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—Muy bien, chicos. Tom, recoge los trabajos de tus compañeros, espero que hayas tenido la amabilidad de trabajar con Bill y te hayas esforzado por ese nueve.

—Sí, profesor.

Tom se levanta de su lugar y viene hacia mí, le extiendo el trabajo encuadernado y me sonríe de manera agradecida, se pasea por las fila recogiendo los de los demás y los deja sobre el escritorio del profesor. No nos da clase porque ya es la última semana de clases y ya no hay nada que ver, este trabajo valdrá como evaluación final.

Mientras dejamos correr el tiempo, unos están pegados al móvil, otros están dormidos, Tom bromea con sus amigos, volteo a ver a Gustav y está mensajeando con Hayley.

—¿Qué pasó, Gus?

—Nada, la invité al parque ésta tarde.

—Genial, eso es fantástico, ya estás avanzando.

—Sí, más o menos.

Los minutos pasan y la clase termina junto con el día. Salgo del salón junto con Gustav y vamos a los casilleros para dejar todo ya que no tenemos deberes por hacer.

—Bill, ¿te acompaño a tu casa? —Sale Tom y se coloca a mi lado.

—Iré al...

—Oh cierto, no te preocupes. Entonces, ¿en la tarde?

—Sí, tengo que hablar con Kyle.

—Muy bien, entonces paso por ti.

—A las cinco.

—A las cinco.

Repite confirmando y se va después de besar mi mejilla tiernamente. Salgo de la escuela y enfrente yace la camioneta de Gordon, subo y arranca hacia el centro comercial.

***

Las cinco y diez de la tarde y Tom no llega, pero para ser franco, ¿desde cuándo toma en serio la puntualidad?. De pronto mi celular suena al tener un nuevo mensaje.

Kyle:

«Hola, ¿te espero afuera de la tienda a la hora que termine mi turno? Te quiere, Kyle».

Bill:

«Sí, te veo allá».

Cinco con 13 minutos de la tarde. Suena el timbre de mi casa y no puedo evitar llegar corriendo a la puerta. En un sólo movimiento la abro sin esperar nada más. Él está ahí, con su sudadera que le llega hasta por debajo de su cintura, sus pantalones anchos y lo bastante largos para arrastrarlos en el suelo a cada paso, su gorra y la banda deportiva sobre su cabeza, la coleta alta con sus rastas, su mirada y sonrisa cautivadoras. Mi respiración se detiene a pesar de mi molestia por su notoria impuntualidad.

—Hola. ¿Llegué a tiempo?

—Por supuesto que no. Vámonos. ¡No tardo!

Cierro la puerta detrás de ese aviso mío para mamá. Bajo los escalones del pórtico y Tom viene detrás de mí, una vez ambos sobre la acera, empezamos a caminar con dirección a la plaza comercial. Llegamos a la tienda de discos pero decido sentarnos en una de las mesas del café de junto a esperar que él salga de su turno.

—¿Quieres que hable yo?

—No, yo iré y tú esperas aquí.

—Pero...

—Escucha, ese chico estuvo esperando mucho para que le aceptara una cita, y por fin que soy su novio llegas tú decidido a intentarlo conmigo. La mejor opción es que no te vea cerca.

La Sangre LlamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora