3. Canto del corazón.

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A diferencia de la televisión o de las fotografías, Xiao Zhan causaba una mejor impresión con sus agraciadas facciones en vivo y a todo color. Se negaba a creer que un miembro de la familia real, fuera así de amistoso, cumpliendo con semejantes características de espontaneidad sin llegar a verse como un farsante.

Yibo se tomó el atrevimiento de barrerlo con la mirada involuntariamente.

El traje no dejaba nada a la imaginación. Realzaba cada atributo por estar echo a la medida, ni hablar de lo largo que podía verse o la forma en que se exhibía esa pequeña cintura. Sus labios tiernos iban perfectamente humectados, arriesgándose a señalar que llevaba un ligero toque de tinta de labios, a no ser que haya sido lo bastante afortunado para nacer con esa tonalidad rosácea.

Por mucho que la familia real fuese una importante figura de autoridad en su país y en el mundo, Yibo siempre ignoró su existencia con éxito, por consiguiente, no estaba relacionado con los chismes, suposiciones o escándalos que les rodearan.

No se consideraba un opositor, mucho menos un seguidor como lo era su madre, si algo conocía de esta familia y de la gentileza del príncipe era gracias a ella. Un par de veces invalidó sus creencias con respecto a él, afirmando que solo era una actuación. Ante comentarios tan pesimistas de su propio hijo, Wang Xinyi abogaba por él heredero sin conocerlo. Con el tiempo a Yibo le fue divertido fastidiarla, dejándola hablar tanto como quisiera cada vez que iba a visitarla.

Tomando en consideración las corazonadas de su querida madre, acordó que las cámaras no eran capaces de capturar su verdadera majeza. Era cierto que Xiao Zhan era el único que destacaba entre la diversidad de la aristocracia con su natural optimismo, sobre todo, por ese genuino rasgo que a todos enloquecía y del que no esperaba verse perjudicado.

Wang Yibo nunca comprendió la locura que originaba una sonrisa, hasta que lo enfrentó cara a cara y no a través del papel. Aquella curvatura de su boca suscitó una errática ventolina en las entrañas del alfa, que por si no fuera suficiente, dio lugar a una sensación que no tenía nombre. No había suelo bajo sus pies ni perfumes costosos, y hasta cierto punto le horrorizó porque lo hacía sentir ajeno en su propio cuerpo.

Sin lugar a dudas, le tomaría mucho tiempo enumerar, describir cada una de las particularidades sobre cómo sus ojos se achicaban al sonreír, dándole una apariencia inocente y tranquilizadora.

Acto seguido, su ensoñación se dispersó ante los golpecillos sobre su hombro. Se trataba de la joven que estaba mirándolo fijamente.

—Claro, sí —afirmó el alfa.

La reacción de la muchacha no fue agresiva debido a su evidente distracción, más bien llevó la mano a su boca para cubrir su pequeña risa. Yibo no prestó ni un poco de atención cuando esta le cuestionó sobre su lugar de residencia.

Mientras Yibo intenta remediar la bochornosa situación con la chica, Zhan más que hablar, oye a los Duques intercambiar sus opiniones relacionadas a la política respecto a las recientes elecciones ganadas por el partido de Seymour Prescott. Esos hombres, al igual que otros tantos ciudadanos, insinuaban que de motivar la locura" de Prescott, este acabaría con la dinastía.

Zhan condenó sus apresurados pronósticos en silencio al igual que Haoxuan, quien creía que Prescott era lo que necesitaban por ser más joven que sus antecesores y entender mejor las problemáticas actuales del mundo.

Vagamente, Zhan rememora esas tardes de pesado aprendizaje para alguien de su edad, donde le enseñaban la historia familiar.

En el pasado, la dinastía Shinichi disponía del poder absoluto de su nación, siendo las agitaciones del pueblo e irregularidades en el reino, las verdaderas causas por las que casi lo pierden todo. Con lo poco que les quedó, futuros gobernantes establecieron bases sólidas con sus nuevas cámaras de gobierno, que dieron renombre a su familia, recuperando así su reputación, el estatus y la fidelidad de su gente.

LUNA EN ATARDECER || YIZHANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora