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Año Nuevo había sido una locura en todos los aspectos de su vida.

El trabajo se había multiplicado con creces por el fin del semestre y la cantidad de informes y documentos que había tenido que crear junto con las interminables reuniones virtuales a las que había asistido le pasaron factura.

El cansancio que tenía encima era bárbaro. Ni siquiera cuando tenía dos empleos se había agobiado tanto. Y por otro lado, su rol como padre le estaba terminando de drenar las últimas energías. Mia era una bebé grandiosa pero exigía mucha atención y el tiempo de Aless era limitado.

Y en lo referente a Elizabeth había preferido poner en pausa tanto sus sentimientos como cualquier conversación acerca de volver a América, lo cuál era difícil teniendo en cuenta que ella seguía actuando igual que siempre y eso lo enervaba.

En conclusión, estaba atravesando momentos críticos y si no buscaba una salida rápida iba a quebrarse. Lo único que había logrado conseguir era que Roger le diera vacaciones o más bien que no lo molestara por un fin de semana entero. Así que había decidido relajarse con su familia y aprovechando que Jason estaba en Inglaterra, lo invitó a conocer formalmente a Mia.

Por supuesto que ya le había enviado fotografías y videos de la bebé pero su amigo había estado concentrado en sus estudios y no había tenido la oportunidad de hacer el viaje y plantarse en su casa.

El almuerzo había terminado pronto y mientras que ellos estaban sentados en la sala, los demás iban y venían. Su hermano, su padre y la abuela estaban compartiendo una tabla de quesos cerca de la chimenea, su madre, Gina y Melody estaban en la cocina preparando té y Lizzie había ido a la habitación para amamantar a Mia.

—Estás inquieto. —susurró Jay a su lado. ¿Era tan obvio? En el fondo se sentía culpable. Tenía muchos privilegios pero le costaba ser feliz. Los celos, la rabia y la inconformidad no le permitían gozar de todo lo que tenía alrededor. —Pareces irritado.

—Lo estoy. —admitió. Con Jason no necesitaba fingir, era su amigo y Aless quería desahogarse con una persona de confianza.

—¿Qué sucede? —ambos estaban disimulando. —¿Es la bebé? ¿Acaso ya te pateó el trasero?

Ojala fuera un mero agotamiento lo que lo afectaba. Eso sería más sencillo de solucionar. Aless sabía bien que estando lejos de Maxi, Lizzie podría enamorarse de él pero conseguir que ella lo olvidara sería imposible.

Su madre les interrumpió ofreciéndoles tazas humeantes acompañadas de galletas y pasteles de mermelada y crema. La merienda estaba deliciosa y ese breve instante le sirvió para retractarse de contarle sus desgracias a Jason.

¿En qué demonios estaba pensando?

Era incorrecto ventilar así sus problemas. Jay no era la respuesta a todos sus males. Además, no le parecía buena idea involucrarlo en semejante disparate. Aless debía lidiar con ello y aprender que no todo en la vida era color de rosa.

Las dos protagonistas de sus desvelos hicieron su aparición en la estancia y Mia se robó el show. Esa niña iba a estar malcriada por el resto de sus días al ser la primera bisnieta, nieta y sobrina de la familia.

La abuela se encargó de jugar con ella mientras que Lizzie tomaba su merienda y charlaba con Gina. La observó por un instante y se enojó cuando la vio sonreírle a Maxi desde lejos, y cuándo ella se sentó junto a su hermano fue como si el puñal que tenía en el corazón se enterrara más profundo. La abuela se fue a la cocina y Mia terminó en el regazo de Maxi.

Cuidado Con AlessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora