Capítulo 11

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Cinco días después, Izuku entró en la habitación de Kaminari con la intención de reabastecer el gabinete médico y lo encontró de pie, dando vueltas por el espacio con demasiada energía, acompañado de Ashido, que estaba sentada en un costado, mirándolo con una sonrisa.

El rubio lo saludó con estridente alegría, acercándose para abrazarlo.

—¡Midoriya, mira! ¡Puedo caminar como si nada hubiera pasado!

—Me alegro mucho, Kaminari. ¿Sientes incomodidad? ¿Algo duele?

—¡Nada de nada!

—Eso es bueno. ¿Puedo revisar?

El rubio se tumbó en su cama luego de asentir y dejó que Izuku hiciera su chequeo.

Le alegró comprobar que la herida estaba sanando a un buen ritmo. Los licántropos, a pesar de curarse extremadamente rápido, tenían por costumbre forzar su cuerpo demasiado pronto luego de haber salido heridos, por lo que con frecuencia terminaban lastimándose de nuevo. Kaminari, por suerte, había sabido escuchar los consejos de Izuku y se había mantenido mayormente quieto.

—Todo se ve bien. —dijo Izuku, retrocediendo con una sonrisa. —Puedes marcharte hoy mismo, solo necesitamos ir a hablar con el jefe de sanadores.

—¡Genial! ¡Extraño salir a cazar! —celebró, abrazando al pecoso y después a Ashido, quien soltó una risita.

—Tienes que ser muy cuidadoso, Kaminari. —intervino Izuku. —Puedes ir a correr, pero recomiendo que evites hacer grandes esfuerzos físicos hasta que la herida haya cerrado por completo.

—¡Entendido, doc! —accedió de inmediato el rubio, girándose para mirar a Ashido. —¡Tendrás que decirle a tu compañero que tendrá que esperar para asesinarme!

Ashido sonrió con evidente incomodidad e Izuku se apresuró a acercarse al gabinete para comenzar a guardar las vendas y ungüentos que había llevado.

Kaminari salió de la habitación, diciendo que iría a buscar al jefe de sanadores él mismo, demasiado ansioso como para esperar a que Izuku terminara lo que estaba haciendo.

Izuku suspiró apenas escuchó la puerta cerrarse y frunció levemente el ceño. Escuchar ese tipo de comentarios nunca fallaba en herirlo.

Terminó de guardar todo lo que había llevado y se puso de pie. Solo entonces se percató de que Ashido estaba ahí, de pie junto a él. Jadeó, sorprendido y ella le sonrió.

—Gracias por cuidar de Kaminari. Todos lo valoramos mucho.

Izuku asintió, sintiéndose incapaz de sonreírle de vuelta.

Ashido posó su mano sobre la de Izuku, que estaba apoyada sobre el gabinete, le dio un ligero apretón y la retiró, dejando detrás de sí un pequeño trozo de papel que había estado ocultando en la palma de su mano.

Izuku parpadeó y quitó la mano, haciendo que el papel cayera sobre la madera del gabinete. Se giró a mirar a la mujer y ella se apresuró a llevar su índice frente a sus labios, pidiéndole que guardara silencio y después le guiñó un ojo.

Tomó el papel y se lo guardó en el bolsillo cuando Ashido se giró para mirar la puerta, indicando que alguien estaba a punto de entrar a la habitación.

La puerta se abrió instantes después, dando paso a Kaminari. El jefe de sanadores entró poco después.

—Midoriya, este chico dice que le dijiste que ya puede irse.

—Uhm, sí. Considero que ha sanado lo suficiente como para volver a casa, pero me gustaría consultarlo con usted primero.

El hombre miró al rubio, que seguía dando saltitos emocionados en su lugar y suspiró.

Respiro; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora