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Cuando descubrió lo que ser Omega implicaba, Max odio con todas sus ganas lo que era.

No solo por no poder cumplir fácilmente sus sueños, era por todo lo que había realmente detrás de ser un Omega.

Max se negaba a ser solo una cosa que un Alfa pudiera usar para su placer, él no lo sería. Absolutamente no.

Él era más que todo eso.

Él no era alguien meneable.

No era dócil.

No era sumiso.

No.

Él había venido para cosas más grandes. Podría no ser un Alfa, pero él podría ser mas. Más que eso. Él era más que todo. Mejor, mucho mejor.

Y Max pensaba que lo había logrado cuando toda su vida lo habían confundido con uno. Max lo detestaba, por supuesto.

Él jamás querría ser uno de ellos. Jamás sería como esos seres tan despreciables.

Todos unos malditos cavernícolas, tan estúpidos, tan molestos. Siempre pensando primero con la polla y después con la cabeza.

Los odiaba.

No había nada en ellos que le gustará.

Y él no entendía la manía por las pollas y los nudos. Él creía que no había nada bueno en ello. No había manera.

Porque... ¿Que carajo tenía de bueno un pedazo de carne que estaba conectado a un ser tan detestable? Nada. Max creía que todo era una simple exageración.

La única razón aceptable del porque a muchos Omegas les gustaba era justo por eso: por ser Omegas.

No había modo en que algo así pudiera gustarle si hubiera sido beta. Todo era culpa de este sucio animal que llevaba dentro. También lo odiaba. Nunca le había traído nada bueno y probablemente no sería diferente en el futuro.

Esa cosa solo lo volvía débil. Max no era débil. No lo era.

Y la odiaba tanto. Él lo hacía.

Pero...

Esto le gustaba, realmente lo hacía. Y no podía parar. Era como una adicción.

Max seguía sin aceptar que las pollas eran la última maravilla del mundo, pero, mierda, esta era buena.

Esta era suya.

Y él siempre cuidaba de sus cosas.

—Max, por favor... —gimió, con la voz arrastrada y cansada.

Max ya había perdido la cuenta de cuántas veces lo había escuchado decir lo mismo.

—Dijiste... Dios... —inhalo temblorosamente, tensando la mandíbula y apretando el cabello del rubio en un puño —... Dijiste que sería la última...

Max lo ignoró, y entonces dejo de chupar su polla solo para tomarla entre sus manos y comenzar a lamerla, como si fuera una jodida paleta.

Él podría decir que quería hablar, pero su polla seguía tan dura como una roca desde que comenzó. Y era tan suave. Max había descubierto recientemente que a él le gustaba tener una en la boca, debía de ser alguna especie de extraño fetiche, pero no importaba.

—Maxie...

Max dejo un último besito sobre la punta húmeda y luego le sonrió.

Dios, él la amaba. Era tan buena, tan caliente.

Ignoro que los músculos le temblaban, y se trepo desesperadamente sobre los muslos agotados del mayor.

Sergio abrió los ojos, un tanto anonado porque Max quisiera seguir, pero él no le prestó mucha atención.

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⏰ Última actualización: Nov 04 ⏰

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