𝒙𝒗𝒊. broma

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El cielo permanecía oscuro, repleto de estrellas y luces cálidas que escapaban de los altos faroles, dando un acogedor ambiente al que se encontrará en las calles de Granada.

La luna llena iluminaba las avenidas y las ventanas de las pequeñas casas y edificios que se encontraban ahí.

La Sardelli dormía placidamente, con la ventana abierta para que el leve viento refresque un poco su habitación, aunque una sábana liviana la tapaba.

Su cabello rubio, con algunos mechones húmedos por la ducha de hace algunas horas, se desparramaba en la suave almohada, forrada con una tela de seda.

Violeta no era de dormir como un palo, si tenía una cama para ella sola la iba a aprovechar, por lo que sus brazos estaban extendidos a lo largo de la grande cama y su boca entreabierta, cubierta de una leve capa de saliva, estaba contra el colchón.

La rubia, de un momento a otro, empezó a respirar irregularmente, mientras se movía sutilmente entre cómodas sábanas.

Cualquiera que la mirase en ese momento pensaría en que le pasaba, pero solo ella tenía la respuesta.

Pesadillas.

"𝑫𝒆𝒔𝒅𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒆 𝒗𝒊 𝒂𝒉𝒊, 𝒄𝒐𝒏 𝒆𝒔𝒆 𝒗𝒆𝒔𝒕𝒊𝒅𝒊𝒕𝒐 𝒚 𝒆𝒔𝒂𝒔 𝒔𝒂𝒏𝒅𝒂𝒍𝒊𝒂𝒔, 𝒏𝒐 𝒎𝒆 𝒑𝒖𝒅𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒐𝒍𝒂𝒓."

"𝒄𝒉𝒊𝒒𝒖𝒊𝒕𝒂"

𝒄𝒂𝒃𝒆𝒍𝒍𝒐 𝒈𝒓𝒆𝒏𝒖𝒅𝒐, 𝒐𝒋𝒐𝒔 𝒈𝒓𝒂𝒏𝒅𝒆𝒔, 𝒎𝒊𝒓𝒂𝒅𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒗𝒆𝒓𝒔𝒂.

Flashbacks inundaban su cabeza. No se podía despertar de aquella pesadilla. Sentía sus fuertes latidos, su desesperación por escapar del sufrimiento. Veía sus lágrimas y la suciedad del hombre manchando su vestido.

Se veía a ella misma en el callejón. Quería ayudarse pero no podía caminar. Quería gritar, quería salvar a su ella chiquita, pero no podía mover ni un dedo. Gritaba con desesperación. Deseaba acercarse al hombre y golpearlo con todos los sentimientos que este le dejó aquel día. Creía que si se ayudaba, el trauma desaparecería.

Sentía las lágrimas de su cara mezclarse con la leve lluvia que caía esa tarde.

- P-porfavor no, solt-tame - escuchaba los ruegos de la pequeña, esperando a que el hombre la soltara y la dejara irse a su casa.

La risa del hombre, las desagradables palabras que el le soltaba, como la escupia y como desprendía el olor a cerveza en su cara, le ponía la piel de gallina.

No paraba de escuchar todo en un bucle, cada vez más fuerte. Se tapo los oídos y deseo despertarse de aquella horrible pesadilla que la estaba consumiendo cada vez más.

𝗗𝗘𝗦𝗧𝗜𝗡𝗢𝗦 𝗖𝗥𝗨𝗭𝗔𝗗𝗢𝗦 | matias recalt  𓍯  (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora