13|Beso

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CAPÍTULO TRECE

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CAPÍTULO TRECE.
beso

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Me quedé pensando en mi venganza, tenía que hacer que Pablo y Tomás se arrepintieran de lo que me hicieron, pero en este lugar no había muchas opciones de donde escoger, porque mi venganza podría salir muy bien, que eran unos cuantos huesos rotos y una probable contusión, o muy mal, que eso solo significaría la muerte.

No podía evitar pensar en Sergio Bustamante, realmente humilló a Pablo enfrente de todos, no lograba entender por qué mi padre estaba relacionado con un hombre como él, Mora Ortiz, era todo lo contrario, era una excelente madre, aunque su vida girará en torno a ser la esposa del intendente, era un privilegio decir que papá nunca haría una cosa como está y mamá era excelente.

Esto era el maldito colmo, una maldita broma de mal gusto hacía mi misma, debía estar concentrada en la venganza y aun así pude tomarme el tiempo de compadecer a mi enemigo, era simplemente una tonta.

En medio del jardín del hotel, cerca de la piscina, mientras me golpeaba internamente por ser tan sentimental, escuche una voz desentonada, era la de un hombre cantando, me acerqué a rastras hacía el sonido, comenzando a reconocer aquel timbre de voz.

Cuando abrí los arbustos, me encontré con una escena totalmente patética de Pablo, sentado en el suelo, recargado a una silla de playa, tocando la guitarra y cantando. Tenía puesta una camisa azul, unos bóxeres oscuros, y a un lado de él descansaba una botella de alcohol.

Era un completo desastre.

—Así que yo no hago música —murmuró entrecortado, casi no se le entendía, estaba arrastrando las palabras—. No hago música. No hago música —se levantó del suelo con ayuda de la silla de playa, mirando directamente a su guitarra—. Si no hago música, vamos a tirar la guitarra —me quedé helada, esto debía ser una broma—, ¿Por qué tocó la guitarra si no hago música?

Justo cuando estaba a punto de tirar la guitarra a la piscina, me levanté de mi escondite, tomando el mango de la guitarra, impidiendo que la lanzará.

—¿Qué te sucede, Pablo? —le pregunté desconcertada por su comportamiento.

Le quité la guitarra de las manos, provocando que se volviera a sentar en el suelo, tomando la botella de alcohol y diera un gran trago.

—Detente, te estás dañando las pocas neuronas funcionales que te quedan —dije quitando la botella de su boca y poniéndola detrás de mí—. ¿Qué ibas a hacer con la guitarra?

—¿Loreto? ¿Eres tú, Loreto? —preguntó alegremente, acariciando mi rostro, comprobando de que no fuera producto de su imaginación.

—Sí, soy Loreto —contesté quitando sutilmente sus manos de mi rostro—. Contesta mi pregunta.

—¿Qué pregunta? —me golpeé la frente de frustración—. Estoy feliz de que seas tú quien está aquí. Te quiero, Loreto. Te quiero mucho.

—Escúchame, Pablo —lo aparte de mí—. Estoy muy molesta por lo que hicieron Tomás y tú, sobreponer llave a mi cuarto para que no fuera a la fiesta, pero acabo de escucharte decir que no cantas, ¿Por qué dijiste eso, Pablo?

rebel girl ↯ rebelde wayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora