Epílogo

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El doctor sale de la habitación y se detiene a hablar con una enfermera, a la que, por supuesto, empieza a darle indicaciones en voz baja. Veo desde mi cama, como la enfermera, una chica de al menos unos 28 años, toma notas en una hoja sobre una tablita. Enseguida, la enfermera joven entra en compañía de otra enfermera mayor y un enfermero, tres en mi habitación. De por sí el procedimiento me abrumaba, ahora, con tres enfermeros diferentes. Hasta que la mayor habló.

—Hola, Bill. Se pueden quedar los dos —inició refiriéndose a mamá y a Tom, pero es importante que sepan que una vez que empecemos, no podemos parar. Por eso, Bill, ¿estás de acuerdo con que demos inicio a la recuperación de pruebas de tu agresión? No puedo comenzar hasta que me indiques en voz alta un sí.

—Sí, estoy de acuerdo.

—¿Entiendes y aceptas que un proceso largo y una vez dando inicio no podemos detenernos?

—Sí, entiendo y lo acepto.

—Bien. Gracias.

El proceso fue agotador, mi mamá trató de no romperse, Tom se sentó en el apoyabrazos del sillón dónde ella se sentó, y lo vi tomar su mano, apretaba los labios y aunque fue, en ocasiones un poco humillante, no se comparó con todo el sufrimiento que hizo pasar él en el momento justo que me hizo eso. En cuanto ellas terminaron, vino lo siguiente:

—El hospital guarda todo lo que hemos recolectado, en cuanto decidas dar inicio con una denuncia, tu abogado puede pedir los resultados de todo estos análisis. Esto se almacena en temperaturas adecuadas y nadie tiene acceso a esta información. —La enfermera mayor no tiene nada que ver con el clásico concepto de una enfermera amargada—. ¿Tienes alguna duda?

—No.

—Bien. En cuanto a tu recuperación, el doctor nos indicó que podemos darte el alta de una vez, pero debes estar consciente que no puedes retirar el vendaje hasta que no vengas para retirarte los puntos. Te diremos cómo limpiar la herida y cómo cambiar el vendaje.

—Yo haré eso, dígame a mí cómo hacerlo.

—Eh, bien.

La enfermera dudó si estaba hablando con un familiar o con mi pareja de años. Incluso llegó a ver de una forma peculiar a mamá, por no decir extraño.

La enfermera me quitó el vendaje, limpió la herida y luego dejó que Tom lo hiciera, entonces me sentí protegido.

***

Mi mamá lleva mis cosas, Tom me empuja en la silla de ruedas, mientras bromea si darme pizza molida o arriesgarnos a comer a mordidas.

—¿Bill?

Era claro que no iba a olvidar lo que me hizo, estaba consciente de que al cerrar los ojos e intentar dormir, podría tener todos esos recuerdos atascados en mi mente, y aunque el hospital me había ofrecido atención psicológica, se me hacía más fácil intentarlo por mis propios medios. Sin embargo, su voz me taladró los oídos. Y aunque Tom quiso seguir andando conmigo, yo detuve también las ruedas. Giré y lo enfoqué, estaba sentado en una camilla, un enfermero estaba limpiando su cara y Tom no paró de verme.

—¿A dónde vas? —preguntó al verme levantarme de la silla de ruedas.

—Perdóname, Bill, por favor. Perdóname, pero no te vayas. Yo te amo.

—Entiende una cosa. Si vuelves a buscarme, o a cruzarte tan siquiera en mi camino, daré inicio con la demanda. Yo también jugué contigo, y también te pido perdón, pero no es justo todo lo que me hiciste, así que entiéndeme que no puedo perdonarte, al menos no hoy. Y deja de decir que me amas, los dos sabemos que no eres el Kyle de antes, no eres el mismo y no estás enamorado de mí, estás obsesionado. Busca ayuda, búscala y enamórate de verdad de alguien, y por favor, no le hagas daño como me lo has hecho a mí. ¿De acuerdo?

La Sangre LlamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora