoro y Gordon le miran estupefactos, pero Gustabo sólo puede fruncir el ceño al inminente dolor de cabeza que comienza a sentir.

El velocímetro va subiendo de 80km/h a 120km/h en cuestión de segundos, plena autopista en dirección a casa, y no puede evitar recrear en su imaginación un ligero accidente que pueda acabar con su vida y con ese momento tan estresante. 

—Si entras no sales.

Tras un lapsus de 2 segundos consigue vislumbrar algo de sangre en el volante, o mejor dicho, en sus manos. Su estómago se retuerce inmediatamente y tiene que aparcar con prisa el coche en una cuneta para rápido bajar y vomitar en unos arbustos. Al acabar, entra en el coche mientras siente su cabeza dar vueltas, sabe que se le ha bajado la tensión pero tiene que llegar a casa antes de que Isidoro o Freddy se den cuenta de su ausencia. 

—Tú, Gustabo, eres. un. peón.— Conway le grita al oído mientras él sólo ve cómo Horacio se queda a dos metros de distancia, por miedo o seguridad, mirándolo con terror e incertidumbre. —Y sólo sirves para eso.

Tarda unos cuantos minutos en llegar a casa, pero cuando lo consigue y abre la puerta, le acoge la noche y la soledad. A pesar de compartir una casa tan grande con Isidoro, siente que no tiene espacio, que se ahoga, y que necesita una ducha bien fría para espabilar.

No se lo piensa ni un segundo antes de acribillar a esos dos jóvenes con su fusil. Los cuerpos caen al suelo inmediatamente y salpican la escena con violencia y muerte, y que cuando Gustabo consigue detenerse, se les escapa su último aliento. Se siente sucio, como un perro viejo callejero, no pestañea ni respira, con miedo a romper el minuto de silencio que inconscientemente comenzó en respeto a sus víctimas.

...

Despierta después de haber intentado conciliar el sueño durante toda la noche, su alarma suena estridentemente causándole su primer, pero no último, dolor de cabeza del día, y se levanta de un salto para empezar a vestirse y dirigirse a comisaría. El camino al trabajo es ameno, más tranquilo que el día anterior, lo que le ayuda a refrescar su mente y entrar al parking como si nada hubiese pasado. 

—Teteeee! —oye a Isidoro llamándole desde la otra punta para venir directamente hacia él. —¿'Onde te fuiste ayer 'illo? Cuando fui a por ti ya no estabas. —Le mira con esa sonrisa picarona, característica de su tapadera. Jocoso, juguetón, imprudente. Una gran descripción de lo que es Isidoro. 

—Me piré tío, olía mucho a muerto. —Consigue usar su tono más desinteresado y cruel, tratando de mostrar que lo que más quería ayer era tumbarse en el sofá y ver Sálvame en vez de hacer una redada y matar a dos críos. 

Isidoro nota inmediatamente la incomodidad que se va formando en el ambiente debido al tema, él tampoco estuvo muy cómodo viendo la escena del día anterior, y menos cuando llegó a casa y encontró el suelo lleno de barro, sangre y vómito.

Gustabo? [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora