Capítulo 9

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¿Acaso la fantasía
no conoce un buen vaso de capucchino?

— Howie Stevens —

—¡Oye Cuidado! —-un grito ahogado por el dolor fue lo primero que escuche al caer en cuenta donde me encontraba

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—¡Oye Cuidado! —-un grito ahogado por el dolor fue lo primero que escuche al caer en cuenta donde me encontraba.

Ya no estaba en el bosque y eso era más que obvio.

Me encontraba en un gran pasillo oscuro con algunas luces que en un intento fallido intentaban iluminar el camino el cual estaba húmedo y con charcos por todos lados.

Un contenedor verde estaba justo al lado de una gran puerta, su interior parecía ser algo más que un montón de basura, cajas y botellas vacías estaban regadas por todo el lugar.

Mi cabeza duele.

¿Dónde estoy?

¿Qué ocurre contigo?¿Acaso no ves por dónde vas? —aquella voz se volvió a inyectar en mis oídos.

Intento enfocar mi mirada y prestar un poco más de atención, aquel chico rubio estaba justo al frente de mí, tirado en el piso al igual que yo con una mueca de desagrado en el rostro.

Había chocado con él.

¿Pero cómo?

¿Hey, me escuchas? Te estoy hablando a tí niña rara —sacudía su mano ante mis ojos.

Parpadee un par de veces  antes de poder articular alguna palabra, me sentía descoordinada e incluso un poco mareada.

Dis... Lo lamento, no se que ocurrió —dije con la lengua enredada en mí boca al mismo tiempo que sacudía el polvo de mis rodillas que estaban raspadas por aquella caída.

El me miró dubitativo con los ojos entrecerrados, miro a todos lados mientras se ponía de pie.

No te preocupes, se nota que necesitas más ayuda que yo — me extendió su mano con la intención de ayudarme —pero antes, debemos salir de este callejón, las calles de Nueva York no son tan seguras de noche  y menos para una novata —.

Sus ojos brillaron con el reflejo de aquel farol.

Ese brillo.

¿Debería confiar en un extraño? ¿A qué se refería con que novata? ¿Se supone que Nueva York es una región oculta que no conozco de Luciérnagas?

Intente decir algo, preguntar, pero un grito al final de aquel largo callejón hizo que me sobresaltara, habían cuatro chicos con un aspecto muy parecido al del rubio y sus rostros emanaban ira.

—¡Alla está! —Grito hacía nuestra dirección el más grande de ellos
—Vayamos por él —.

El sonido de aquellas pisadas repiqueteando entre los charcos de agua hacían eco por todo el lugar.

LUCIÉRNAGAS: La leyenda de la luna y el sol (Mundo #2)[En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora