Capítulo 13

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Izuku acudió a la oficina del alfa después luego de que el hombre en persona lo mandara llamar una mañana.

Se movió hasta el avejentado edificio por su cuenta, envuelto en su capa y en un abrigo nuevo que el jefe de sanadores le había obsequiado cuando notó que el elfo estaba enfermándose. Izuku admitió que el frío estaba afectándolo, pero se guardó el hecho de que era gracias a que había estado escapando de la Casa Segura cada noche para encontrarse con Kacchan durante nueve ocasiones ya.

Por eso, cuando entró en la oficina de Hakamada y se topó con que Ashido y Kacchan estaban ahí, sintió su sangre enfriarse.

Se quedó pasmado bajo el umbral de la puerta, los ojos clavados en Kacchan, que se veía molesto.

A pesar de que estaba asustado, Izuku se atrevió a entrar. Hakamada no era un hombre muy paciente y él ya lo había hecho esperar demasiado.

La puerta de la oficina se cerró a sus espaldas y un guardia entró con ellos, plantándose en la entrada con expresión seria. Izuku dio un par de pasos al frente, acercándose más al escritorio del alfa.

—Midoriya, me alegra que estés aquí. Pasa. —le dijo Hakamada sin levantar la mirada de los papeles en los que estaba trabajando. —Ustedes dos, pueden retirarse ya.

—Hakamada-

—Dije que no, Bakugo. —zanjó el hombre. Su voz fría causó un escalofrío en Izuku, quien apretó su diario entre sus dedos. —Sabes que la condición para unirte al consejo es que te hayas emparejado y que tengas un cachorro.

Izuku miró al costado con disimulo. Ashido se veía incómoda, mientras que Kacchan parecía más molesto con cada segundo.

—Márchense ahora. Tengo asuntos que tratar con Midoriya. —exigió el hombre. —Bakugo, espero que se encarguen pronto del trabajo que les encargué. Recuerda que tienes muchos errores que enmendar.

Hubo un corto silencio antes de que, finalmente, las pisadas conocidas de Kacchan y las más ligeras de Ashido comenzaran a moverse. Apenas unos segundos bastaron para que éstos estuvieran fuera de la habitación.

La puerta se cerró con fuerza e Izuku pudo ver como los dedos se Hakamada se crispaban ante el sonido.

—Midoriya. —le dijo finalmente. —Gracias por venir. Siéntate si quieres.

Izuku obedeció de inmediato. Colocó su cuaderno sobre sus piernas y de entre las páginas sacó su más nuevo reporte sobre la investigación. Lo extendió sobre el escritorio del alfa y éste lo tomó con pesadez.

Sus ojos pasaron por las letras, primero con interés y después, con hastío. Cuando terminó de leer, dejó los papeles de nuevo sobre la superficie, cruzó los dedos frente a su boca y se echó hacia el frente.

—Me consterna el poco avance que has tenido estas últimas semanas. ¿Hay alguna razón para tu falta de novedades?

Las palabras del alfa relajaron a Izuku. Había creído que, de alguna forma, Hakamada había descubierto sus reuniones nocturnas con Kacchan y había temido una reprimenda.

—Uh, sí, señor. —respondió, sintiéndose aun ligeramente tembloroso. —Es que... he alcanzado un punto en el que la investigación se ha quedado varada.

Hakamada frunció el ceño. Izuku se apresuró a responder.

—El siguiente paso es trabajar directamente con la flor. —explicó, siendo cuidadoso con sus palabras. —Necesito examinar algunos ejemplares para entender mejor cómo es que funciona el veneno.

Respiro; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora