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Tal como lo había imaginado, Roger se puso muy feliz al saber que iba a tenerlo a su lado sacando adelante la compañía. Los días que siguieron luego de tomar esa decisión fueron extraños.

Su familia entera estaba consintiendolo demasiado y le cumplían todos sus caprichos porque iban a echarlo de menos. Sus padres y la abuela no estuvieron de acuerdo al principio pero al ver la ilusión que había estado fingiendo se lo tomaron bien.

Esa era otra cuestión importante. Había tenido que mentirles y decirles que su sueño siempre había sido New York aunque fuera todo lo contrario. Y también lo había estado haciendo con Lizzie, pero ya no podía esperar más. Su aparente tranquilidad y que hiciera como si no pasara nada era un fiasco total.

Aless se iría en días y al menos merecía contárselo. Era el momento indicado para confesarse. Estaban en su piso y ya habían pasado toda la mañana y la tarde juntos. Le estaba ayudando a poner la cocina en orden. Y si no se lo decía ahora entonces no tendría más oportunidades.

—Acepté la propuesta de Roger. —de cierto modo le aliviaba contarle aquello. —Me iré después de la boda. Ya me entregó los tiquetes.

—¿Qué? ¿Cuándo cambiaste de opinión? ¿Y qué pasará con Verona's? ¿Maxi se lo tomó bien? —que buena costumbre de ella pensar primero en el trabajo y en su hermano. Ese era un recordatorio de que él no tenía cabida en su corazón.

—Me alentó para ir a New York. Me hizo prometerle que haré un buen trabajo.

—Seguro lo harás. —Aless no podía distinguir si la idea le gustaba o no. No parecía indiferente pero tampoco interesada. Una piedra se hubiera mostrado más humana.

—Tal vez vuelva en un año o algo así.

—¿No es mucho tiempo?

—Bueno, Roma no se construyó en un día. Una empresa como la de Roger necesita dedicación para que no vuelvan a enfrentar los desafíos que tienen ya.

—Los americanos y sus problemas... —sus miradas se encontraron y Aless estuvo a punto de tomarla de los hombros y sacudirla. ¿Cómo no podía demostrarle un poco de cariño? —Deseo que te vaya bien y les enseñes cómo se debe dirigir una compañía.

De todas las palabras que pudo dedicarle esas habían sido una desilusión más. Quería creer que ella lo extrañaría o que en algún momento había llegado a sentir más que lujuria por él.

Que idiota había sido.

Sus esperanzas acababan de ser destruidas y convertidas en meras migajas.

—Gracias. —se limitó a decir. ¿Qué sentido tenía confesarle sus sentimientos? Él se iría en un par de días hasta el otro lado del mundo y ella se quedaría allí. Porque era obvio que nunca dejaría a Maxi y su absurdo enamoramiento.

—De nada. —el silencio los envolvió y Aless supo que tenía que marcharse o iba a cometer una estupidez.

—Creo que es mejor que me vaya. Le prometí a mi hermano que estaría con él en su última noche de soltero. —se dirigió a la puerta con ella siguiéndolo. —Te veo mañana.

—Claro. —ella sonrió cuando él se despidió con un beso en la mejilla.

Mientras bajaba en el ascensor se fijó en lo simple que había resultado todo. El pecho le dolía por lo que aquello significaba. Su trato había finalizado y ya no había retorno.

Era lo mejor.

Él hubiera seguido enamorándose más de Lizzie y ella de Maxi. Quizás en América iba a encontrar a su verdadero amor. Tomaría al menos una vida para poder fijarse en otra mujer pero lo intentaría en el futuro.

Cuidado Con AlessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora