El sutil aroma de las rosas que adornaba aquella enorme sala solo era opacado por el dulce aroma del omega que caminaba con pasos suaves hacia el altar donde su futuro alfa le esperaba, con una sonrisa tan amplia en su rostro que hacía que el corazón del más joven doliera.
No era así como se supone debía cumplirse su más grande sueño. Su boda, su unión con el eterno amor de su vida. Pero ya nada más podía hacer.
Su padre alfa entregó su mano a aquel apuesto hombre pero su corazón no se aceleró ante su toque. No le amaba, no le gustaba tan siquiera. Ese alfa le había comprado y no podía hacer más que odiarlo aunque por fuera tuviese que fingir una sonrisa y aceptar lo que la vida había deparado para él. Le dolía el alma y el corazón verlo a él y no a la persona con la que tantos planes para el futuro había hecho. Todo era tan injusto.
Se escuchó un fuerte aplauso cuando estuvo al lado del alfa y un suspiro salió de sus labios. Cerró los ojos mientras una lágrima cristalina resbalaba por su mejilla. El tacto cálido del alfa le sobresaltó más cuando vio esos enormes ojos avellanas, viéndole tan profundo y con esmero sintió algo removerse en su estómago, quizás, solo quizás no iba a ser tan malo unirse con él para toda la vida.
Ojalá el odio que sentía por él pudiese menguar y darle paso a una vida, medianamente, feliz.
Tomaron asiento, uno frente al otro, en las bancas decoradas frente al altar y el sacerdote comenzó a recitar las frases iniciales en aquel rito. Todos sus familiares guardaban silencio. Podía ver a su hermano alfa y a su padre omega sonriendo orgullosos por el triunfo que se habían llevado al emparentar con un alfa poderoso y adinerado. Pero, Gerard y su padre alfa no eran como ellos, él era sencillo y no le gustaban los lujos, se sentía tan fuera de lugar con aquel exceso de joyas y adornos sobre su cuerpo pero su padre se había esmerado en todo aquello y como siempre, él no había encontrado la fuerza para hacerle frente, pues sabía que si lo hacía todos sus pequeños errores le iban a ser echados en cara.
—Frank —llamó el sacerdote y sacó al omega de sus pensamientos—. ¿Puedes colocar tus manos debajo de las del novio?
El omega sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo cuando aquellas fuertes manos tomaron las suyas delicadas, por un momento se imaginó aquellas otras manos que tanto le gustaba acariciar pero que ya nunca más iba a volver a tocar. Pensó en un rostro diferente al que tenía enfrente, sin embargo, el aroma de este alfa y su presencia, de algún modo, podían más que ese amor que él aún sentía.
Podía negarlo tanto como quisiera pero una pequeña parte de él se sentía bien con aquello. Convirtiéndose en el omega de Frank Iero, aceptándolo a él como su alfa. Con eso en mente decidió darse una oportunidad y olvidarlo todo, comenzar de nuevo. Vivir de sus recuerdos no hacía más que lastimarlo, iba a crear nuevos para tratar de volver a ser feliz.
—Esta agua, que lava tus manos, Frank, significa que el padre del novio te quiere tan puro como él. En pensamientos, en cuerpo y en las palabras —mencionó el sacerdote mientras dejaba caer un poco de agua sobre ambas manos.
Toda su vida, Gerard, había sido criado en la enseñanza de las costumbres para cuando ese momento llegara. Sus manos temblaron cuando vio a su padre omega acercarse a él con una ofrenda en las manos. Tomó el plato y lo colocó en su regazo, sentía las palabras en su garganta pero aquella mirada intensa que le observaba con tanto deseo despertó en él un calor y una valentía ajena. Era como si él alfa le diese valor con tan solo su mirada. Un sentimiento profundo y diferente que nunca había experimentado. Era extraño y nuevo pero le gustaba.
—Que nuestra vida sea siempre dulce —dijo en voz alta y se encontró con ella firme y sin temor. El alfa mordió el trozo de manzana de sus dedos y él le sonrió sincero.
El rito de la ceremonia continuó su curso, los padres del omega entregándolo hacia el alfa que de ahora en más iba a cuidarle.
—Las fuerzas de la naturaleza te dieron a mi. Yo soy cielo y tú eres tierra —dijo el alfa con aquella voz firme que tenía y el omega podía sentir sus ojos cristalizados—. Que vengan muchos hijos y que tengan una larga vida. Y que tú y yo podamos ver cien primaveras juntos.
El omega sonrió pidiéndole a la Diosa que en la siguiente primavera pudiera ser verdaderamente feliz.
—Que seamos firmes como las rocas y que entre nosotros haya confianza, respeto y devoción —recitó el omega pelirrojo.
—Ahora haz un juramento de fidelidad, Frank.
Era la cultura de los alfas y los omegas celebrar sus uniones con aquel rito matrimonial. Una entrega de un omega que debía saber cómo comportarse, que había sido criado para ello y de las promesas de un alfa que tenía que jurar prometer amar, cuidar y respetar. El omega no debía hacer ningún juramento pues no era responsabilidad de ellos si se cometían faltas, era culpa del alfa por descuidarlos o no cumplir con su palabra.
—Yo estaré siempre presente, a tu lado —juró mientras deslizaba un delicado anillo de oro en el dedo anular izquierdo del omega—. Siempre contigo.
—Ahora, deben hacer siete peticiones mientras toman sus manos y caminan alrededor del fuego sagrado —mencionó el sacerdote.
El alfa sonrió mientras ofrecía su mano. Gerard la tomó con delicadeza, a pesar de su sentir, sintiéndose cada vez más cómodo y confiado ante aquel toque. Esa sonrisa le estaba haciendo olvidar aquellas promesas vanas que alguna vez le ofrecieron y él había creído; esto era real.
—Que nuestro amor crezca —dijo el alfa.
—Que nunca nos falte alimento.
—Que no falten fuerzas para nosotros.
—Que la felicidad viva en nuestra casa.
—Que la prosperidad nos acompañe siempre.
—Que nazcan muchos hijos de los dos.
—Que nunca deje de amarte…
—Que tu corazón pueda vivir en el mío —afirmó el alfa mientras colocaba su mano derecha sobre el pecho del omega—. Que tu mente pueda vivir en la mía. Yo te acepto, Gerard, como tu eres.
—Así como nadie puede separar los ingredientes una vez unidos, nadie en el mundo podrá separarlos —finalizó el sacerdote.
Las lágrimas se deslizaron copiosas por aquellas pálidas mejillas, ¿de alegría o tristeza? no lo sabía con claridad.
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Broken Omega ↪Frerard
Fiksi PenggemarGerard es un omega que se ve obligado a casarse con un alfa que le compra. Lo odia por ello pero acepta su destino. Trata de ser feliz a su lado, sin embargo, cada vez que cree dar un paso hacia adelante retrocede dos. Pese a todas las circunstancia...