19.- Últimatum

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JOHNSON.

La humedad llena el ambiente, el olor a sangre y a mugre me producen nauseas mientras ingreso a las viejas bodegas donde sé que mi hermano se encuentra. Sin embargo, apenas pongo un pie dentro, sé que he llegado tarde.

—Llegas tarde —la voz de hombre llega hasta mí aumentando la sensación nauseabunda en mí —lástima, ellos esperaban que los salvaras.

Miro los cuerpos en el piso.

—¡No! —el grito brota de mis labios lleno de horror —¡Hijo de puta!

Saco el arma y aprieto el gatillo, pero ningún disparo sale. Las risas llegan hasta mí como un sonido de tortura, de pronto la imagen de cambia, ya no solamente están Aria y Kyle, sino que también se encuentra Camille justo en el medio.

—No puedes salvarlos a todos, John —la misma voz atormentándome —no vas a poder salvarlos a ellos tampoco.

Sus palabras se quedan flotando antes de que una voz grite mi nombre.

—¡John! —abro los ojos de golpe, una inhalación me brinda el oxígeno suficiente como para sentir que puedo respirar y me toma un par de segundos darme cuenta que solo era una pesadilla.

Los ojos preocupados de Bea me escanean, sostiene la sábana contra su pecho mientras mantiene una de sus manos sobre el costado de mi rostro.

—¿Estás bien?

—Sí —mi voz es apenas un susurro —lo siento, yo...

—¿Pesadillas? —inquiere con suavidad —¿quieres un poco de agua? Puedo...

—No, no —sacudo la cabeza, levanto la espalda del colchón y cierro los ojos —estoy bien, no tienes que preocuparte.

No responde, sin embargo, cuando me atrevo a mirarla otra vez, tiene una clara mirada de preocupación.

—No tienes que mentirme, ¿sabes? —dice con una dulzura que amenaza con romperme, porque no hay momento en donde me sienta más vulnerable que al despertar de mis pesadillas.

—Estoy bien —miento —no es la primera vez que ocurre.

Eso solo la preocupa más, puedo verlo en sus ojos, en la manera en la que su mano busca mi contacto y cuando lo encuentra, intenta reconfortarme.

Estaba convencido que he aprendido a vivir con mis pesadillas, sin embargo, nunca había pasado la noche entera con una mujer, habitualmente me marchaba apenas obtenía lo suficiente, nunca compartíamos cama, mucho menos permitía que durmiesen a mi lado.

Me siento avergonzado de que Bea lo haya presenciado, flexiono las rodillas y me tomo un momento antes de poder enfrentarla. No sé que hora es, pero sé que es poco probable que pueda dormir otra vez.

—¿Quieres hablar de eso? —su mano traza una caricia en mi espalda, tomo una inhalación, considerando las opciones que tengo.

Bea no es alguien a quien le puedas ocultar información fácilmente, mucho menos cuando seguramente me ha escuchado gritar por las pesadillas. Sé que tengo que decirle, pero no sé el precio que eso implique.

—Yo solía tener pesadillas —dice de pronto —cuando Ron se fue...las tenía todo el tiempo. Permanecieron por años conmigo, incluso hasta el día de hoy, hay noches en donde regresan. Así que puedo entender como te sientes, o al menos, un poco.

El silencio cae de nuevo sobre nosotros, tomo una nueva inhalación, como si de ese modo me diera a mi mismo la valentía que necesito para poder hablar aún cuando sé que no servirá de mucho.

Tentación ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora