Capítulo III

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«A un paso mas cerca...»
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Sentía una cálida brisa, un olor a flores silvestres y a tierra mojada...

Me desperté bajo un atardecer hermoso y acostada en un césped lleno de un camino de flores, en este paisaje también había un árbol, pero este tenía algo especial... Se veía exageradamente colorido por sus hojas de un verde extraordinario, era sin duda un árbol de manzanos y daba una buena sombra como para sentarse bajo de el.

Esto... esto es... ¿extraño?, es un paisaje exageradamente perfecto, ¿acabo de morir o algo así?, ¿esto es el cielo?, ¿es real?.

Mi mente inundaba un millón de preguntas en la cabeza, cuando me arrastré hacía la sombra de el árbol para poder sentarme bajo sus cálidas hojas... Había un hombre extraño debajo de el...

Aquél señor extraño, alto y joven, llevaba un uniforme de la milicia, ensangrentado por un lado de su pecho, cerca de su corazón... Mirando hacía el horizonte, se veía pensativo.

Espero que eso no sea real...

Quito la vista lentamente para que luego procediéramos a mirarnos cara a cara...

Me asusté demasiado, por el parecido que teníamos en común, los mismos ojos, color ámbar, la misma mirada, el mismo cabello marrón claro y ondulado, en algunas facciones de la cara... TODO, en absolutamente todo nos parecíamos.

El hombre me observaba detenidamente, como si estuviese pensando al respecto algo.

No sé cuanto tiempo pasó pero se sintió como una eternidad, donde nos mirábamos directamente a los ojos.

-No pude salvarnos...

¿¡Qué significa esto!?.

Antes de que tuviera la oportunidad para sacar más respuestas todo se puso oscuro...


•°•°•°•°•
*Tiempo después*


Me desperté acostada en un sillón, aparentemente en un tren, mientras que mi abuela Agatha me miraba y me agarraba del brazo.

—Cielos, pensé que te habías muerto, ¡Te he tratado de despertar un montón de veces!. —me dio un manoplazo.

Estaba mirándola a duras penas y babeando.

—Q-que hora es?, ¿Por fin llegamos?.

—Ya llegamos por fin a la parada, estamos oficialmente en Londres!. —Exclamó eufórica.

Se levantó de un salto y bajó nuestras maletas para después dirigirse a la salida.

—¿Vienes?.

A duras penas me bajé arrastrado los pies, no pensé que el viaje sería tan largo y agotador...

Estábamos en la estación, para cuando la abuela sacó un papel con una dirección y un mapa.

—Ahora tenemos todo un camino que recorrer, ya casi falta poco!.

—¿QUÉ?, ¿¡Caminar otra vez!?.

—Anímate!, valdrá la pena cuando lleguemos.

Caminamos y caminamos y parecía como si el tiempo se detuviese y no avanzara, habían veces que pareciese que estuviésemos dando círculos, ya que se repetían varias veces sitios que ya habíamos pasado.

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