3. Reposo y olvido

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Todo transcurrió tal y como lo había pensado Tom. Simone se presentó en mitad de la noche y acunó en sus brazos a su hijo pequeño, riñéndole y consolándole a la vez, dándole el cariño que tanto echaba de menos.

Tom lo observaba a los pies de la cama. Bill se abrazaba a su madre y lloraba desconsolado, pidiendo perdón por no haberlo contado y más por dejar que hubiera sucedido el fatal desenlace.

Se mordió los labios pensativo. Bill cambiaba de opinión cada dos por tres, y no entendía a que era debido.

Simone enseguida se puso a hacer planes. En cuanto abandonara el hospital en un par de días él y Tom regresarían a casa y pasarían en ella la semana de convalecencia que le habían recetado. Todo reposo y ningún sobresalto.

Al día siguiente le dejaron recibir visitas, siendo sus compañeros los primeros. El productor estaba con ellos, pero en ningún momento intentó hablar con él y apenas se atrevía a mirarlo, solo cuando veía que miraba hacia otro lado.

Tuvieron que contar la verdad de lo sucedido a sus compañeros, que se llevaron una buena sorpresa. Nadie sospechaba que podía estar embarazado, y aunque nadie la formuló la pregunta de quién podría ser el padre flotaba en el ambiente.

Simone acordó con David que a la prensa les dirían que había sido un pequeño desmayo fruto de la mala alimentación que llevaban cuando estaban de viaje. Bill asintió a regañadientes esa propuesta y escribió una pequeña nota de agradecimiento y pidiendo disculpas por los compromisos cancelados por su culpa.





A los dos días y viendo lo pronto que se había recuperado, al menos físicamente, le dieron el alta y viajó junto a Tom en el coche de sus padres. Sentado en el asiento de atrás pasó el trayecto medio adormecido, sintiendo como Tom vigilaba su sueño y le dejaba acomodarse contra su hombro.

Una vez en la casa, ocuparon el viejo dormitorio en el que él y Tom dormían desde que eran pequeños y cuando hacían a su madre una de sus muchas visitas.

Paseando por la habitación, Tom le veía descansar de nuevo con los ojos cerrados. Tenía una mano puesta sobre el estómago, acariciándoselo inconscientemente, y no era la primera vez que lo había pillado haciéndolo ese gesto cuando pensaba que nadie miraba.

Pero él si lo hacía. No podía quitarle los ojos de encima hasta que el respondiera su pregunta. ¿Por qué? ¿Por qué con David y no con él?





Los días pasaron con rapidez y tranquilos, y gracias a los cuidados de su madre el joven cantante recuperó sus fuerzas. Al cabo de la semana se encontraba lo suficientemente fuerte para emprender el viaje que tenían previsto.

La discográfica había llamado el día anterior para cerciorarse de que se encontraba bien o necesitaba algún día más. Pese a la negación de su madre, el cantante les dijo que si y que tenía muchas ganas de volver a los escenarios.

Programaron un corto viaje, una pequeña actuación. Un coche le recogería a él y a Tom al día siguiente a las 4 de la madrugada y les llevarían a la discográfica, en donde les esperaba el autobús para hacer en él el resto del viaje, más cómodo además.

Con ayuda de su madre, los dos hermanos hicieron sus maletas y pusieron el despertador para las 3 de la madrugada. Tomaron una ligera cena y a las 9 se despidieron de su madre y padrastro y subieron a acostarse.

Esa era la última noche que pasarían en esa habitación que compartían, pues en el apartamento tenían una cada uno y en los hoteles en los que se hospedaban jamás se les ocurriría compartirla. Tom siempre se subía una chica a la suya y no era plan tener a Bill en la cama de al lado escuchando y animando...y suspirando...

También era su última oportunidad de poder hablar con él en privado. Mientras que Bill se lavaba los dientes en el baño, él ya se había metido en la cama y le esperaba para apagar la luz.

Con el móvil en las manos borraba mensajes atrasados y ponía al día su agenda. Necesitaba comprar púas nuevas, siempre tiraba al público la que usaba en el concierto en cuestión y se estaba quedando sin ellas.

Está metido en sus pensamientos que no se había enterado de que Bill ya había salido del baño. Alzó una ceja al verle pasar por delante de su cama quitándose por el camino la camiseta que llevaba.

Se le queda mirando mientras abría el cajón de la cómoda y sacaba un pantalón de pijama a rayas junto con una camiseta negra. La reconoció al momento como una que él le había regalado tiempo atrás. En el pecho llevaba un estampado azul oscuro, ya desgastado tras tantas veces que se había lavado. Estaba para tirarla, pero Bill se negaba y la conservaba con cariño.

Pestañeó cuando le vio mirarle fijamente mientras se coloca la camiseta. Carraspeó y siguió con lo que estaba haciendo. Cogió el móvil y fingió leer muy interesado uno de los mensajes que había recibido sin dejar de mirar de reojo a Bill.

Cuando Bill se dio la vuelta mientras se ponía la camiseta, pilló a Tom mirándole de esa extraña manera. Tenía los ojos fijos en él y los labios ligeramente separados. Incómodo ante su mirada, se apresuró a cubrir su media desnudez. Se puso la camiseta al mismo tiempo que Tom se daba cuenta de que lo había pillado y desviaba la mirada de inmediato.

No podía evitar rozarse el estómago con las yemas de los dedos y suspirar. No se podía creer que hacía solo unos días tenía una personita creciendo dentro de él.

Decidió dejar de pensar en eso, los ojos se le habían llenado de lágrimas y no quería echarse a llorar delante de nadie, y mucho menos de Tom. Tenía que hacerle ver que ya lo había superado, que estaba preparado para seguir adelante aunque se sintiera morir por dentro.

Se quitó los vaqueros con rapidez y se puso el pijama aún bajo la mirada de Tom. Sabía que no le quitaba los ojos de encima, estudiando cada uno de sus movimientos, atento a cada uno de sus sentimientos...

¡A buenas horas se daba cuenta! Si lo hubiera hecho en su debido momento, no estaría pasando por ese infierno, o puede que el bebé que aún llevaría en sus entrañas fuera de él.

Sacudió la cabeza y tras dejar la ropa que se acababa de quitar bien colocada en el respaldo de una silla, se metió en la cama dándole la espalda a Tom. Apagó la luz de su mesilla y cerró los ojos suspirando.

— ¿Estás cansado?—no pudo evitar preguntar Tom.

—Mañana nos levantamos temprano, hay que dormir—contestó Bill sin girarse.

—Pensé que tal vez,...te apetecería hablar—murmuró Tom.

—No—dijo Bill con firmeza—No hay nada de qué hablar.

Tom asintió y dejó de insistir. Dejó el móvil sobre su mesilla y apagó la lamparilla. Se tumbó de costado, viendo desde su cama la espalda de Bill. Su largo pelo negro le caía sobre la almohada, confundiéndose con las sombras que creaba la poca luz que se colaba por la persiana medio bajada.

Se le quedó mirando agudizando el oído. De vez en cuando se le escapaba un ligero suspiro, pero nada más. Estaba atento por si le oía llorar. Todas las noches le vigilaba sin que él se enterara, no durmiéndose hasta que lo hacía él.

Al cabo de unos minutos escuchó como su respiración se hace más pesada y solo entonces cerró los ojos y suspiró él también. Se moría porque Bill le necesitara, que acudiera a él solo para poder estrecharle con fuerza entre sus brazos.

Pero se hacía el fuerte, dando a entender que se encontraba bien, peo a él no le podía engañar. Eran hermanos, siempre sabían lo que estaban pensando. Aunque por lo visto no siempre. Si no hubiera estado distraído, había visto lo mal que lo estaba pasando.

Solo y sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora