Hey papá

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Dejando la brocha sobre el marco del caballete, caminando unos pasos hacia atrás tomando una taza con el dibujo de una barra de jabón, la imagen ya no era tan nítida gracias al desgaste luego tantos usos y lavadas, un viejo regalo que nunca dejo de sentirse especial. Dándole un buen sorbo al té dejando que el sabor se asentara en la lengua antes de tragar el caliente liquido, quien diría que se volvería un viejo escocés que disfrutaba de una taza de té un jueves por la tarde.

A las únicas culpables de que cometiera el crimen de volverse adicto al té, las amas lo suficiente como para perdonárselo.

El cuadro de una feliz pareja casada, un apuesto esposo con el pecho hinchado ante la dicha de tener a su mujer y la joven muchacha con su vestido largo y resplandeciente como una princesa, los dos le devolvió la mirada llena de un amor que provocaba un amargo sabor en la boca que por supuesto no tenía nada que ver con el té.

Un pequeño bulto peludo y ronroneante empujó su cabeza contra su pierna devolviendo su cabeza al presente y no al pozo profundo y negro que le recordaba eso, bajando la vista se encontró con la mirada grande y expectante de una bonita gata blanca angora con una placa en su collar con el nombre "Queen". Sonriéndole se inclino para cargar a la felina entre sus brazos soltando un gruñido cansado, quien diría que en un momento estaría en el campo activo corriendo y disparando a hostiles o simplemente levantar pesas en el gimnasio de la base, ahora ha esta edad todo le crujía de solo levantar a su gata que era mas pelo que masa.

-¿Despertando de tu siesta, eh?- Pregunto a la felina quien respondió con el ronroneo de un tractor empujando su cabeza hacia su barba frotándose contra esta, sus ojos grandes y zafiros rogaban algo que ya conocía- Bien bien, te daré unas golosinas-.


Las ultimas palabras desencadenaron una emoción enérgica en su dulce muchacha, bajándose de sus brazos cayendo con un ruido sordo en sus cuatros patas, troto hacia la puerta abierta solo se quedo allí maullando ruidosamente y demandante esperando por él, soltando un suspiro exasperado pero entrañable tomo su taza de té vacía saliendo de su pequeño estudio de pintura dándole un ultimo vistazo a la pintura antes de cerrar la puerta.

Aun no se le quita la amarga sensación...

Surcando los pasillos de su casa esquivando los ocasionales juguetes de gato, la pequeña revoltosa tenia una energía que lo agotaba a él de solo verla jugar. Caminando hacia la cocina dejo la taza de té en el fregador antes de voltearse a buscar en la encimera sintiendo como la pequeña y ruidosa bola de pelos caminaba entre sus piernas y ocasionalmente apoyaba sus patas delanteras sobre su pierna.

Luego de que sus hijas se fueron a alistarse, su casa antes ruidosa y llena de vida se aquieto en un silencio que lo empujo nuevamente a un espiral de pensamientos que sabía que iba a caer apenas supo que Elizabeth y Scarlett decidieran seguir el mismo camino de ellos, no estuvo feliz con la idea que ellas se alistaran en el ejercito pero pensar en que sus hijas vivieran infelices en trabajos que no le harían feliz era peor. Hasta que un día simplemente su hermana le trajo a una gata, no había tenido alguna compañía animal desde Riley, y su terapeuta dijo que era una excelente idea para ayudarlo a lidiar con su soledad y que sus hijas hubieran salido del nido, por lo que ahora se decía orgullosamente que era un "Karen macho".

Encontrando uno de los pequeños sobresitos con galletas para gatos que el veterinario de Queen le recomendó. Cerro el armario caminando hacia el sofá de la sala tratándose de no tropezar con algún juguete o la misma gata. Se sentó pesadamente en el sofá antes que su muchacha peluda se subiera encima esperando a que le abrieran el sobresito, mientras lo hacia observo como una de la manta con el diseño del tartán de la familia MacTavish en el respaldo del sofá le recordó que debía sacar el kilt del armario y limpiarlo antes del evento. Abriendo el sobre tomo uno de los juguetes con agujeros para meter premio dándole un intensivo a su gata a que se moviera y buscara su propia recompensa, ya no quiere otro regaño del veterinario por el peso extra, dejando rodar el juguete por el suelo dejando de sentir al instante el peso en su regazo para verla jugar y cazar, soltando un suspiro se quito parte de su cabellera de la frente empujándola hacia atrás. El retirarse le dio el tiempo de poder dejar crecer la cresta lo suficiente para que se le rizaran las puntas al nivel de la nuca.

True SisterhoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora