ch. 07

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𝐸l restó se limitó a reírse cuando Magnus dijo que era alérgico al desmembramiento y, con ello, lo llevaron hasta la arena de combate

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𝐸l restó se limitó a reírse cuando Magnus dijo que era alérgico al desmembramiento y, con ello, lo llevaron hasta la arena de combate.

El campo de batalla del Valhalla era tan grande, alrededor de ocho kilómetros cuadrados de sitios interesantes donde incrustar flechas y aporrear mazos, todo encerrado dentro del hotel como un patio de juegos.

Por los cuatro lados se alzaban los muros del edificio: precipicios de mármol blanco con balcones con barandillas de oro, algunos con estandartes colgados, otros decorados con escudos y otros equipados con catapultas. Las plantas superiores daban la ilusión de disolverse con el fulgor brumoso del cielo, blanco como una luz fluorescente.

En el centro del campo se alzaban unas cuantas colinas escarpadas. El paisaje estaba salpicado de zonas de bosque. El margen exterior estaba compuesto en su mayor parte por prados ondulados, con un río ancho serpenteando a través de ellos. Varios pueblos se hallaban desperdigados por la orilla, para quienes le gustaban la guerra en un entorno urbano.

De los cientos de puertas repartidas en las paredes alrededor del campo, estaban saliendo batallones de guerreros, con sus armas y armaduras reflejando la intensa luz. Algunos einherjar llevaban armaduras de placas completas como caballeros medievales. Otros llevaban cotas de malla, pantalones y botas de combate. Unos cuantos lucían uniformes de camuflaje y rifles AK-47. Un chico llevaba puesto solo un bañador. Se había pintado de azul e iba armado únicamente con un bate de béisbol. En su pecho se leía las palabras «ATÁCAME, COLEGA».

Ese chico siempre me perturbaba.

—Me siento desnudo —dijo Magnus.

Él no vestía gran cosa además de una camisa verde y sus pantalones azules. El escudo y la espada parecían atraer a su cuerpo al suelo.

X hizo crujir sus nudillos.

—Las armaduras no dan la victoria. Ni las armas.

—X, ten consideración con quién estás hablando —comenté mientras escudriñaba el campo.

Un silencio se creó, lo tomé como el medio trol le daba un vistazo a su diminuto compañero de habitación.

—Oh, cierto.

Él la tenía fácil. Era más grande que dos tanques de guerra.

Medionacido Gunderson, como era usual adoptó el enfoque de unas prendas sueltas. Se había quitado todo menos las mallas, aunque lucía un par de hachas de doble filo con aspecto terrible.

T. J. fijó la bayoneta a su rifle.

—Si quieres algo más que el equipo básico, tendrás que agenciártelo o cambiarlo por algo, Magnus. En los arsenales del hotel aceptan oro rojo o comercian con un sistema de trueque.

—¿Así es como conseguiste tu rifle?

—No, esta es el arma con la que morí. Casi nunca la disparo. Las balas no afectan mucho a los einherjar. ¿Ves a esos chicos de los rifles de asalto? Los llevan solo para aparentar. En el campo de batalla son los menos peligrosos. Esta bayoneta, en cambio, es de acero de hueso, un regalo de mi padre. El acero de hueso funciona a la perfección.

𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐖𝐎𝐑𝐃 𝐎𝐅 𝐒𝐔𝐌𝐌𝐄𝐑 ──── magnus chaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora