Fragmento Dos | Coriolanus

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Chapter 02;
"Y miro tus iniciales y las repito en silencio
Para que ni el campo sepa lo que te estoy queriendo"
(Penas y Alegrías del Amor - Los Nocheros)

Coriolanus soltó la mano de Octavius solo cuándo ambos habían cruzado el umbral de su casa, y entonces, el niño soltó una expresión de asombro que lo tomó por sorpresa.

— ¿Qué pasó? —se acercó preocupado de alguna herida que no hubiera advertido antes.
—Olvide darle esto a tu amigo —alzó un pañuelo color crema para enseñárselo—. Parece que me lo quede sin permiso.
—Por favor, Octavius —negó en parte molesto en parte divertido.

A veces su hijo era tan dramático.

—No es para tanto.
—Pero fue tan amable y no le devolví su pañuelo.
—Tranquilo, no es para tanto —lo calmó.
—Tu puedes devolvérselo ¿No, papá?
—Seguro ¿Por qué no? —recogió el pedazo de tela y se lo guardo en el bolsillo parche sin detenerse a mirarlo más de lo debido—. Se lo devolveré y le diré que fue un error que te lo llevarás.
—Gracias papá.
—Ahora ve arriba y prepárate para la cena ¿Si?
—Si papá.

Lo miró mientras el niño se perdía escaleras arriba y se quedó solo unos cuántos segundos más en cuclillas antes de incorporarse nuevamente y dirigirse hasta el patio trasero. 
El atardecer ya había caído y algunas estrellas deslumbraran tras las ligeras nubes en el cielo. Hacía un clima agradable.

Buscó el pañuelo en su bolsillo y contemplo las iniciales grabadas en una esquina con hilo dorado: S.P.
No pudo apartar los ojos de ellas hasta que había pasado un buen rato. Era lo más cerca que había estado de él en años. Su olor estaba impregnado en la tela. 

Inevitablemente, se acercó la tela a la nariz y aspiró el olor con los ojos cerrados.
Lo transportaba a momentos dónde había sido feliz. Bueno, dónde se había sentido feliz y muerto de miedo a la vez.

— ¿Qué estás haciendo aquí solo? —la voz de su esposa lo sacó de sus recuerdos causándole un respingo involuntario.
—Livia, no te oí acercarte.
—Pensé que tenías una reunión en una hora
—Así es.
—Y estás aquí afuera.
—Acabas de conseguir un nuevo récord en exasperarme —soltó—. Déjame solo.
—El exasperante eres tú.

Y se marchó, por fin, dejándolo en paz.

Siempre se había dicho que era parte de su plan. Que era importante para su reputación, pero, a veces era demasiado insoportable. Más de una vez había considerado la opción de envenenar su café y librarse por fin de su presencia, pero, su hijo aún era demasiado pequeño para dejarlo solo.
Y Coriolanus sabía muy bien lo difícil que era crecer sin una madre.

Volvió a darle una última mirada al pañuelo, y se lo metió en el bolsillo para volver dentro. Para volver a su vida real.

27 de Julio.
8 años atrás.
Distrito doce.

— ¿Qué te parece que estás haciendo? —le dio un fuerte empujón al chico que caminaba frente a él causando que se tropezara con sus propios pies.
—Y-yo... ¡Ella no hizo nada!
—Esta relacionada directamente con un rebelde.
—Como tú —murmuro entre dientes, pero Coriolanus lo escuchó, fuerte y claro.

Su atrevimiento le hizo hervir la sangre.

— ¿Qué te pasa? ¿Eh? —volvió a empujarlo, esta vez mirándolo de frente, pero Sejanus no hizo ningún esfuerzo por devolverle el ataque, más bien, se forzó a mantener sus brazos a los costados para evitar usarlos como barrera—. ¡Responde!
— ¡He cometido un error! —escupió alzando la voz.
— ¿Qué?
—Pensé que esto sería diferente.
— ¿Qué esperabas? Es el ejercito, Sejanus.
—Pensaba que podía ser técnico sanitario.
— ¿Y por qué no? Parece lo tuyo.

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