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Decidí ignorar las palabras de Rhaenyra hasta que las repitió tres veces, me separé de ella, aún de rodillas, y ella hizo lo mismo

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Decidí ignorar las palabras de Rhaenyra hasta que las repitió tres veces, me separé de ella, aún de rodillas, y ella hizo lo mismo. A la luz del crepúsculo, su figura se recortaba contra el horizonte, su cabello oscuro ondeaba con la brisa nocturna. Ella espera un hijo de Aegon, es surrealista. Quizás estaba tan absorto en mi odio que permanecí en esa burbuja, ajeno al mundo que me rodeaba, sumido en mis propios pensamientos turbios.

Entonces me di cuenta de que lo único que sobraba aquí era yo. Debería haber sido el primero en morir, el sacrificio de Alys debería haber sido yo. ¿Por qué no seguir así? Miré a mi hermana, quien me observaba, y la besé. Fue un beso desesperado, cargado de un mensaje que ni siquiera yo entendía. El sabor a sal y agridulce inundaba mis sentidos mientras nuestros labios se encontraban.

—¿Podemos quedarnos unos días? —pregunté, deseando en lo más profundo de mi corazón que dijera que sí. Mi voz se perdió en el susurro del viento nocturno, apenas audible entre el susurro de las olas y el crujir de la arena bajo nuestros pies.

Por un momento pareció pensarlo, pero cedió rápidamente y se dejó caer en la arena mientras contemplaba el cielo. Las estrellas parpadeaban sobre nosotros, como pequeños destellos de esperanza en medio de la oscuridad. Hice lo mismo y la atraje hacia mí, recostándola en mi pecho. Su piel era cálida contra la mía, y su respiración se mezclaba con la mía en un ritmo acompasado.

—Te quiero, Aemond —susurró ella, pero no pude responder. Sus palabras resonaban en el aire nocturno, cargadas de un significado que trascendía las palabras mismas.

Observé el cielo hasta que mis ojos se nublaron y todo desapareció a mi alrededor, y vi una mesa. Estaban mi padre, Alicent, Rhaenyra y algunos lores más. La luz de las antorchas bailaba sobre sus rostros, pintando sombras grotescas en las paredes de la sala.

—Podríamos casar a Helaena con Jaecerys y dejar a un lado nuestras diferencias —sugirió Rhaenyra a lo que una vez fue mi madre—. Además, me encantaría que Aemond eligiera un huevo de la próxima nidada de Syrax. Su voz era suave pero firme, llena de determinación y un atisbo de esperanza en medio de la adversidad.

Ella no nos odiaba, nunca lo hizo hasta que maté a Luke. El recuerdo de su mirada acusadora aún me perseguía, un eco de la culpa que me consumía desde adentro.

La visión se desvaneció y volví a la realidad, cortesía de Alys. El mundo cobró vida una vez más a mi alrededor, los sonidos y colores llenando el vacío que dejaba la visión efímera.

Observé a Rhaenyra, su mano reposaba en su estómago. Se notaba un pequeño bulto que no había notado antes. Llevaba tiempo ocultando su embarazo, pero ahora, a la luz de la luna, era imposible ignorarlo. Su vientre se mecía suavemente con su respiración, un recordatorio tangible de la vida que crecía dentro de ella.

—¿Cuándo lo supiste? —pregunté, sintiendo curiosidad. Mis palabras eran apenas un susurro en la noche, pero ella captó su significado con facilidad.

Dragons are Back +18 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora