Capítulo 4

938 174 88
                                    

●●

Cinco días después de su charla con los amigos de Kacchan, Izuku había estado tratando de encontrar una combinación de plantas que pudiera servirle.

Había hecho un montón de apuntes, relacionando los síntomas que le habían contado y las soluciones que conocía. Corteza de sauce para la fiebre, diente de león para el estómago, manzanilla para los ojos irritados.

Pero no tenía muchas de las cosas que necesitaba. Los licántropos no tenían limón, miel, flores o arbustos importantes. Eso era un gran problema.

Tendría que arreglárselas con lo que poseía.

Observó las pocas plantas que tenía. Apenas un poco de menta, arándanos, anís, caléndula, sauco y pino. Sabía que el pino era efectivo contra la fiebre. Y gracias al cielo había una gran cantidad de pino en los alrededores, por lo que decidió empezar por ahí.

Había pasado esos últimos días preparando las piñas del pino para crear infusiones. Generalmente, esos tés ayudarían a reducir la fiebre y a mitigar la dificultad para respirar que algunos licántropos mostraban.

Secar las piñas, cortarlas, hacer pruebas para saber cuánto tiempo y en qué cantidad de agua hervirlas... todo le tomaba un buen rato. Y era mucho más tardado gracias a la poca cantidad de agua que tenía disponible.

Kacchan le había dicho que no podía acercarse a los enfermos, así que tampoco tenía la ventaja de hablar directamente con una fuente inmediata.

Hizo distintas mezclas. Una de pino solamente, otra de pino con menta, otra con caléndula, buscando variar el efecto.

Se apartó de la mesa en la que llevaba horas trabajando y se limpió la frente. Su camisa estaba demasiado sucia de nuevo. Kacchan había lavado su ropa días atrás, pero su trabajo siempre lograba ensuciarlo demasiado. Necesitaría un cambio pronto.

Regresó su vista a las cinco mezclas distintas y se sintió algo dubitativo. Esas infusiones tenían la intención de aliviar los síntomas de la enfermedad, no de curarla, puesto que Izuku aún no tenía idea de qué era eso que estaba infectando el agua.

Sacudió la cabeza, tratando de deshacerse de sus dudas.

Kacchan y sus amigos le habían obsequiado parte de su agua limpia para que pudiera hacer las infusiones, dejándolas listas para los enfermos. Las guardó en algunas cantimploras que también le habían dado y les colocó una etiqueta, para saber qué contenía cada una.

Ahora solo quedaba encontrar la manera de entregarlas a las personas correctas.

Se dio la vuelta, observando la casa. De alguna manera, hacerlo siempre le recordaba a su propia cabaña, abandonada en Musutafu. No se parecían en absolutamente nada, y tal vez eso era lo que causaba que el elfo siempre las comparara. Extrañaba el pequeño pero cálido espacio. Sus muebles habían sido viejos y sus ventanas dejaban entrar demasiada luz de sol, pero aun así había sido un hogar. No como ese sitio, que era demasiado frío a pesar de estar lleno de finas pieles; demasiado solitario, a pesar de estar en medio de un círculo de casas que le cobijaban.

Fue hasta la puerta y se asomó con cuidado al exterior. Sabía que no podía salir, pero nadie podía prohibirle que se asomara.

Fuera, el sol estaba comenzando a bajar. Generalmente era a esa hora cuando Kacchan volvía de su trabajo.

Había aprendido -Kaminari se lo dijo- que los cazadores tenían que salir desde temprano por la mañana al bosque, con esperanza de encontrar lo que necesitaban pronto, de lo contrario, tendrían que quedarse fuera hasta que lo consiguieran.

Respiro; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora