Gaia y Qeemi, dos huérfanos criados por la reina hasta alcanzar la mayoría de edad, se reencuentran para asumir una crucial responsabilidad: proteger a la joven princesa, quien se encuentra en peligro constante de secuestro.
Sin embargo, su relación...
Me encuentro de pie en el patio principal del palacio de Verano, está en el interior pero tiene suficiente espacio para un jardín de piscinas artificiales y un lugar libre que se suele decorar para los grandes eventos. En este momento solo lo estamos usando como parqueo de la nave real.
Las reinas de Verano y Otoño deben sostener las faldas de sus vestidos cuando el piloto designado, un hombre muy experimentado, hace funcionar los propulsores, expulsando gran cantidad de aire que se arremolina a nuestro alrededor. Por suerte uso pantalones y solo tengo que intentar mantener los mechones sueltos de mi pelo fuera de mi campo de visión.
Miro la calurosa despedida del rey de Verano hacia nuestros reyes, su cabello rubio está desordenado y un par de canas se alcanzan a distinguir cuando el sol de la mañana le da de lleno en la cara. Tanto él como su esposa, la reina de Verano están con lo que yo llamaría "ropa de no moleste", claramente no pretenden tomar sus roles reales en este día, si alguien los viera podría confundirlos con simples pescadores de cualquier pueblo de la costa. ¿Me pregunto si a veces se cansan de tener tanto? Usar ropa normal, libre de hilos de oro o pedrería, no hechas con las mejores telas de Staciony, podría ser un alivio en tal caso.
La princesa Hazel está dormida en mis brazos, aún es demasiado temprano para que su energía se active. A su alteza no le es de especial agrado esa vil y malvada acción de tener que madrugar.
—Gaia, puedo llevarla —me dice Kya y con delicadeza para no despertarla le entrego el cuerpo de su hija, que se estira y se retuerce buscando comodidad, pero no se despierta.
—Estaré bien, no se preocupen por mí —sonrío aligerando mis nervios.
Vamos, Gaia. No es la primera vez que te subes a esa nave.
—Solo mírale el lado positivo, si caemos en medio del mar o el gran bosque de seguro te encuentran la primera, pelirroja —me dice Qeemi con supuesto alivio.
Le clavo la mirada con una simple palabra en mis labios para él, ni siquiera tengo que articularla en voz alta: "Cállate". Parece entender mis labios porque sonríe y se queda calladito como un buen niño.
Realmente nunca estoy de humor cuando tengo que volar, pero hoy en específico es un día en que mi humor está peor que nunca. Tal vez, y solo tal vez, Qeemi tuvo razón anoche al decir que tenía que dormir.
Solo tengo que relajarme un poco. Nada malo ocurrirá. Los accidentes aéreos ya son cosa muy lejana en el pasado. Tampoco nos quedaremos encerrados en la nave sin escapatoria hasta morir de hambre. No van a dejar morir al rey y la reina. Espero... No, seguramente no.
Me sostengo de esa idea firmemente, como si fuera un analgésico.
Tomo una profunda respiración antes de abordar la nave junto a la familia real. Al poner un solo pie dentro, siento que no tenemos suelo, como si caminara sobre el aire o las nubes, es una sensación espantosa. No entiendo como la gente logra acostumbrarse a esto o directamente no siente nada.
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