CAPÍTULO 05

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Allegra había cerrado suficientes acuerdos a lo largo de su vida para sus padres como pareja reconocer a una persona que aceptaría un trato, y, por lo tanto, pudo identificar perfectamente a Max Verstappen como alguien que estaría de acuerdo con s...

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Allegra había cerrado suficientes acuerdos a lo largo de su vida para sus padres como pareja reconocer a una persona que aceptaría un trato, y, por lo tanto, pudo identificar perfectamente a Max Verstappen como alguien que estaría de acuerdo con su idea. Tenía todo para ganar, y nada para perder, excepto, quizá, algo de orgullo.

Así que solo le quedaba a Allegra esperar por la respuesta afirmativa que sabía que iba a obtener. Y había decidido quedarse en Mónaco hasta obtenerla, quizá incluso un poco después dependiendo de los términos del acuerdo al que llegarían.

No creía que existiera algún contrato estandarizado para los términos de una relación falsa, no uno que ella conociera, al menos. Lo suyo eran los negocios, no la ley, ¿un contrato como aquel contaría como uno de prestación de servicios profesionales? Aunque quizá eso daría la impresión equivocada. ¿Quizá un contrato de mandato? Sí, no lo creía. Definitivamente no sería catalogado como algo nominado. Y quizá debería ocuparse de comenzar su redacción, pero algo le daba la impresión de que quizá Max podría querer hacerse cargo de todo ese aspecto para no quedar atrapado en algo demasiado complicado.

Entonces, sí, ella estaba funcionando con la idea de que Max Verstappen iba a decirle al mundo que era el novio de Allegra Lombardi, porque, por supuesto, cualquier otra opción era inconcebible. Era una ganadora, una determinada, una persona que siempre obtenía lo que quería. Y aunque no por motivos románticos ni por intereses realmente propios, en aquel momento ella quería al tricampeón del mundo. Si él, por algún motivo absurdo, decidía que iba a negarse, iba a llevarse una desagradable sorpresa, porque para su desgracia, en aquellos momentos Emma no estaba a su lado para instarla a moderarse. Realmente necesitaba más amigos.

Cuando llegó el domingo, sin haber recibido una respuesta todavía, Allegra tomó una decisión que no recomendaría a una chica intentando coquetear, pero sí a una mujer que está atravesando una de las negociaciones más controversiales de su vida: enviar mensaje primero.

Ya podía estarle sacando provecho a su número de teléfono, después de todo.

Fue desde un restaurante pequeño en Mónaco, mientras comía un clásico desayuno americano, que comenzó a teclear el primer mensaje de texto a Max Verstappen. De verdad esperaba que no la hubiera bloqueado porque no tenía demasiadas ganas de ir a cazarlo por la ciudad. Era probable que su dirección fuera muchísimo más complicada de conseguir que su número, y no quería abusar de la magnífica disposición de Red Bull.

"Buenos días, Verstappen. ¿Debería ya decirte Max o eso debería reservarlo para después de que comencemos nuestra relación?" preguntó Allegra.

La sutileza no era algo de lo que quisiera presumir en esos momentos, creía que probablemente Max podría apreciar eso, viendo lo fastidiado que se había sentido cuando ella había tomado la ruta de la cortesía (o de jugar con él, mejor dicho) la vez que se habían reunido.

Colocó su celular con la pantalla hacia abajo sobre la mesa y dio un mordisco a una de las tiras del tocino de su plato, con lentitud. La mejor parte de desayunar sola era que no debía esforzarse por comer demasiado rápido, ya que no había nadie que la presionara o que la mirara constantemente con expectación.

Su teléfono vibró cuando ella recién estaba probando sus huevos revueltos. Allegra echó una mirada rápida al teléfono, sin levantarlo, y dio un trago a su café antes de tomarlo.

Un mensaje sin leer. Un mensaje de Max Verstappen.

Se esforzó un poco más de lo que creía que tendría que esforzarse por no sonreír al ver el nombre en su pantalla de notificaciones. Observó la hora, y sintió un profundo regocijo al percatarse de los pocos minutos que habían pasado desde que ella le había escrito.

Pensó que, si se había visto desesperada al enviarle mensaje antes de recibir cualquier otra noticia suya, él no parecía mucho mejor al responder tan rápido. A menos que fuera del tipo que contestaba los mensajes inmediatamente la mayor parte del tiempo, y no parecía ser de ese tipo, a menos que jugara contra el tiempo y contra los demás con eso tanto como con todo lo demás en su vida.

"Verstappen está bien" respondió él.

"¿Has agendado mi número?"

"De algún modo necesito saber a qué número no responder. Te he guardado como 'SPAM'".

"Encantador. Un apodo para mí. Deberíamos usarlo como chiste interno ante la prensa".

"Estás asumiendo demasiado" señaló Max. Allegra le sonrió a la pantalla, y se recriminó inmediatamente por eso, esforzándose por recordar que no debía burlarse demasiado de él hasta que hubiera firmado un papel que le impidiera retractarse.

"Creo que, si tienes fundamento para creer algo, no es una asunción, sino una deducción. Pero estoy dispuesta a seguir tu hilo. ¿Tienes una respuesta para mí?" escribió Allegra.

Probablemente los segundos que le siguieron a eso fueron algunos de los más largos de la vida de Allegra. Ella no estaba habituada a muchas cosas, entre las cuales se incluían el rechazo, el fracaso, y, por supuesto, esperar, y sabía que Max era exactamente igual en esos sentidos, y eso no hacía si no reforzar su convicción de que se llevarían estupendamente, o se enloquecerían hasta asesinarse mutuamente. Por su plan, esperaba que fuera lo primero, pero por su aburrimiento constante, esperaba secretamente que fuera lo segundo.

"Sí. Tengo una respuesta" respondió Max. Allegra leyó el mensaje desde la barra de notificaciones, pero no abrió nuevamente la aplicación de mensajería, al contrario, apagó nuevamente la pantalla y colocó el teléfono sobre la mesa, a su lado. Y siguió desayunando.

Y sí, había algo en su interior que hervía. La necesidad latente de tomar el teléfono, de revisar la conversación y responderle los mensajes a Max tan inmediatamente como le permitían sus manos. Pero no podía por simple y vano orgullo, y él ni siquiera había tardado tanto en responderle, y ella sí que estaba desesperada, ¿pero dejaría que él se diera cuenta? Nunca.

Para cuando terminó de comer y tomó el dispositivo móvil, habían pasado alrededor de veinte minutos, y aparentemente Max se había doblegado primero, o esa impresión le dio a Allegra, porque apenas diez minutos después, le había escrito nuevamente. Un único mensaje adicional, sin más texto que una dirección.

"Voy en camino" escribió Allegra, y presionó enviar.

Hizo una seña al mesero, y éste se acercó a paso rápido.

— ¿Puedo ayudarla con algo?

—La cuenta, por favor. Y quizá agrega una rebanada de pastel de chocolate amargo para llevar —pidió Allegra, con una sonrisa.

Era de mala educación visitar una casa ajena y no llevar nada en absoluto. Y eso solo podía ser peor si se trataba de la casa de su futuro novio.

HALL OF FAME, max verstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora