Capítulo 2:

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Estaba mareado incluso dormido. En plena inconsciencia el dolor de cabeza me azotaba y el frío me hacía tiritar. Me dolía todo el cuerpo, especialmente la garganta, irritada, como la sentía cuando lloraba. ¿Había estado llorando? No lo recordaba.

- Tiene mucha fiebre, quizás debería llevarlo al hospital. - oí la voz suave y preocupada de mamá, un poco lejana, como en otra realidad.

- No le pasará nada por un poco de fiebre. Será gripe o algo por el estilo, no te preocupes. Yo cuidaré de él. - esa voz ya era más difícil de situar. ¿Sería Gordon?

- No sé si debería, ¿Y si empeora?

- Puedo llevarlo yo al hospital si llegara a pasar, pero... no lo creo.

- Hum...

- ¿No confías en mi? - su tonó imponente varió a uno lastimero.

- ¡Oh, claro que si, cielo! Sólo estoy preocupada... ¿Seguro que podrás cuidar de él tú sólo?

- Claro.

- De acuerdo, entonces te lo dejo a tu cargo. Si llegara a empeorar, llámame al móvil. Está apuntado al lado del teléfono, junto a los números de emergencia. Bill es tan olvidadizo que de pequeño tenía que apuntárselos con rotulador en el brazo.

- ¿Enferma a menudo?

- No, quizás es que yo soy demasiado sobreprotectora. Bueno, me voy a trabajar cariño. Si pasa algo, llámame.

- Adiós... mamá. - ¿mamá? En el momento en el que oí el portazo de la puerta de la calle al cerrarse, abrí los ojos que había mantenido entrecerrados hasta ese momento.

No era Gordon, ¿Quién...?

- ¡Ah! - metí un bote sobre la cama, deshaciéndome del exceso de sábanas que tenía encima. La toalla mojada que había sobre mi frente cayó al suelo y todo empezó a darme vueltas y vueltas hasta que volví a desplomarme sobre la cama, mareado y con un dolor de cabeza horrible. Tenía la nariz entaponada por los mocos, que asco.

Tenía que salir de allí, buscar a mi madre y... no, no, mejor a Georg. Lo mataría con un bate de béisbol, sí. Tenía que llamar a Georg y...

La puerta se abrió cuando agarré el móvil, dispuesto a marcar. Él se detuvo en el umbral, mirándome con una ceja alzada.

- ¿Ya te has despertado?

- No... soy sonámbulo, ¿no te jode? ¡Ni te me acerques! - grité, con voz aguda y congestionada, blandiendo un móvil como arma homicida.

Se empezó a reír en mi cara.

- ¿Qué coño haces? Anda, suelta el móvil a ver si te lo vas a comer. - cerró la puerta lentamente tras él, sonriente. Mi primera reacción fue coger la almohada y tirársela a la cabeza. - Cuidado, no vayas a dejarme tonto. - cogí el cuaderno de biología que había sobre la mesa y se lo lancé. Lo cogió al vuelo y lo tiró al suelo, pisoteándolo. Mis apuntes a la mierda. Lo próximo fue arrancar el teclado del ordenador y tirárselo a la cara. - ¿Pero que haces? - lo esquivó, cogiéndolo con cuidado, junto a la pantalla, eso le impidió moverse lo suficientemente rápido como para esquivar el escritorio. Aproveché que tal vez le había roto una costilla para abrir la ventana y precipitarme por ella para saltar al jardín. Demasiada altura, me rompería una pierna... o las dos.

Marqué a velocidad supersónica el número de Georg, pensándome mejor si saltar o no al verlo correr hacía a mí con expresión asesina. ¿Matarme o quedarme a merced de mi malvado hermano gemelo que, por lo pronto, ya se había llevado consigo mi santísima virginidad trasera? Matarme, si, matarme.

- ¡Cabronazo! - Me cogió al vuelo cuando ya me veía volando libre como un pájaro próximo a estamparme contra el suelo.

- ¡No! ¡Nooooo! - pataleé, intentando que me dejara caer, pero sus brazos me agarraban como un koala por la espalda y tiraban de mí hacía atrás.

Muñeco by saraeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora