Roseanne nunca pensó ser comprada por la imponente y millonaria Lalisa Manobal. Quién resultó tener una clara debilidad por la menor.
CHAELISA
G!P
PROHIBIDO ADAPTACIONES SIN MI PERMISO
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¿Señorita Lalisa? ¿Se encuentra bien? —preguntó Momo dentro de mi oficina. Ambas estábamos ordenando los documento para la próxima reunión.
—Si... Si Momo.
—No parece, quizá... ¿Necesita un descanso? Toda la semana a estado un poco saturado por aquí.
—Lo sé, por eso quiero que tengas el jet para esta noche. Encárgate de que la empresa no se desmorone en mi ausencia —sonreí ante su estado confuso.
—¿Perdón señorita?
—Llevaré a Rosé a París, necesito un descanso ¿Verdad? Entonces quiero el jet preparado para nuestro viaje, tal vez de un par de días o semanas.
—Pero señorita, la e-empresa...
—Confio en tí —me levanté tomando mi saco y colocándomelo —Que solo las llamadas importantes entren a mi número personal.
Suspiré cuando cruce la puerta de mi oficina recordando lo que hace unas noches había sucedido con Rosé.
FLASHBACK.
—Mmjhu ¿Te duele? ¿Duele que te toque así?— su voz retumbó contra mis ahora sensibles oídos.
A todos los astros, seres divinos, estrella de navidad. Piedad por esta pobre súbdita.
—Roseanne... —lloriqueo. A mis malditos treinta años estaba lloriqueando por el toque de una mujer más joven que yo. Y no me estaba quejando.
Al carajo mi autocontrol.
—Lili... —jadeó.
Mis manos se detuvieron de golpe y caí contra la realidad.
Me sentía una persona horrible.
—¿Lisa? ¿Qué pasa Lisa?
—Y-yo ¡yo debo ir a enviar un correo! ¡Ya vuelvo!
FIN DEL FLASHBACK.
—Carajo, desde ese día hay un tanto de incomodidad entre ambas. —choqué mi cabeza contra el volante de mi auto y miré la entrada de mi casa.
Ella debería estar dentro, cómo se supone que le diría que nos iríamos a París.
Todos estos días ella es feliz yendo a visitar a su hermana a casa de Jisoo. Y yo estaba feliz de verla así de contenta, mandaba al chófer a cuidarlas cuando salían a recorrer la ciudad y por la tardes tomaba las clases particulares. Pero después de ese día el intercambio de palabras era casi nulo hasta que llegara la noche y se acurruque sobre mi pecho para dormir.
Mis piernas terminaron de caminar cuando ya me encontraba tirando el maletín junto con el saco y la corbata que estorbaban en mi cuerpo.
—¡Lili, llegaste temprano! —apareció la rubia sonriéndome.