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Pensé en Hyunjin, mi mejor amigo desde la secundaria y el mismo con el que me encontraba saliendo en ese momento; pensé en que el habernos envueltos en una relación fue un grave error. Hyunjin era una de las razones por las que accedí a realizar este viaje, necesitaba alejarme para pensar en la decisión que tomaría con respecto a los dos, de lo contrario, terminaría por seguir a su lado complaciendo el ideal que imaginó en su mente debido al sentimiento de culpa que me invadía con cada interacción.

Hyunjin jamás en su vida tuvo una relación amorosa, él vivía enamorado de la idea del amor... o bueno, de la idea de experimentar esa emoción conmigo. Dos veces fueron las que terminó por confesar sus sentimientos hacia mí durante la secundaria, pero no fueron correspondidos, no hasta que el segundo periodo de la universidad comenzó y algo cambió en mí, un poquito.

Si tuviera que defender el porqué de mis repentinos sentimientos, en definitiva no podría hacerlo, simplemente sucedió. Me gustaba, no demasiado, pienso que era un sentimiento que comenzaba a florecer; sin embargo, cuando llegó el momento de discutirlo, Hyunjin confesó que nunca pudo deshacerse de lo que sentía por mí, que lo intentó y fracasó.

Hyunjin desbordaba amor y yo empezaba a ahogarme en él.

Él había dedicado tiempo a construir la idea de un futuro a mi lado desde hace muchos años en su cabeza y cuando se presentó la oportunidad de hacerlo realidad olvidó precisamente eso: la realidad. Yo me sentía como una idea, como alguien que debía alcanzar un pedestal donde encontraría a un Félix desconocido. Toda esa situación me enfermaba.

Nunca fui de las personas que podían decir "no" con facilidad, uno de mis tantos defectos era el ser complaciente. Así que cuando su propuesta de noviazgo llegó, solo pude asentir, porque las lágrimas recorrían mis mejillas, me temblaba el cuerpo, respiraba agitado y el nudo en mi garganta apretaba tanto que amenazaba con decapitarme en cualquier momento.

Ah, sí. Los ataques de ansiedad. Al menos fue durante un llamada, donde Hyunjin no podía verme. Cuando pude hablar, dije que sí, que fue una conversación difícil, pero que aceptaba. Esa noche me pregunté si Hyunjin lo habría notado o si lo ignoró, pero decidí creer que no se había dado cuenta. Era mi mejor amigo, estaba al tanto de mi terrible salud mental ¿cómo no se daría cuenta? ¿por qué me presionaría de esa forma?

Los días pasaban y cada hora me costaba más hablar con él, no tenía ganas de responder a sus mensajes, de contestar sus llamadas o de contarle mi día, porque para Hyunjin nada era suficiente, nada podía llenarlo, aún así, yo lo intentaba, solo que no funcionaba. Cuando nos veíamos en persona faltaba ese algo, yo no sentía nada más que incomodidad y deseaba tener a mi amigo de vuelta, tanto que ni siquiera podía imaginarme a mí mismo besándolo.

Nunca nos besamos. Ni una vez. Sé que él lo esperaba, pero yo no podía. Fue en lo único que no insistió.

Se desanimó demasiado cuando le conté que no me quedaría en casa durante las vacaciones, preguntó si no era posible acortar el tiempo de mi estancia en ese lugar y yo le respondí que no dependía de mí. Ni siquiera se me pasó por la cabeza la idea de preguntarle a mis padres si podíamos regresar antes, era lo que menos quería. La última vez que hablé con Hyunjin fue la noche antes del viaje y la última vez que leí sus mensajes fue antes de partir, me dedicó una canción y me dijo que me quería.

Ay, Hyunjin, yo lo quería tanto, pero no de esa forma... no más.

Todo ese asunto me causó un conflicto interno demasiado fuerte cuando me encontré con Chris quien en solo segundos me hizo sentir lo jamás había experimentado antes y, en solo unas horas, me presentó el sentimiento de dicha que se genera cuando tomas la mano de alguien y partes en una aventura llena de nuevas experiencias. Sin embargo, no fui capaz de continuar pensando en ello pues, su familia invitó a la mía a la cena, pasé de estar a solas con él a convivir con más de diez personas en poco tiempo, sinceramente me agobió el tener que interactuar con personas que decían conocerme, pero yo ni siquiera ubicaba sus rostros en el baúl de mi memoria.

Me di una idea de cómo funcionaba el ambiente en ese lugar: familia numerosa, comida abundante por si alguien más llegaba de visita y sobre todo mucho movimiento. Nadie se quedaba quieto en esa casa a excepción del gato, el que por cierto terminó por adorarme al ser la única persona que le proporcionaba los mimos que requería.

— ¿Cómo te llamas? — me preguntó un niño de ojos grandes y sonrisa cuadrada.

— Felix — respondí sonriendo — ¿Y tú, pequeño?

— Francis.

Resultó ser el hijo de la tía de Christopher, más tarde me dijo que tenía cuatro años, sin embargo, a mi parecer podía confundirse con un niño de seis, era inteligente y hablaba fluido. Más tarde, Francis se convertiría en una excusa para que Chris y yo saliéramos a pasear, solo que no lo sabía en ese momento.

— ¿Quieres ver algo en la tele? — Chris me habló desde su asiento en el sofá de la sala, estaba solo en ese lugar mientras el resto se reunió en la mesa del comedor para conversar.

Dudé por un momento.

— Claro.

Me acerqué, tímido, obligando a mi cuerpo a tomar cierta distancia del suyo. Esa noche descubrimos que amábamos las películas animadas antiguas, pero también compartíamos el rechazo a las películas románticas que presentaban al amor como una emoción sencilla y a las relaciones como perfectas. Reímos bajito e ignoramos a nuestros familiares que esperaban por nosotros por perdernos en una especie de competencia sobre quién conocía más diálogos de Shrek.

Así fue que empecé a perderme en aquella nube de mariposas que me elevaba a lo más alto con el mínimo toque. Un roce de manos, su rodilla tocando la mía, su mano sobre mi muslo.

¡Quién diría que yo, el más reacio a los asuntos banales del amor, terminaría entendiendo a los enamorados empedernidos y que actuaría como uno de ellos! Me sorprendí a mí mismo, sin embargo, ese sentimiento que se acercaba a la euforia se contradecía con la culpa y me dejaba en un estado moribundo, impidiendo que disfrutara de vivir aquella experiencia con libertad.

Lo cierto es que, solo me odiaba más a mí mismo al advertir que aquel momento de reflexión sobre lo que estaba bien o no se presentaba únicamente cuando estaba a solas, cuando la presencia de Chris abandonaba mi espacio y dejaba de respirar el mismo aire que el suyo, cuando la noche caía y no podía hacer más que pensar en que era la peor persona que pudo escoger Hyunjin.

sentir ; chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora