2 de marzo de 1940

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Desde ese fatídico día, nada había sido lo mismo, aquella flor que brillaba y extendía orgullosa sus pétalos, se había marchitado. El temor infecto su credulidad, viendo enemigos por todos lados. No comía, no hablaba; se hallaba sentada mirando el vacío y dolor que su pecho albergaba. Ni siquiera los narcisos, el piano o su familia aliviaban el mal del que era presa, había caído en un agujero de depresión y angustia.

Él no sabía qué hacer, nunca se había encontrado en una situación así. Apretaba los puños con frustración, deseando viajar al pasado para evitar el sufrimiento de su pequeño ruiseñor, arrepentido por no haber estado para ella, sintiendo la impotencia apoderarse de su razón.

Aún así, se limitaba a acompañarla, en silencio, únicamente ofreciéndole el consuelo de su presencia; la vestia, peinaba, bañaba y alimentaba con paciencia, esperando devolverle la esperanza. 

-Meine Nachtigall, todo estará bien... todo estará bien- Susurraba dulce, acunando su frágil figura entre sus brazos, peinando distraídamente ese cabello de algodón y nubes.

Y en esas noches, donde las tinieblas se apoderan de su mente y las terribles sensaciones que invadían su piel, abrían las llagas de sus heridas, provocando el desborde de sus ríos de plata, Miguel corría a su habitación para calmar su aflicción.

-Mein Schatz, no fue tu culpa, tu inocencia y bondad no es una debilidad, es un don y parte de tu encanto... No te sigas atormentando, no le creas a tu mente, hiciste lo que podías para proteger a tu hermanito...- Musitó besando tiernamente su frente, limpiando con cuidado las lágrimas que caían por su tez pálida.

Esa mañana, al conciliar el sueño, Miguel salió al pueblo, por obvias razones las florerías estaban cerradas, las hermosas plantas secas adornaban los negocios solitarios.

Aprovechando su rango, ordenó una carga miles de hortensias diciendo que eran para los soldados fallecidos buscando "honrar" su sacrificio pero, él haría lo que fuera para obtener una pequeña sonrisa de aquella hada de ojos de luna.

Tardaron unos pocos días en llegar pero al fin las consiguió, por suerte su sueño era pesado, hacía tantos días que pasó en vela, que no tenía muchas fuerzas para levantar sus pesados párpados de porcelana. 

Jan, Aleksander y Jakub ayudaron a Miguel a colocar las macetas en toda la habitación donde yacía descansando, creando un ambiente luminoso y dulce. Lanzó unos cuantos pétalos de rosa sobre la cama y la despertó con tiernas caricias en su rostro. Jakub abrió las cortinas permitiendo la entrada de los cálidos rayos de sol.

Sus ojos de plata se abrieron lentamente, primero opacos, luego brillantes, una emoción diferente a la tristeza invadió su corazón.

-No sabía cómo curar tu alma herida, pero no puedo dejar que un maldito robe tu sonrisa Meine Engel...- Tomo con delicadeza su pequeño mentón, rozando con toda la terneza que poseía sus mejillas. Sus ojos la miraban como lo más precioso, pues ella había apaciguado el cólera que alojaba.

-Las hortensias son flores de primavera... y tú, una vez me lo dijiste, te gusta refugiarte entre las flores, porque eres una de ellas, sin importar los inviernos que pasen, siempre volverás a florecer, déjame ser el Sol que alumbre tus raíces; que te haga sentir amada y protegida...-

-Y-Yo... Miguel...-

-Shhh... no tienes que darme una respuesta, solo quería que lo supieras-.

El sonido de la puerta estrellándose lo sacó de su sosiego, camino en dirección al vestíbulo para encontrarse con los gritos de Josef Hupfauer.

-¿Dónde está ese hijo de puta? ¡O'Hara, deja de jugar con la zorra polaca!-  

Definición

-Meine Nachtigall: Mi ruiseñor.

-Mein Schatz: Mi amor.

-Meine Engel: Mi ángel.

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⏰ Última actualización: Apr 04 ⏰

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El canto de un ruiseñorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora