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No sabe que está pasando, no entiende que está pasando ni porque está pasando.

De repente, la única sensación en la que puede concentrarse es en el calor, en como se intensifica con cada roce, con cada toque, con cada suspiro.

Se siente jodidamente perdido, ansioso, en busca de todo y a la vez de nada.

Todo es tan, pero tan confuso... pero, al mismo tiempo, es tan correcto.

Jadea, sintiendo como el agarre sobre su cintura se hace más fuerte, tan fuerte que siente que podría romperlo.

Pero lo quiere.

Quiere que lo rompa y que luego vuelva a tomar cada trozo de él para volver a formarlo una y otra vez. Quiere que cada pedazo de él le pertenezca.

Extasiado, emite un sonido que le deja saber al otro cuando extasiado está. Entonces el beso se detiene, y él puede observar con deleite la vista frente a él.

Los rizos descontrolados, las pecas del hombre bañadas por un rojizo producto del calor y la lujuria, la boca entreabierta por la constante búsqueda de aire, pero más importante aún... el hambre reflejada en sus ojos. Él lo mira casi como si quisiera devorarlo, como si estuviera perdido pero aún así quisiera recorrer cada centímetro de su piel en búsqueda de una salida.

Tiene a Sergio Pérez muriendo por él y eso le encanta.

Queriendo más, vuelve a moverse sobre él, ejerciendo presión entre sus pelvis sabiendo lo que ocasionará en el otro.

La reacción es la esperada.

Él aprieta los ojos con fuerza, sintiendo como sus instintos más bajos buscan salir a la luz, como su animal quiere tomar el control y hacer un jodido desastre del que después se arrepentirá.

Pero no hay mucho que pueda hacer, de hecho, es un milagro que aún no haya cedido.

Por lo general, es bastante común que un alfa se descontrole ante las feromonas descontroladas de un Omega en celo. Pero él ha luchado fuertemente, de verdad que lo ha hecho.

Aunque la tarea se volvió más difícil cuando, en lugar de permitir que se marchara, Max lo acorraló y se trepó después en él con tanta urgencia que no le dió tiempo de encerrar sus propios instintos y actuar con racionalidad.

Racionalidad...

¿De verdad aún queda algo de eso? No puede saberlo, no hay manera.

No puede pensar en nada que no sea el hermoso Omega sobre él moviéndose una y otra vez.

En su piel, en sus ojos, en su tacto, en su calor...

En su fragancia...

El aroma de un Alfa impone, atemoriza si es necesario y resalta su fuerza, su estatus.

Pero él de un Omega en celo... esa fragancia se vuelve la puta gloria si un alfa en celo está cerca.

Es como una droga.

De repente, el alfa deja de tener control sobre si mismo, no piensa en nada más que en cometer las más bajas vulgaridades.

No puede retener ni una idea coherente porque lo único en lo que puede pensar es en aparearse, en marcar, en reclamar.

Y es justo lo que está sintiendo ahora.

Ni siquiera es capaz de recordar nada, ni siquiera su nombre. Ahora, todo en lo que puede pensar es en el nombre del hombre que se remueve sobre él una y otra vez.

Max...

Max...

Ni siquiera sabe su apellido, o quizá si, pero no lo recuerda.

Tu Fragancia (chestappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora