Capítulo 8: En directo desde Liberty Island

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De acuerdo a todas las leyes conocidas de la aviación, no hay forma en la que una ardilla debiera ser capaz de volar. Unas telarañas son demasiado débiles para levantar su cuerpecito regordete del suelo. La ardilla, por supuesto, vuela de todas formas. Porque a las ardillas no les importa lo que los humanos crean que es imposible.

Y en eso se encontraba Pit-Pat, volando por la ciudad en su patrulla habitual. Esperaba tener un día tranquilo: el frío del invierno se había asentado en la ciudad y no había demasiada gente por las calles. Al menos, en comparación con las muchedumbres masivas habituales en Nueva York. Lo cierto era que llevaba un par de semanas bastante calmadas, sin toparse con ningún caso grave. Y la ardilla lo agradecía: aunque no lo hubiera admitido en voz alta, había necesitado genuinamente algo de descanso tras el asalto del Duende.

Cuando patrullaba, Pit-Pat no tenía una ruta fija. Se limitaba a saltar y correr por la ciudad allá donde le llevaba su instinto. Su velocidad le permitía recorrerla de una forma que resultaría impensable para la mayoría de héroes, y el héroe arácnido lo aprovechaba. En un mismo día de patrulla podía cruzar Queens de punta a punta, darse un paseo exhaustivo por las calles de Brooklyn y terminar tomándose un aperitivo en Staten Island. Pero ahora la ardilla no estaba en ninguno de esos sitios. Estaba sobrevolando el Bajo Manhattan, no muy lejos del distrito financiero, lo que quería decir que "no había demasiada gente por las calles" aquí significaba "los viandantes podían moverse sin chocarse entre ellos".

Mientras planeaba sobre un paso de cebra, un inconfundible aroma penetró en sus fosas nasales y le hizo virar el rumbo. Normalmente Pit-Pat no se detenía por algo como un puesto de comida. Después de todo, de hacerlo cada vez que se encontrase con uno de poco le hubiera servido su velocidad para recorrer la ciudad. Pero no era un simple carrito de perritos calientes lo que había olido. Podía distinguir claramente el olor de las castañas asadas.

La ardilla descendió hasta colocarse a dos patas sobre el borde del puestecillo, lo bastante alejado de la propia comida para no suponer una crisis sanitaria. La anciana vendedora miró en su dirección.

—¡Uy, pero si es Spider-Squirrel! Si ya lo digo yo siempre, unas buenas castañas atraen a cualquiera, por muy súper que sea —la mujer preparó rápidamente un pequeño cucurucho y se lo tendió al roedor—. Toma, pequeño. Por estar siempre cuidando de nosotros. Ya podría más de uno en esta ciudad aprender de ti.

Pit-Pat agarró el cucurucho y empezó a comer con avidez.

—Mumhas grafhias, fenhora —masculló con los carrillos llenos.

—Voy a tomarme eso como un agradecimiento, hijito. Yo ya estoy muy mayor para andar aprendiendo nuevos idiomas, me temo.

Pit-Pat aprovechó la pausa del almuerzo para prestar atención a sus alrededores. A lo lejos podía alcanzar a ver las aguas del Hudson, con la figura de la Estatua de la Libertad emergiendo de ellas. Detrás se vislumbraba la masa de tierra que formaba Nueva Jersey. Su agudo oído captaba retazos de las conversaciones de los transeúntes.

—...y si reducimos un tercio la plantilla, podremos multiplicar los beneficios por...

—...te lo juro, tío, ¡era enorme! Como un camión, y verde como...

—...quitar las canciones de la cabeza, llevo todo el día tarareando Respectless y...

—...pero si pones a Mjolnir en un ascensor y el ascensor sube, eso no significa...

—¿...en el imperio romano? Pues diría que unas tres o cuatro...

—...no cubre invasiones alienígenas no es un buen seguro, eso es de primero de...

—...pero las universidades latverianas están mucho mejor preparadas para...

—...esto va a ser el robo del año, ¡de la década! Así que estad atentos y...

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