31-35

86 15 3
                                    

31

Terminó con esos pensamientos y los hizo a un lado, se fue directo a la ducha y encontró sus boxers manchados, claro que sí había pasado, Kyle se había aprovechado de la situación, trató de rememorar toda la noche, cómo fue que pasó, en qué momento perdió la consciencia y lo más importante, ¿en qué momento había empezado a pensar en Tom tan vívidamente?

Salió de la ducha y fue hasta su cama, sus lágrimas ya no se confundieron con el agua, se podían ver correr por sus mejillas, por su piel blanca y tersa. Gracias a la luz de las diez de la mañana que entraba por su ventana, se podía ver el brillo de las gotitas saliendo de sus ojos desde cualquier ángulo que decidieras verlo.

Su celular sonó, lo tomó y contestó sin ver atentamente la pantalla.

—¿Hola? —contestó con dificultad, limpiándose su rostro con la toalla que quitó de su cabeza.

—Hola, ¿cómo estás?

El pecho se le apretó y el estómago le dio un vuelco, era él al teléfono y quería saber cómo estaba, qué mierda de llamada.

—Ayer... Anoche, ¿qué hiciste?

—Bill, quiero verte, quiero explicarte lo que pasó, por favor, te pido que me escuches porque los dos estábamos ebrios, y tomamos esa pastilla, y, y... Bill, necesito decirte todo lo que hay en mi cabeza. Necesito verte.

Bill pensó en tres lugares diferentes para esa propuesta, el centro comercial, era público y la gente sería testigo de alguna otra agresión; su casa, pero mamá podría escuchar y no estaba listo para hablar de todos esos detalles con ella; por último, su casa de él, privado para hablar de eso, muy privado para su gusto porque si había una nueva agresión, nadie podría defenderlo.

—No quiero estar contigo a solas.

—Lo sé, sé que no confías en mí, pero necesito hablarte. Tú pon el lugar.

—Escucha, lo que sea dilo por aquí, no voy a verte, no quiero estar contigo.

—Bien, no es lo mismo hablar contigo en persona que por llamada. Aquí voy. Anoche que estaba contigo bailando, me di cuenta que aún estoy enamorado de ti, y estás en todo tu derecho de no creerme, pero así es. Luego, te llevé a mi auto para llevarte a tu casa, fue ahí cuando olí tu cabello, estás tan cambiado aunque el aroma de tu piel y el de tu cabello siguen siendo el mismo. No sé qué pasó con Tom, y no sé que no es de mi incumbencia, y aunque no puedo verte a los ojos, quiero que sepas que yo haría lo que fuera para hacerte feliz, lo único que quiero es estar contigo, amarte y verte sonreír. Lo de anoche puede quedar en el pasado si me lo permites, te lo repito, estábamos ebrios y la pastilla nos jugó mal. Te amo, Bill, te amo como no tienes una idea y sabes perfectamente que nunca fui más allá sin tu consentimiento.

»Dame una segunda oportunidad para demostrarte que te amo con todo mi maldito ser. No sabes lo que aún me provocas, eres tan tú, aunque hayas cambiado demasiado, sigues siendo ese Bill al que quiero proteger de todos y de todo. ¿Puedes dejarme entrar a tu vida por segunda vez?

No fingió que había pasado lo de anoche, Bill lo agradeció porque llegó a pensar que lo ocultaría, que le diría que lo había imaginado, sin embargo lo aceptó todo, y eso lo dejaba sin armas para mandarlo lejos.

—¿Sigues ahí?

—Sí, es que...

—Por favor, dime lo que piensas.

—¿No volverás a intentar nada hasta que yo esté listo?

—Hasta que estés completamente seguro, listo y que te haga sentir en completa confianza. Te amo tanto, Bill, no he podido sacarte de mi mente durante estos cinco años.

La Sangre LlamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora