PRÓLOGO

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Allegra Lombardi conocía a demasiadas personas

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Allegra Lombardi conocía a demasiadas personas. Personas que había visto una vez en su vida, pero cuyo nombre y rostro había memorizado después de una ínfima conversación, ese era su hábito desde que era una niña. Su cerebro estaba ocupado en su mayoría por nombres, apellidos, rostros y profesiones. La coincidencia más grande entre todos ellos es que siempre reaccionaban del mismo modo al escuchar que ella tenía una hermana gemela: entusiasmo.

Todos piensan que tener una hermana gemela es lo mejor que le puede pasar a una niña, sobre todo a una niña en una familia como la de Allegra, una familia de dinero viejo y pesadas expectativas. Nadie te entiende como un hermano, porque nadie pasa por las mismas situaciones al mismo tiempo como uno, y si ese hermano tiene tu misma exacta edad y además tu mismo aspecto, entonces debe ser lo mejor que te podía pasar en la vida, ¿no?

Las personas siempre habían creído que Allegra y Bianca eran dos mitades en perfecta armonía, y esa era la historia que ella siempre había estado dispuesta a venderles.

No necesitaban saber. No necesitaban saber que a veces la persona más cercana a ti era justamente quien más daño podía hacerte.

Justamente por el tipo de familia en la que habían nacido, una hermana gemela era lo peor que podía pasarte.

La familia Lombardi era importante, importante en un sentido global, en un sentido en el que no había industria en la que sus manos no se hubieran metido ya. Y funcionaban hasta cierto sentido con una meritocracia. Sus padres habían sido, en conjunto, quienes la habían manejado los últimos veintiséis años, y, por ende, debía ser alguien de su rama quien la heredara (a menos que no hubiera nadie apto), y era ahí donde la meritocracia intervenía. Todo en su vida era una competencia, porque una mísera nota en un examen sorpresa en la secundaria podía cambiarlo todo. Y tanto Bianca como Allegra querían ser las ganadoras.

Así que no, contrario a lo que todo el mundo creía, ellas dos no eran unidas en absoluto. Por eso, cuando recibió un sobre blanco en su departamento en Milán con el nombre de su hermana como remitente, no pudo sentir sino desconfianza.

Si a Allegra le desagradaba Bianca, entonces era correcto decir que Bianca la detestaba con fervor. Eso era lo que pasaba cuando había una competencia perpetua entre hermanas, que siempre debía haber una ganadora, y cuando la ganadora era siempre la misma... Bueno, era natural que la perdedora almacenara una enorme cantidad de rencor.

No era que Bianca fuese mala, solo no era tan buena como Allegra. En nada.

Cuando en la escuela Bianca obtuvo un promedio de 9.9, Allegra siempre obtuvo un 10 perfecto.

Cuando Bianca comenzó a estudiar baile, Allegra escogió la gimnasia. Bianca recibió un premio nacional, pero eso no era ni de cerca tan sorprendente como la medalla olímpica de Allegra en gimnasia artística.

Cuando Bianca fue aceptada en la Universidad de Oxford para estudiar comercio internacional, Allegra fue aceptada en Stanford y comenzó a estudiar simultáneamente administración de empresas y finanzas.

No significaba que todo lo que Allegra había logrado lo hiciera sin esfuerzo, al contrario, pasó días sin dormir, tan estresada que sintió que explotaría, pero jamás estuvo dispuesta a aceptar la alternativa: el fracaso. Prefería desgastarse hasta la inconsciencia que aflojar el ritmo, porque solo ella sabía lo cerca que había estado de desmoronarse en reiteradas ocasiones, y eso solo la habría hecho decaer.

Era así entonces que mientras su hermana era excepcional, Allegra era perfecta.

Sus padres todavía tenían sus dudas, sin embargo, por cuál de las dos era la mejor alternativa. Lo que, a ojos de Allegra, no tenía ningún sentido, cuando ella siempre había tenido la ventaja.

Con un suspiro, Allegra colocó el sobre blanco que había recibido en la encimera de la cocina y tomó su teléfono celular, abriendo rápidamente la aplicación de llamadas y marcando el número en la cima de sus últimas conversaciones.

—Adivina quién acaba de recibir un sospechoso sobre de parte de su queridísima hermana gemela —dijo Allegra, en el segundo en que el celular dejó de timbrar ante la aceptación de la llamada.

— ¿De Bianca? ¿Estamos hablando de la misma Bianca de siempre? ¿O de una hermana gemela distinta de la que no sé nada? —respondió Emma a través del teléfono.

—La misma Bianca de siempre... —respondió Allegra, casi con desinterés, inclinándose para tomar el sobre y juguetear con él entre sus dedos— ¿Sabes cuál es el peso estándar de una carta bomba?

—Bianca no te enviaría una carta bomba.

— ¿Estás segura? —preguntó Allegra, con escepticismo— ¿Por qué, si no, enviaría una carta? ¿Entiendes? Una carta, en plena época de correos electrónicos, mensajes de texto, WhatsApp, Snapchat y todas esas cosas.

Emma titubeó.

—Creo que una carta bomba sería un poco demasiado, incluso para ella.

—Tiene sentido. Bien, voy a abrirla. Si exploto, quiero que le digas al mundo que fue culpa de ella.

Emma suspiró tan profundamente que Allegra lo escuchó casi como si estuviera a un lado de ella, aún si Emma en realidad estaba en realidad en Gran Bretaña, donde la escudería Aston Martin tenía su sede y Emma trabajaba bajo mandato de su padre, Lawrence Stroll, que la dirigía.

Allegra le dio la vuelta al sobre. Observó el punto en que el sobre se mantenía cerrado con un pequeño, pero muy intrincado sello de lacre color bermellón. No tuvo compasión en absoluto al romper el sello y sacar la carta, pero deseó haberla tenido, deseó haber sido más cuidadosa y haber sacado el contenido con más lentitud, porque quizá en ese caso no habría recibido el golpe todo de una sola vez.

Arrugó el papel en sus manos y éste se sintió rígido e inflexible entre sus dedos, seguramente por estar hecho con algún papel especial y bordado en oro o alguna presuntuosa estupidez semejante, pero a ella no le importó, al contrario.

Vaffanculo! Ho proprio le palle girate... —maldijo Allegra, cambiando inconscientemente al italiano, cuando, además, su brazo golpeó el florero que tenía al lado y haciéndolo caer al suelo, rompiéndose el cristal y dejando trozos de vidrio además de agua por doquier.

— ¿Qué pasó? —cuestionó de inmediato Emma, se le notaba más alterada de lo que había estado antes, claramente empezando a tomarse la situación con más seriedad— ¿No te está intentando chantajear o algo parecido, o sí? Sé suficiente italiano como para saber que no es nada bueno.

—Parece que la molto stupida va a casarse. Y estoy invitada, junto con mi inexistente más uno, por supuesto.

Todo el mundo debía perder alguna vez en su vida, al menos en algo trivial, pero esa pérdida en concreto le supo aún más desagradable a Allegra porque claro, ni siquiera sabía que su hermana tenía un maldito novio, y sabía de algún modo que eso no se trataba de felicidad o de amor, se trataba de seguir jugando esa insana competencia que ambas tenían, y que, por primera vez, Bianca estaba ganando.

HALL OF FAME, max verstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora