16-20

126 12 13
                                    

16

Luego de la cena, Tom me acompaña a casa, en medio del cielo ennegrecido, con las estrellas brillantes sobre nuestras cabezas. Así caminamos un pequeño tramo, caótico porque su mano se enreda con la mía y aunque ya no hay mucha gente, siento las pocas miradas que pasan a nuestro alrededor cargadas de curiosidad que me hacen sentir extraño, contento porque provoco esa reacción en los demás, pero también incómodo.

—Perdón por lo que te dijo mi papá hace un momento.

—¿Qué? ¿Que lamenta que esté contigo? —Él asiente mirando sus pasos—. Fue gracioso, no me molesta para nada tu papá.

—Es bueno escuchar eso.

Antes de que pudiera decirle adiós y que había sido un placer haberle conocido con todo el discurso establecido, él tomó una parte de su tiempo para decirme que lamentaba mi relación con su hijo, en el momento no podía creer lo que estaba diciendo, pies una pausa después de esas palabras, dejando que sonara como el peor inicio de una conversación frente a una pareja del mismo sexo, luego retomó diciendo: «... te va a volver loco igual que él». Debo decir que di un respiro como ninguno antes en mi corta vida, me hizo soltar una risotada y Tom permaneció a la espera de que su padre notara su mirada asesina, cosa que no pude dejar de lado y apoyó para que mi carcajada se intensificara.

Sin embargo, después de recordar ese momento, recuerdo lo que sentí al ver a su padre, aún de la mano, ese decuerdo me hace ir más lento, haciendo que él, en lugar de ir junto a mí, casi esté arrastrándome a lo largo de la acera.

—¿Qué pasa? —Lo notó.

—Nada.

No podía contarle algo tan ambiguo, simplemente el hecho de pensarlo desde mi propia perspectiva, parecía una locura sin ningún tipo de base que apoyara mi tonta situación.

—Vamos, dime. Ya casi llegamos y la verdad es que no quiero dejarte ir.

—¡Oh, Tom!

—Dime, por favor, en qué piensas.

—Bien, pero es muy tonto.

—Somos muy tontos, es normal que pienses cosas tontas y que quiera escucharlas. Vamos, dime.

—Es que... cuando entramos al restaurante y vi a tu papá, sentí algo extraño, fue como si lo conociera de algún lado y el que de pronto lo haya visto, me pareció que una corriente eléctrica pasó por todo mi cuerpo, como si quisiera decirme algo importante. Pero no creo que haya sido nada de eso, sólo fue mi imaginación y la presión del momento.

—¿Te digo algo?

—Sí, claro.

—Es que, cuando conocí a tu mamá yo... sentí lo mismo.

—¿Qué?

—Esa corriente de la que hablas, como quisiera avisarte de algo importante, también lo sentí así ese día. Luego lo descarté de mi mente pensando lo mismo que tú, la presión del momento y que realmente es muy linda. Bien podría ser modelo.

—¿Qué dices? —Termino por restarle la poca seriedad que quedaba en nuestra conversación.

—¿No fue modelo en ninguna parte de su vida?

—Creo que vendió algunas fotos modelando ropa, pero creo que solo para pagar su universidad. Mi papá nos dejó así que tenía que hacer lo que fuera.

—Ya veo, bueno, si seguimos notando cosas raras, nos las diremos, ¿verdad?

—Tenlo por seguro.

Llegamos a mi casa, ambos nos quedamos de pie frente al otro, aún en la acera que da paso directo al primer escalón de la escalinata que da entrada a mi casa. Y sin decir una sola palabra más, él se acerca mientras que yo doy el último paso para nuestro acercamiento total, mis labios son sus prisioneros, un beso intenso aparece, como el que nos dimos aquél día bajo la lluvia. Hoy no está lloviendo, pero puedo sentir las estrellas del cielo cayendo en mi cabeza. Empieza a excitarme el sentir su lengua jugando así con la mía, sus manos en mi cintura parecen bajar cada vez que me entrometo más en su boca, en mis 15 años de una vida tan corta y con mínimas experiencias, nadie jamás me había querido besar así, ni yo a alguien.

La Sangre LlamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora