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Concentrado en mirar el suelo, Kevin intentaba pasar por los pasillos, tratando de ser más fuerte que los empujones, que los codazos.

Apenas llevaba seis meses en el colegio, y ya comenzaba a odiar todo.

Antes iba a una escuela con chicos como el, quizás no eran todos mudos, quizás algunos hablaban de más, pero con ellos se sentía cómodo, ellos estaban tan mal como el.

No entendía cuando su medico le dijo que ir a una escuela para chicos normales iba ser bueno para el.

Esos chicos eran crueles, malos, que lo golpeaban en el baño de los chicos, robaban su dinero o su almuerzo, eran los que dejaban pegamento en su silla, los que habían volcado una botella de Coca-Cola en su mochila, y los que habían metido su ropa en el inodoro luego de una clase gimnasia.

No hablaban con el, más que para decirle cosas feas, le apartaban de todos lados y sólo la hacían sentir como una miseria.

Ya no le decía al director lo que hacían, descubrió que sólo empeoraba las cosas.

No tuvo tiempo para esquivar el pie que trabó su paso, cayendo al suelo, las manos en sus bolsillos no le dejaron frenar, así que su mejilla se estampó contra las lustrosas baldosas.

Escuchó las risas y quiso llorar.

-¿Pero qué mierda te pasa?-

La confusión de Kevin aumento, abriendo los ojos un poco de más.

¿Alguien lo defendía?

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