III

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Me encontraba mirando a la pequeña mujer que había conocido hace una semana y la que ahora estaba comiendo en mi mesa, ha pasado a visitarme mucho, ni siquiera pregunto si estaba de acuerdo en que pasará tanto tiempo conmigo.

— Es la segunda vez en el día que  vienes, es mejor que te mudes aquí de una vez.

— Hablas en serio, entonces lo haré.

— No sabes nada de sarcasmo verdad, termina de comer y te vas.

— Es que ya te lo dije, cuando te vi por primera vez mi corazón se aceleró, lo que significa que te amo, así que mi corazón pide estar con la persona que ama.

— No creo que esa sea la función del corazón, pero no digas esas cosas de que me amas o es amor a primera vista porque no existe.

Me puse a pensar en lo fácil que se le hacía decirme que me amaba, al menos a mí se me dificultaba decir algo así o mostrar afecto con otras personas que no sean mi familia.

Pasaron unos veinte minutos y la pequeña mujer se despidió dejándome sola, era paz para mí, me había cansado de responder tantas preguntas.

La siguiente semana fue igual ella venía, comía, o me pedía que la dibujara. Comenzaba a caerme bien aunque podía llegar a ser algo pegajosa a veces.

Un día me encontraba serca a la escuela de Nueng, así que decidí esperarla para regresar juntas, a los diez minutos la mayoría de estudiantes comenzaban a salir.

Miraba por todos lados  hasta que la visualize, estaba al lado de un chico, él tenía un agarre en la mano de Nueng, ella parecía incómoda porque no la dejaba irse, o eso parecia desde aquí, me apresure a llegar al lugar.

Al escucharla decir ¡Sueltame no me interesas! Agarre el brazo del chico apretandolo con fuerza para que la soltara.

— Ar-Nueng, ayuda —  abraza a la mujer.

— No te vuelvas acercar a ella oíste, porque si me llegó enterar que sigues molestandola no me haré responsable de lo que te pueda pasar —  quite el agarre de la pequeña mujer de mi cintura, quería regañarla por no decirme nada pero quedé confundida por la enorme sonrisa que tenía en el rostro.

— Viniste a verme, me defendiste, eso quiere decir que Ar-Nueng, me ama verdad.

— Claro que no, mejor apuremonos para ir a casa parece que lloverá.

Llegamos mojadas por la lluvia, me despedí de Nueng para ir a mi habitación para ducharme.

— Ar-Nueng, olvide la llave y mi abuela no está, puedo ducharme en tu  departamento.

Mi instinto decía que no lo haga pero no podía dejarla ahí, así que asenti y le abri la puerta, ella corrió y entró muy rápido sin tener cuidado.

— Entra  primero, iré por algo de ropa seca y una toalla.

Lo más probable es que mi ropa le quedé enorme. Toque la puerta del baño y no me respondía, a veces esta mujer podía acabar con mi paciencia.

— Ya voy — grita la menor mientras abre la puerta.

— ¡Espera! — al abrirse la puerta esta cae al piso del baño.

— Ar-Nueng, te lastimaste — se acerca a la mayor.

No tenía idea de lo que me decía Nueng, solo veía sus labios moverse pero mi cerebro no lograba procesar nada, solo que estaba desnuda y al parecer no le importaba. Llevé mis manos a mi rostro para ya no verla.

— ¡Lo siento, lo siento y mil veces lo siento! — toma la toalla y se envuelve con ella, sale del baño indicando a la mujer que seguía en el piso con las manos en la cara que iría a cambiarse.

Me levante del piso para ir al sillón y sentarme aún intentando procesar que acabo de ver a mí vecina desnuda, mi corazón latia con fuerza, y las imagines en mi cabeza aparecían una y otra vez.

— Ar-Nueng — dice la menor llamando la atención de la mayor.

— ¡Por qué sigues desnuda!

vecina ardiente (𝘉LANK 𝘵𝘩𝘦 𝘴𝘦𝘳𝘪𝘦𝘴) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora