5. volver a tenerte cerca, no hay nada perdido

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Marzo 2024, gira en Estados Unidos. Julián detesta el frío y no tener a Enzo cerca.

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Julián estaba muerto de frío desde que había llegado a Filadelfia.

Apenas puso un pie en la que iba a ser su habitación esos primeros días de la gira en Estados Unidos, se metió en el baño, se sacó las seis capas de ropa que tenía puestas, se preparó el baño caliente más hirviente del mundo y prendió la calefacción al palo antes de meterse en la bañera y respirar con alivio.

Julián odiaba el frío con todo su corazón.

Pero más odiaba pasar frío sin su estufita personal que tenía como novio.

Estufita que no iba a llegar hasta el día siguiente a hacerle compañía.

Así que Julián pasó todo ese domingo de mal humor, solo, con cara de culo y completamente muerto de frío. Tenía sus remeras y calzas térmicas, tenía ropa enorme que le robaba a Enzo para poder usar muchas capas y no fuera incómodo, y también tenía pares de medias de peluche y polares.

Pero a Julián lo que le faltaba era el calor de Enzo.

Ese primer día solo se la pasó mandándole mensajes a Enzo diciéndole que lo extrañaba y preguntándole cuándo llegaba, durmiendo la siesta y —para amargarse un poquito más la vida— leyendo las opiniones de los periodistas e hinchas del City sobre los pocos minutos que jugaba últimamente en su club.

Julián odiaba tener tiempo de sobra por esa misma razón, porque terminaba cayendo en donde no quería caer. Cuando se quedaba solo, era un peligro para su cabeza, porque nadie era más exigente con él que él mismo. No necesitaba que ningún periodista o hincha le dijera algo malo o lo expusiera ante todos, él ya lo sabía y ya se tenía a sí mismo para castigarse constantemente.

Esa noche helada en Filadelfia, terminó de cenar, se despidió de todos los que estaban presentes y se fue a dormir, pensando en que ya ni era suficiente ser campeón del mundo para que lo valoren y respeten. Le mandó un último mensaje a Enzo y se quedó dormido con la sensación de ardor en sus ojos.



A la mañana siguiente, bajó a desayunar por obligación de los pibes, que lo cagaron a mensajes y le dijeron que estaban mateando en el comedor del hotel. No fue una mala idea, se divertía mucho con los muchachos, pero Julián se estaba por contracturar del frío y ya no sabía qué ponerse para no sentir el chiflete que le entraba por la nuca hasta la espalda.

—¿Qué pasa, Julito? —le preguntó Leandro con una sonrisa contra la bombilla del mate—. ¿Tenés frío?

—Estoy cagado de frío —contestó Julián con la cara escondida en el cuello de su camperón y las manos metidas en los bolsillos.

—Extraña a Enzo, gordo —agregó Otamendi, aceptando el mate vacío que le extendió Leandro para ponerse a cebar de nuevo.

Julián revoleó los ojos, pero igualmente se le pusieron rojos los cachetes que seguía escondiendo. No respondió a la chicana de sus compañeros, simplemente aceptó el mate que le pasó Ota y tomó de manera pausada, pensando en lo mucho que extrañaba los mates de su novio y los mimitos que le hacía en el ida y vuelta entre ellos cuando compartían ese momento tan íntimo, tan suyo.

—Eh, te sonrojaste, culiado —lo provocó Cristian con una sonrisa, inclinándose hacia Julián para pellizcarle un cachete tibio.

—Déjenme en paz —se quejó Julián con las cejas arrugadas.

celeste, blanco y dorado campeón » julienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora