6. Ya es tarde

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— ¿Por qué no me dijiste que seguías embarazado?—repitió David su pregunta.

Alzando la mirada del vaso de leche que tenía en sus manos, el cantante pestañeó como si saliera de un profundo sueño. Se sentía confuso y mareado. Fijó la vista en la persona que estaba sentada en frente y le miraba como si no le reconociera, buscando una respuesta a la pregunta que le acababan de hacer.

¿Por qué no se lo dijo? ¿Por qué no se deshizo de su hijo?

— ¿Bill?—llamó David poniendo su mano sobre la de él.

Bajó la mirada a esas dos manos que casi se entrelazaban, sintiendo algo que no debiera sentir o que ya no quería sentir.

—No lo sé—contestó retirando su mano.

— ¿No?—repitió David.

Negó con la cabeza acomodándose en el asiento. No sabía cómo explicarle que se sintió dividido. Una parte de él le decía que no era el mejor momento para tener un bebé, y otra le suplicaba que recapacitara.

—Bill, si querías tener el bebé me lo tenías que haber dicho—dijo David en voz baja—Hubiera asumido cualquier responsabilidad, hablado con tus padres y...

—Dijiste que lo mejor era deshacernos del bebé—le recordó Bill con dolor—Ya tomaste tu decisión.

—Pero era la mía, tú no dijiste nada. Asentiste y me dijiste que te encargarías de todo—le recordó él—No debí dejarte solo, eres un niño y te dejé cuando más me necesitabas.

—Bueno, ya estoy acostumbrado—susurró Bill encogiéndose de hombros—No eras el primero que me abandonaba.

Se le quedó mirando. Esa era la respuesta que buscaba. No le contó que seguía embarazado por miedo a que le obligara a abortar, no se lo dijo porque en el fondo lo quería tener para dejar de sentirse solo. Tener una persona que dependiera de él, darle ese amor que el mundo cruel le negaba.

Se fijó en sus manos, descansando sobre su regazo. Se moría por volver a cogerle una y estrecharla con fuerza, hacerle sentir que no estaba tan solo como él creía.

Pero recordó como la apartó la vez anterior con cierta brusquedad, como si no fuera su compañía la que deseaba. Como si aún esperara que una persona apareciera en su vida y le abrazara. Y él no podía ser esa persona, no era la adecuada.

Suspiró y se recostó en su asiento, abriendo de nuevo el portátil y dando la conversación por finalizada. Vio como el cantante entendió el gesto y se levantó. Tiró en el fregadero la leche que no había tocado y se secó a un paño las manos.

— ¿Estás bien?—preguntó David cuando pasó por su lado.

—No, pero lo estaré—contestó Bill con sinceridad.

—Sabes que estoy aquí, por si necesitas hablar. Puedes acudir a mí—dijo David con sinceridad.

—Lo tendré en cuenta—susurró Bill siguiendo su camino.

Caminó con paso decidido y subió las escaleras frotándose la cara con las dos manos y gimiendo contra ellas. Era muy duro pasar por lo que estaba pasando, más hacerlo sin nadie a su lado.

Bajó las manos por el cuerpo y las dejó sobre su estómago. Había pasado poco tiempo, pero aún podía sentir que lo llevaba dentro. Incluso soñaba con él, o ella.

Una noche soñó que llevaba la barriga abultada y reía al sentir una patada. Tom estaba a su lado y le pasaba las manos por el estómago, riendo con él al sentir otra patada del bebé.

Solo y sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora