CAPÍTULO 6: SI LAS PAREDES HABLARAN

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Ni Sasuke ni Hinata sabían muy bien como habían acabado en esa situación, pero la necesidad de sus labios solo se veía saciada cuando los del otro estaban encima de los suyos.

Aquella era una sensación extraña, algo que ninguno de los dos antes había sentido. Si bien Sasuke había tenido experiencias de sobra, jamás había sentido aquel deseo tan primitivo de querer poseer a alguien, de alguna manera el tacto de Hinata lo enloquecía y su olor hacía que deseara aún más.

Por su parte Hinata experimentaba nuevas sensaciones. No había tenido muchas vivencias, Toneri era el único con el que había estado, pero lo que Sasuke generaba en su cuerpo eran completamente distinto a lo que el albino le había hecho sentir. La verdad es que ni siquiera sabía muy bien como habían acabado en esa situación, ella solo quería ayudarlo, ya que lo había visto bastante perdido.

Quería aliviar su dolor tal como Naruto había hecho con ella, pero se estaba dejando llevar de una manera que jamás había pensado posible.

Por su parte Sasuke se centraba en degustar el cuerpo de Hinata, después de dejar los labios de la chica, se apoderó de su cuello, dándole húmedos besos, logrando que algún gemido saliera de los labios de ella. No entendía por qué, pero el sonido que Hinata producía lo hacía desear más.

La chica le había atraído desde el primer momento en que la había visto, incluso le había parecido entretenido que no cayera por sus encantos a la primera. Si era sincero, la había deseado desde que la había visto, pero aun así no sabía cómo había acabado así con ella.

—Es tu última oportunidad Hyuga, si no detienes esto, yo no voy a poder —dijo separándose ligeramente de ella.

Hinata lo miró a los ojos. Igual que los de ella, estaban empañados por el deseo. Una vocecilla en su cabeza le alertaba lo peligrosa que se estaba volviendo la situación, así no era ella, nunca actuaba así. Pero por primera vez decidió ignorar su raciocinio y siguió los impulsos de su cuerpo, tomando de nuevo los labios del chico.

—Quiero esto —dijo con un tono sensual que no sabía que poseía.

Se había estado mintiendo desde que Sasuke había llegado, se había hecho la fuerte cada vez que él se acercaba de más o intentaba coquetearla. Pero ya no podía seguir haciéndolo, no cuando lo tenía frente a ella y la miraba como nadie lo había hecho.

La hacía sentir poderosa, pero sobretodo deseada.

Una sonrisa traviesa se instaló en la faz de Sasuke, parecía que la ratona, no era una después de todo, era mucho más osada de lo que creía.

Sin reparo volvió a apoderarse de los labios de la chica y sin ninguna clase de pudor bajó directo hacia su entrepierna. Hinata se crispó al sentir aquel contacto, pero las sensaciones que Sasuke le generaba cada vez que uno de sus dedos se movía lograba que toda su vergüenza pasara a segundo plano y se limitara a entregarse al placer.

Ella también quería tocarlo, proporcionarle el mismo placer que él le generaba. Con algo de timidez descendió su mano y como pudo desabrochó el botón de su pantalón y retiró su ropa interior, dejando libre la gran erección que tenía.

Miró impresionaba el enorme bulto que tenía en frente. El de Toneri ya le había parecido grande, pero el de Sasuke lo era aún más, haciendo que se preguntara si podría recibirlo al completo.

—¿Impresionada? —. Soltó con petulancia, haciendo que Hinata se sintiera algo cohibida, pero no quería demostrárselo.

—¿Por esto? No está mal—. Sasuke se vio impresionado por sus palabras, pero al ver el carmín en sus mejillas y su mirada avergonzada supo que estaba mintiendo, haciendo que se volviera aún más deseable.

Hinata notó sobre ella esa mirada arrogante y nerviosa de que pensara que era una inexperta en un arrebato tomó su miembro entre sus manos, comenzando a masajearlo con suavidad.

—Lo haces bien princesa —dijo Sasuke con una voz ronca y cargada de deseo.

No tenía casi experiencia haciendo pajas, pero recordó los detalles guarros que Ino a veces soltaba cuando hacían pijamadas, así que siguiendo los consejos de su amiga siguió con su labor.

Por su parte Sasuke no sabía si se sentía tan bien por lo buena que era Hinata o por el simple hecho de que la chica lo prendía demasiado. Pero ahora mismo aquello no importaba, solo quería dejarse llevar.

Estaba tan cerca, Hinata estaba a punto de llevarlo al placer máximo cuando unos golpes a su puerta hicieron que la chica parara su movimiento.

—Señor Uchiha, le ha llegado un paquete —dijo el conserje. —Necesitan su firma.

Aquellos golpes no solo habían cortado el momento, sino que había hecho que Hinata se percatara de lo que había estado a punto de hacer.

—Yo-yo e-esto.

Ahora Hinata estaba bastante alejada de Sasuke y se notaba lo avergonzada que se encontraba. No era necesario ser un experto para saber que no iban a continuar con lo anterior y aunque era un poco patán, jamás obligaría a una mujer a hacer algo que no quisiera. Sus padres no lo habían educado de aquella manera. Además, ahora sabía que no le era indiferente a Hinata, estaba seguro qué después de esto solo necesitaba presionar un poco más para que la chica de nuevo volviera a él.

No había diversión en conseguir todo de golpe, solo necesitaba jugar un poco más.

—¿Uchiha-san? —insistió el conserje, tocando de nuevo.

—¡Ahora salgo! —dijo Sasuke molesto mientras se arreglaba la ropa.

Con un ligero movimiento de cabeza le indicó a Hinata que se escondiera, haciendo la chica aún avergonzada se metiera en el cuarto de baño.

Con rapidez puso el cerrojo y dejó que sus rodillas le fallaran haciendo que cayera al suelo. Avergonzada se sujetaba la cabeza mientras negaba como una loca.

¿Como se le ocurría? ¿En qué pensaba?

¡En nada! Esa era la respuesta, no había pensado, solo se había dejado llevar.

—Hyuga, ya se ha ido el conserje. No hay nadie en el pasillo, te podrás marchar sin que nadie te vea —dijo Sasuke.

Aquello logró que de nuevo el corazón de la chica comenzara a tamborilear. No se sentía capaz de enfrentarlo, no cuando segundos atrás había tenido su miembro entre sus manos.

Al otro lado Sasuke resopló, entendía que se sintiera avergonzada, pero en algún momento tendría que salir de allí y enfrentarlo.

Él era de la opinión que mejor siempre hacerlo con la cabeza en alto.

—No te puedes esconder allí, créeme si se pudiera huir para siempre—. Pero se cortó en seco. Porque sabía que era lo mismo que él estaba haciendo, por eso estaba allí y no en casa. Aunque para su desdicha sabía que en algún momento tendría que afrontar su realidad. —No huyas, no te haré nada. 

Notas de la autora: Bien, sé que me he vuelto a desaparecer de nuevo, pero a medida que pasa el tiempo cada vez tengo menos tiempo libre. Lo siento, de todas maneras, intentaré no abandonar ninguna de mis historias. 

Como siempre, gracias por todo.

Ya nos leemos.

Mi chico maloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora