4. Expiando los pecados

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El despertador hizo que pegaran un bote en la cama a los dos hermanos. Uno de ellos se apresuró apagarlo entre gruñidos y bostezos. Se quedaron unos minutos más en la cama pero al poco la puerta de la habitación se abrió y entró su madre.

—Sabía que se os pegarían las sábanas—bromeó Simone dando la luz.

Pronto fueron escuchados gruñidos y lamentos más altos y alguna maldición escapada. Sabiendo que si no se movían el coche que les iría a buscar dentro de una hora tendría que esperar por ellos, comenzaron a levantarse entre bostezos.

Sonriendo a Bill que siempre se arreglaba hasta para irse a la cama, Tom le cedió el baño mientras se vestía con los ojos medio cerrados.

—Tom—llamó su madre en voz baja.

Tom miró esperando a que se decidiera a hablar, aunque ya sabía lo que le iba a pedir.

—Cuida de él, por favor—susurró Simone.

—Le mantendré bien vigilado—prometió Tom con firmeza.

Continuó vistiéndose hasta que Bill le dejó libre el baño y entró para recogerse el pelo y lavarse la cara con agua fría. Cuando terminó Bill ya estaba también vestido y cerrando su maleta.

Se sorprendió al fijarse mejor en él y reparar que no iba maquillado, ni siquiera un poco de cacao en los labios.

No dijo nada y cogiendo cada uno su bolsa de mano bajaron a tomar algo antes de emprender el viaje, en compañía de su madre y su padrastro que también estaba levantado. Se tomaron un vaso de leche caliente con unos bizcochos que su madre insistió en que también se los llevasen para sus compañeros.

Cuando llegó el coche a buscarlos se pusieron las cazadoras y se despidieron de sus padres.

—Llámame en cuanto lleguéis—pidió Simone a su hijo pequeño mientras le ayudaba a ajustarse su bufanda al cuello—Y cuando lo necesites.

—Que sí—resopló Bill.

Se abrochó la cazadora y tras besar a su madre en la mejilla y estrechar la mano a su padrastro siguió a Tom. Subieron al coche y en menos de 1 hora ya estaban en el parking de la discográfica junto con sus amigos y compañeros de grupo tiritando todos por el frío que hacía a esas horas y los nervios que sentían a pesar que ese no era su primer concierto.

Tras preguntar al cantante que tal estaban, subieron al autobús que ya les esperaba con el motor en marcha. Se pusieron cómodos en las butacas del piso inferior mientras terminaban de cargar con sus cosas.

David entró también mientras terminaba de dar órdenes por el móvil. Le miraron y esperaron a que terminase para que les pusiera al día de alguna novedad imprevista.

—Todo listo—anunció David cortando la comunicación—Será una entrevista con su sesión de fotos a eso de las 5 de la tarde, y luego actuaréis en un programa especial de la cadena alemana.

— ¿Nos darán de cenar antes?—preguntó Georg con cara de lástima.

—Sí, habrá un pequeño buffet, ya está todo previsto—contestó David riendo—Mientras os hacen las fotos podéis picar algo.

Todos rieron con él y cuando el autobús se puso en marcha se subieron al piso superior y se acostaron de nuevo. Todavía era de noche y les quedaba un largo viaje por delante.






Llevaban casi una hora de viaje, pero el cantante no podía conciliar el sueño. Daba vueltas en la cama, pero ya cansado se levantó. Se calzó las playeras de nuevo y bajó a prepararse un vaso de leche caliente.

Solo y sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora