𝟓

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Él dijo que conocía un camino que quería mostrarme, uno que pocos frecuentaban o siquiera conocían.

La naturaleza por sí misma ya tiene un toque mágico, sin embargo, la conexión que alguna vez sentí al estar en medio de un bosque no se comparaba con la que sentí al caminar por ese sendero junto a Christopher. Me recordaba a las películas de fantasía, escenas donde las hadas volaban dejando atrás partículas doradas de su polvo mágico o escenas donde los duendes corrían y se escondían debajo del sombrero de los hongos cuando un extraño llegaba a su territorio.

Era un desastre. Yo era un desastre. Mis emociones florecían como si fuera primavera y yo solo observaba como pocos rayos de sol lograban colarse por los frondosos árboles mientras me preguntaba si merecía todo lo que estaba viviendo o si solo era demasiado bueno para ser cierto.

¡Bendita intuición y maldita capacidad de ignorarla!

Caminamos despacio y en silencio, quizás porque yo me encontraba ensimismado con el lugar y él conmigo... Aún quiero creer eso, que Chris en serio pensaba "Félix es lindo, es más que lindo", sin embargo, ahora que escribo mis memorias aquí, tengo que ser sincero. Lo más probable es que Chan pensara "¡Qué buen culo tiene Felix!" y eso me entristece, así que no hablaré de eso hasta más tarde.

El camino conducía a un claro y a unos quince pasos más allá corría un río.

— ¿Quieres ir a verlo? — preguntó.

— ¡Claro que quiero! Hay tanto que conocer aquí... estaba equivocado.

— ¿Lo ves? citadino.

— Eres un completo prejuicioso.

— Quizás un poco.

Tomó mi mano y me llevó hasta el río, mis zapatillas se ensuciaron de lodo en los bordes y algunas hojas mancharon mi ropa, pero no lo noté hasta que él me lo hizo saber.

— Demonios, tus padres van a pensar que solo te traigo a sitios sucios — exclamó algo preocupado.

— Vamos ¿qué es un poco de lodo?

— Lix ¿qué tal si te -

— ¿Lix?

— Oh, sí. Es un sobrenombre que se me ocurrió para ti. No es la gran cosa, ya sabes: Felix... lix.. solo tomé las últimas letras ¿no te agrada?

— ¡Al contrario! — negué rápidamente —. Me halaga que hayas pensado en algo así.

— Bueno — sonrió —. Hemos llegado, sé que el sol en este momento es algo fuerte, así que nos cubriré con mi chaqueta.

Nos sentamos a la orilla del río, la corriente se mezclaba con el sonido del viento de la tarde y el trinar de los pequeños pájaros que cuidaban de sus nidos en la cercanía. Recosté mi cabeza en su hombro y dejé que rodeara mi cintura con brazo izquierdo; la piel se me puso de gallina.

Solo éramos él y yo en ese espacio, en ese momento. Se sentía tan irreal, como si hubiera sido aislado en una utopía romántica donde los finales felices existen y el amor no termina. Sí, tuve que frenar mis pensamientos en ese instante porque, vamos ¿Quién piensa en utilizar la palabra amor tan pronto?

No hablamos, solo nos dedicamos a mirar el paisaje sin quejarnos del calor. Noté que me miraba, pero me fue imposible girarme hacia su dirección para hacer lo mismo, me ganaron los nervios y solo intenté buscar una salida en el primer tema de conversación que se me ocurrió.

— Y bien ¿qué estudias? — pregunté

— Tal vez lo conozcas como ingeniería en telecomunicaciones.

— No tienes cara de ingeniero.

— Bueno, no fue mi primera opción — dejó de mirarme, pero sus caricias en mi cintura no se detuvieron —. Siempre estuve interesado en una carrera de salud. Medicina, enfermería, laboratorio... pero bueno, a veces así son las cosas.

— Doctor Christopher Bahng... no suena mal. Te queda.

— Suena muy serio.

— Tienes cara de pocos amigos en realidad.

— ¿Qué? — casi ofendido regresó a verme — ¿De verdad piensas eso?.

Claro que no lo veía así, al contrario, me parecía alguien tan amable, humilde y tranquilo, incluso coqueto como parte de su personalidad. Él me parecía tantas cosas a la vez que me mareaba con su encanto; me encontraba admirando como un tonto no solo su físico, sino también su ser.

— Ya, en realidad no, solo era una broma — confesé, pegándome más a su cuerpo, no me importaba el calor que hacía. En ese momento pensé que Chris sería la única persona en el mundo con la iría de la mano en verano, la única persona con la que no me avergonzaría de mi propio sudor.

— ¿Qué te parezco entonces?

Aún recuerdo cómo el color subió a mis mejillas y mis manos temblaron ligeramente, mi corazón se aceleró y de pronto compartir mi espacio personal con él se volvió una tarea difícil.

— Uhm — tragué saliva —. Bueno. Un chico normal, ya sabes. Amable, un poco coqueto, responsable y cariñoso. Alguien que se preocupa mucho por sus seres queridos. Creo que eso es.

Y vaya que batallé para responder. Al finalizar tenía toda la cara roja y una fina capa de sudor en mi cuello.

— Así que coqueto ¿no? — repitió, riendo entre cada palabra.

— ¿Acaso no escuchaste el resto? — Ni siquiera podía mirarlo.

— Lo hice. Lo agradezco, pero tomé la parte más interesante — dijo — ¿Cuándo he sido coqueto contigo?

Quería gritarle "¡Desde que llegué aquí, idiota!", pero hubiera sido demasiado.

Giré mi rostro en su dirección para asegurarme de que viera mi reacción, pero en cuanto lo hice me arrepentí. Clavaba su mirada en mí, esos ojos color miel se paseaban por todo mi rostro con una lentitud desesperante y yo empecé a sentir que me derretía. Me obligué a romper el contacto visual y me acomodé el cabello hacia atrás con mi mano derecha; me robó el habla.

Escuché su risa. Me molestó ser el único al borde de una crisis así que volví a mirarlo.

— ¿Qué te parezco yo? — pregunté en voz baja, quizás porque si lo hacía en el tono normal terminaría por quebrarse.

Y ahí estaba otra vez, su mirada recorriendo mi rostro.

— Primero, que eres hermoso, tus pecas son hermosas — empezó a enumerar y mientras él se encargaba de marcar con fuego esas palabras en mi piel, yo solo pensaba en lo afortunado que me sentía de tenerlo ahí enfrente mirándome como si fuera lo único que valía la pena mirar —. Te pareces mucho a tu madre en carácter, tienen ese brillo cuando hablan. Me pareces una persona cálida y muy cariñosa, alguien con un corazón de oro.

— No suelo ser cariñoso ¿sabes?

Y era verdad. Sigue siendo verdad. Me cuesta mucho decirle te quiero incluso a mi madre; el te amo ni siquiera está en la lista de opciones, sin embargo, con Chris me salía natural y eso, así como me desconcertaba, me agradaba.

— Pero si lo eres conmigo ¡qué dices!

— Ya. Que contigo me sale natural, no sé por qué.

Guardó silencio por un momento, tiempo suficiente para que mi cerebro trabaje a mil por hora y pensara que cometió un grave error al confesar una cosa como esas.

¡Qué vulnerable me sentía a tu lado para dejar salir tales palabras!

— A mí me pasa lo mismo.

Ninguno dijo nada después de eso. Que real se sentía lo irreal del momento.

sentir ; chanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora