Que me dé de su leche a diario 😍🙏🥴
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Este fic es solo un fic, no es con la intención de que imiten las acciones de la protagonista, este fic es solo para divertirse un rato, porque recordemos que viene de un juego que tiene las m...
Desperté al día siguiente, pasada la una de la tarde, con las piernas entumecidas y adoloridas, como cuando haces un mega maratón de 24 kilómetros completamente a trote.
Mire a mi alrededor, encontrando la habitación desordenadamente normal, solo que sin Francis, pues debía ya estar lonchado en el trabajo. Intenté moverme un poco, para ir a la cocina a tomar la primera cosa comestible que encontrará en el refrigerador, pero no pude. Por lo que permanecí otro rato en cama hasta que volví a dormir, para ahogar el hambre.
Desperté otra vez cuando sentí a Francis sentarse en la orilla más cercana a mi de la cama. Llevaba consigo una bandeja con comida recién cocinada junto a una sonrisa serena y pequeña. Traté de sentarme en la cama, más no pude, por lo que Francis rápidamente utilizó las almohadas de la cama para formar un respaldo medio inclinado para mí, así no me forzaría tanto en moverme. Una vez acomodada, Francis empezó a darme de comer en la boca en silencio, dándome pequeños apretones en la mano cuando yo intentaba hablar con él.
Una vez terminé más de medio plato, Francis lo retiró a su izquierda y suspiró, para mirarme a los ojos con un cansancio muy marcado en ellos.
— ¿Cómo te sientes? —me preguntó con voz calmada, como si le estuviera hablando a un niño pequeño que se acaba de caer.
— Bien. —respondí dándole una pequeña sonrisa.
— ¿Me quieres hablar de eso? —preguntó con una postura más seria.
— ¿De qué? —me pregunté de vuelta mientras seguía la mirada cansada de Francis, encontrándome con una escena sangrienta.
Las sábanas, originalmente color marfil, llevaban un nuevo patrón de diseño que consistía en manchitas cafés regadas por toda la cama, concentrándose en la zona centro del colchón, lugar sobre el que me encontraba sentada. Lugar donde, acostada, se había encontrado mi pelvis.
— ¿Quién te hizo esto? ¿Lo recuerdas? —me volvió a preguntar Francis, con una mirada comprensiva apoderándose de sus ojos cansados cuando vio el silencio que formé.
— No entiendo. ¿Ya no lo recuerdas? ¿Sí sabes quién soy? —pregunté, mientras trataba de acercarme a él con preocupación, más no pude, un dolor que empezaba en las caderas y finalizaba en las rodillas me impidió moverme.
— Marilyn, apenas volví de con mi hermana. Recuerda, solo fui yo porqué mi madre iba a estar y no le caes bien. Recuerda lo que pasó la última vez que fuimos. —dijo mientras tomaba mis manos, manos sucias con sudor, mugre y semen de otro hombre.
— No, no. Eso es imposible. —me negué mientras volvía a recibir las imágenes de la noche anterior, cerrando con firmeza mi mente a las voces que empezaban a asecharme desde las sombras. Negándome a abrazar ese sentimiento de culpa.
— Amor, el miércoles me fui antes de que saliera el sol porque mi hermana tuvo un accidente en su automóvil, ¡me descontaron un día de trabajo por eso! Te dejé una nota pegada en el refrigerador, anoté que mi hermana me había llamado en la madrugada para avisarme que iba de camino al hospital, que volvería en tres días, que no te preocuparás y que te cuidarás mucho de salir a la calle. —dijo Francis con voz quebrada, a lo que lo miré, ahora confundida.
— No, tú dijiste irías a una conferencia de nuevos tipos de leche, y ya van tres noches en las que pisas este departamento —musité mientras fruncía el ceño, dándome el lujo de volver a usar las piernas a la vez que los ojos de Francis se abrían con sorpresa y luego volvían a llenarse de lágrimas.
— ¿Y no lo ves? ¡Apenas estoy volviendo! ¡ALGUIEN ESTUVO AQUÍ! —exclamó también levantándose de la cama, ahora enojado. — ¡¿CON QUIÉN TE VES, EH?! —gritó dando un paso hacia mí.
— ¡NO ME GRITES! —respondí a la vez que le proporcionaba una cachetada. Ya me había colmado la paciencia.— ¡¿QUIÉN TE CREES PARA GRITARME?! ¿EH? ¿ACASO CREES QUE ME ENGAÑAS? NO SABES QUIEN SOY, IMITADOR BARATO. FRANCIS ROMEL MOSSES ESTUVO AQUÍ AYER, YO LO VÍ, ¡YO LO SENTÍ! Y TÚ NO ME VAS A DECIR LO CONTRARIO—espeté mientras lo veía encogerse en su lugar, o eso parecía, porque quizás era yo la que estaba creciendo.
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